La temporada de 1967 se inició en Rosario Central con la reelección de don Adolfo P. Boerio por dos años más al frente de la entidad con lo que siguió creciendo el intento por capitalizar socios patrimoniales que, con el monto de las cuotas mensuales aportadas, posibilitaran la realización de las grandes obras previstas en la Ciudad Deportiva de Granadero Baigorria. Poco a poco, ese sueño que lo tuvo a Boerio como su máximo abanderado, se iba convirtiendo en hermosa realidad.
En fútbol las cosas no “pitaban” nada bien a comienzos de ese año. Un cuadranguarlar con Newell's, Unión y Colón no dejó ningún saldo positivo la perspectiva de un buen equipo chocaba con la realidad financiera del club, que debió desprenderse de Ántonio Manilo y Antonino Spilinga, requeridos por Rácing; de Domingo Aranda y Carlos Bulla, transferidos a Platense; y de un jugador que había nacido en eel club pero que toda- vía no había tenido muchas ocasiones de mostrar sus sobresalientes aptitudes; cedido a Atlanta, alcanzaría un sitial de privilegio en entidades de gran jerarquía como Independiente y River; el jugador cedido era Perico Raimondo.
Con todo, hubo una noticia que fue conmocionado para el hincha auriazul: los directivos centralistas gestionaron la reincorporación de dos valores surgidos en Arroyito: Enrique Fernández y César Luis Menotti. Lo de Fernández finalmente no pudo hacerse, lo de Menotti sí. Aunque duró muy poco: apenas dos partidos. Vino el nuevo técnico y Menotti ya no jugó más en Rosario Central.
El tema del director técnico comenzaba a «cobrar entonces prioritaria atención. Los dirigentes de Rosario Central tanto lo creyeron así que se lanzaron a la búsqueda de un técnico para las divisiones inferiores. Tal vez un poco injustamente se dejó de lado la labor de años de abnegados y eficientes delegados —tal eran entonces denominados los que se ocupaban de los chicos del club— para transferir la responsabilidad de formar futuros cracks e hombres que lucían de directo técnico En Buenos Aires había alguien que ostentaba antecedentes de gran eficacia en clubes de la capital y de La Plata: Miguel Ubaldo Ignomirielo. En tanto, las flojas actuaciones del equipo en la pretemporada y un desafortunado debut en Arroyito (perdió Central dos a cero y los dos goles rojos los hizo el implacable Artime), precipitaron el alejamiento del entonces técnico, hombre de Central, querido y respetado por la hinchada: Pepe Minni. Mientras, se barajaban los nombres de Alejandro Scopelli y Enrique Fernández Viola, de gran prestigio ambos en la prensa porteña y, por eso, muy caros, Debió hacerse cargo del primer equipo (en forma interina, se explicó) Miguel Ubaldo lgnomirielo, quien se quedó al frente del mismo por espacio de c:0s años y medio, De todos mo- dos, corresponde decir —más allá de las discusiones y polémicas que despertaba don Miguel— que eran tiempos de cambio y Central se acomoda- ba a ellos. Justamente el gran cambio se dio ese año de 1967, abarcando a todo el espectro futbolístico nacional. Una nueva reestructuración se puso en marcha, mucho más profunda, más 'revolucionaría”, en un intento inédito que tuvo como factor determinante de la decisión a don Valentín Suárez, hombre de vasta trayectoria en los cuadros dirigontes de su club, Bánfield, y de la AFA.
Fuente: Extraído de la Colección de Rosario Central. Autor. Andrés Bossio