lunes, 10 de mayo de 2021

VALENTIN SUAREZ: LA REESTRUCTURACION

 



Por Andrés Bossio





Los cambios que habían ensayado los dirigentes del fútbol argentino hasta entonces siempre estuvieron enfocados a suprimir equipos mediante más descensos, o a extender la nómina de participantes mediante la supresión de los mismos. La única modificación importante, que dejó una inmediata y perecedera trascendencia fue la incorporación de los dos clubes grandes de nuestra ciudad, en 1939.

La de 1967 fue —cualquie- ra sea la posición crítica a su respecto— una verdadera revolución. Contra el tradicional campeonato anual ce primera división, se dispuso la realización de dos torneos: el Metropolitano y el Nacional, El primero contó con la participación de veintidós equipos y, para acortar el término de su duración, se los dividió en dos zonas, definiéndose el torneo en un cuadrangular final en el que entraban los dos primeros de cada sector.

Y aquí debemos señalar a la paciencia del lector —tanto como para recordar lo que ya conocía como para conocer lo que ignoraba —porque aún en el momento de su realización no fue nada fácil entender cómo funcionaba exactamente aquella reestructuración: es que simultáneamente el interior del país —dividido en cuatro regiones— clasificaba a los ganadores de cada una de ellas para jugar el Nacional, junto a los seis primeros de cada zona del Metropolitano. En tanto, los segundos de cada región del interior y los clasificados en los lugares séptimo y octavo de caca sector del Metropolitano disputaban un torneo (en realidad un “torneíto”) denominado Promocional. Finalmente, tos tres últimos de cada zona del Metropolitano y los dos primeros de cada una de las dos zonas en que también estaban divididos los participantes del campeonato de primera ''B” —formando un lote de 10 equipos— jugaban otro torneo llamado de Reclasificación, que disponía el destino ce los clubes para el año siguiente: los seis primeros quedaban (0 subían, según el caso) a la primera “A”; los otros cuatro se iban (o se quedaban) en el fútbol de los sábados.

Aunque decididamente confusa, la reestructuración de Suárez fue novedosa. Otra novedad fue la televisación en directo de un partido en cada fecha lo que trajo aparejado un fenómeno pocas veces mencionado por los cronistas deportivos: los equipos colocados fuera de la reducida élite de los clubes grandes merecieron mejor tratamiento de los árbitros y de la prensa porteña: los jugadores cita danos que aparentaban ser verdaderos fenómenos perdieron consideración ante la evidencia de una mediocridad que era prolija- mente encubierta por quienes estaban encargados de juzgar sus méritos. En una palabra, fue mucho más fácil conocer las virtudes de tal o cual jugador, apreciar los méritos de tal o cual equipo sin necesidad de oír o leer la opinión de los expertos, no siempre sincera y no del todo expertos. Por lo demás, los árbitros ya fueron un poco más justos porque sus injusticias -——a veces involuntarias a veces no— llegaban incuestionablemente a un sector mucho más vasto de público que el que se acomodaba en las tribunas de los estadios.

La reestructuración permitió, a través de estos factores ligeramente mencionados y a la corta duración de los certámenes, que varios clubes chicos se encaramaran a posiciones de privilegio. Pero también debe citarse que el nuevo sis- tema escondía posibilidades latentes de enormes injusticias, como la que a guisa de colo- tón para esta necesaria introducción debemos recordar, En el Metropolitano de 1968 el San Lorenzo de Albrecht, Coco, Pedro González, Rendo, Veglio, Telch y Calics le sacó al segundo de su zona —Estudiantes -— nada menos que 12 puntos de ventaja sobre 44 en disputa; los azulgrana no perdieron nunca en su zona, ganaron 14 encuentros y empataron 8. Por el novecioso sistema de que el torneo lo debían definir los dos primeros de cada sector, al ganar San Lorenzo y Estudian- tes los respectivos encuentros semifinales ante los elencos de la otra zona, azulgrana y pincharratas debieron definir el título. Y en el partido final, San Lorenzo estuvo perdiendo por uno a cero, pudiendo ganar trabajosamente. También trabajosamente logró hacer un gol en el tiempo suplementario y se quedó así con el título. No obstante debe repararse en ese detalle; un equipo como el de San Lorenzo —que había robado" en la competición con todos los de- más— casi pierde el torneo ante Estudiantes, que demostró estar muy lejos de los azul. granas.

En ese contexto corresponde analizar a Rosario Central edición 1967, Anticipamos que ese Central sin grandes incorporaciones y con el juego ta- caño y muchas veces aburrido que le impuso lgnomirielo paralizó por unos días la respiración de miles de centralistas.

El cambio prometido por Boerio se ponía en marcha, Don Adolfo repetía en su primera campaña electoral: no queremos un Central peleando el descenso sino el campeonato. Y ese año, como veremos, casi se le da.




Fuente: Extraído de la Colección de Rosario Central. Autor. Andrés Bossio