jueves, 3 de junio de 2021

EL DIA QUE SE AGOTO LA LANA AZUL Y AMARILLA EN ROSARIO



Por Andrés Bossio

Faltaba una fecha para ter. minar la etapa clasificatoria y Central era puntero junto a Platense e Independiente, con 26 puntos cada uno; San Lorenzo alimentaba un sueño casi imposible tenía 24 puntos en tanto que el quinto con posibilidades matemáticas era Ferro, que venía con 23.

River estaba en el tobogán de la desesperación; no sólo no podía pelear la posibilidad de un campeonato sino que necesitaba ganar para poder entrar en el Nacional; de lo contrario, debería conformarse con aquel “torneíto” que conocimos como Promocional.

Y era River, justamente, el que tenía que venir a Rosario. En tanto, Independiente tenía un riesgoso partido en Caballito donde Ferro alimentaba una quimera, y San Lorenzo debía afrontar un intranquilizador viaje a Santa Fe para jugar con Unión. De todos los candidatos, el más seguro era Platense, que recibía en su cancha al modesto Banfield.

Platense, efectivamente, ganó y se clasificó para las semifinales. San Lorenzo empató y quedó afuera. independiente que perdía dos a uno, Iogró empatar sobre la hora con un gol en contra de Giuliano, defensor de Ferro. Si Central le ganaba a River y los rojos no alcanzaban ese cuestionado empate... Pero Independiente empató. Y Central perdió. Fue un partido memorable. Mucho más por lo que pasó fuera que dentro de la cancha.

Veamos: pocas veces habíamos visto una ciudad movilizada como lo fue la de Rosario en las vísperas de aquel 30 de julio de 1967. En ningún comercio de la ciudad había quedado una sola madeja de lana azul o amarilla. Las mujeres habían confeccionado con ellas gorros, guantes, bufandas, pullóveres y todo tipo de prenda capaz de proteger del trío al tiempo que apta para proclamar la pasión centralista de quien la luciera. La ciudad toda respiraba un clima de tensión del que obviamente no podían estar excluidos los protagonistas. Seguro que nadie recordará nada de lo que pasó en el partido preliminar por que todos estaban pendientes de lo que ocurriría un rato después, cuando salieran los protagonistas principales. Una sola cosa debe extraerse del encuentro preliminar y es que en él jugó —con el fervor que siempre puso en cada actuación suya— un defensor ponderables condiciones hecho en el club: Jorge Ainza. Enseguida veremos por qué esta mención especial.

Cuando salieron los equipos al viejo césped de Arroyito el estadio pareció partirse en dos: la inmensa mayoría canalla —que descontaba un triunfo y clamaba para que los rojos perdieran luego un punto— celebró a sus jugadores con un calor y un fervor pocas veces visto; los jugadores estaban ostensiblemente nerviosos y más de uno denunciaba que el clima dentro del campo de juego se volvía asfixiante. River también tenía su aliento en su siempre numeroso público que llegó de todos los pueblos vecinos para compartir la esperanza de una hazaña que le permitiera poder estar en el Nacional junto con los grandes.

En medio del fenomenal duelo de las hinchadas se vio caer de pronto al marcador lateral izquierdo de Central; nadie sabía bien por qué pero Otto Norberto Sesana, a segundos de iniciarse el trascendental partido que podía llevar a Central a las finales del campeonato, mostraba la parte posterior de su pie izquierdo y denunciaba en su rostro y con gestos por demás elocuentes su imposibilidad de pisar. Después supimos que mientras Corrían y practicaban en el campo, un pelotazo alcanzó el ta- ión de Sesana; el golpe no fue fuerte pero sí justo como para tocar la parte más sensible de un tendón que lo dejó automáticamente fuera del partido. Lo sacaron a Jorge Ainza de las duchas y volvieron a ponerle la camiseta número tres. Y el joven y eficaz jugador centralista, aquella tarde del 30 de julio de 1967, completó 180 minutos de partido al reemplazar al titular insólita- mente lesionado antes de empezar a jugar.

Fue una premonición. Central era todo nervio, River también. Al final —faltaba sólo quince minutos— el uruguayo Luis Cubillas acertó un centro cruzado de Pinino Más sobre el arco de Regatas y venció a Andrada. River entró angustiosamente al Nacional y Central se quedó mordiendo la rabia de una cercana posibilidad de luchar por el título que recién alcanzaría cuatro años más tarde.

Pero esa tarde Rosario fue todo azul y amarillo. Fueron protagonistas de aquel recordado lance Andrada; Mesino y Ainza; González, Griguol y Pascutini; Gennoni, Poy, Bielli y Giribet. Por River jugaron Gatti; Paira y Matossas; Sainz, Bayo y Guzmán, Cubillas, Sarnari, Daniel Onega, Solari y Más.

Como dato ilustrativo del sistema de juego impuesto por lgnomirielo a ese Central de la casi hazaña vale mencionar este dato: en los veintidós encuentros jugados el equipo logró apenas 24 goles; casi la mitad de los mismos fueron convertidos por un solo jugador: Adolfo Bielli, que anotó 11 tantos aunque con una particularidad: 7 de ellos fueron mediante la conversión de tiros penales. Esto nos lleva un poco a lo que decíamos al comienzo: los árbitros ya no tenían demasiado pudor para sancionar penales en favor de los clubes “chicos” (según el criterio generalizado por entonces Central lo era) pero a decir verdad buena parte de la “Culpa” de esos penales anotados por Bielli la tuvo la velocidad y espectacularidad de dos punteros que interpretaron a la perfección el libreto del técnico: Enzo Gennoni y Luisito Giribet.

Fuente: Extraído de la colección de Rosario Central de Andrés Bossio.