lunes, 5 de octubre de 2020

Fragmento de Capitulo Volando a Río

 



Por Hector Nicolás Zinni 


En Rosario, a mitad de camino entre la sofisticación y los shows nocturnos de la Avenida Belgrano, se reúnen locales que transitan de la gloria a un aceptado olvido. Chandelle, en Maipú al 700, acumula pasados que son permanentemente evocados por un ancestral testigo del night club: Sánchez, el mozo, que melancólicamente recuerda los lugares y mesas preferidas por los clientes. En ese local, que entre otros nombres, ha ostentado el de Mi Varieté y más tarde se llamará Can-Can, no es sorprendente que cuando un habitué decide aventurarse por Chandelle, el cibernético Sánchez acote: "Usted, hace tres años, se sentaba allí“. 

Porque había sido precisamente en esa época, cuando la high-life rosarina se daba cita todas las noches, revolviendo los vasos de whisky con cucharita, encantados de verse de nuevo: escuchando Avec de Charles Aznavour, cómodamente depositados en los sillones de la antesala, o entreteniéndose con el juego de la verdad, que eran algunos de los imperativos de los iniciados. En la actualidad, Chandelle mantiene el Club de los Lunes, desde hace dos años, un coto privado de profesionales, industriales, y empresarios que forman un clan hermético inaccesible, que ni siquiera acepta nuevos socios. 

Pero es en Carnaval, curiosamente, donde más se percibe la falta de vigencia del reducto: a las ocho de la mañana, después de estrepitosas marchinhas brasileñas, un equipo de encargadas de limpieza desaloja a los paganos, esgrimiendo escobas y escobillones, mientras arrojan agua al piso. 

En el otro extremo, ocupado por los obreros, el Olimpo y El Riel se constituirán en unos de los pocos bares almacén que sobrevivirán los embates del tiempo. El primero, que ha abierto sus puertas en 1880, conservará su mobiliario original, encontrándose allí la última barra de estaño del país. Una importante vitrina de madera y vidrio, colmada de botellas, separa los dos ámbitos con una sinfonía de colores cuando los rayos del sol que entran por la puerta abierta de la ochava, dan de pleno. 

Hay una bebida de la que sólo queda su fantasma vagando en el local, el Suissé. Hasta la década del 20 este ha sido el aperitivo más solicitado por los trabajadores que, provenientes del puerto, recalaban en el Olimpo: "Los obreros portuarios que salían de trabajar transpirados de los buques, y agotados por la larga jornada, venían a beber el Suissé", afirma el galaico propietario del bar almacén y agrega "en el trato cotidiano se traslucía la rudeza de la personalidad de estos hombres". 

Entre los años'20 y'30 también el lugar era escogido por los guardas, maquinistas y foguistas del cercano ferrocarril. Los mismos se alojaban generalmente en las pensiones que existían cerca de allí, en Urquiza y Mitre. El nombre de Olimpo ha sido por el viejo teatro que estaba cruzando la calle y que un día se quemó. Francisco Vega, dueño del bar alma recuerda que a principios de siglo el paisaje urbano era muy distinto. '' calles eran de tierra con tacos de madera; el tranvía era tirado, en un momento, por caballos, y más tarde fueron éstos reemplazados por el motor". 

Queda claro que tanto tiempo y tantas vivencias dejan huella imborrables en el corazón: "Este retrato que usted ve ahí, colgado es : de un paisano vasco que se destacó como luchador: Paulino Uzcudum Cuando compramos este negocio estaba, y lo dejamos ahí. El bar es parte de mi vida y lo quiero con el alma porque son muchos años los que he dado por él", concluye diciendo Vega. 

Santiago Olmos, propietario de El Riel, en las cercanías de la estación Sunchales (Rosario Norte) siente el mismo cariño por el lugar que lo ha visto crecer. También él vive los cambios que se van sucediendo y afectan significativamente el movimiento de esa zona. "Hace 60 años era un despacho de bebidas y comestibles, y siguió así", dice Olmos. La esquina de Rivadavia y Santiago es el lugar preferido de los obreros portuarios ferroviarios y metalúrgicos. Estos, bien temprano, cuando el sol. recién comienza a colorear el cielo, se dirigen allí a desayunar. 

Un desayuno muy particular, ya que no consiste en el tradicional café con leche, sino en un vaso de vino, de caña o de grappa. Sobre el medio día, el almuerzo de veinte minutos vuelve a reunirlos. Los platos más solicitados: puchero y pescado que son elaborados por la madre de Santiago. Cuarenta años después el menú será reemplazado por comidas rápidas: hamburguesas, pebetes, milanesas, papas fritas, fideos, ensaladas. Nada de sopa o de buseca. En El Riel se vivirán muchas cosas que darán lugar a las consabidas anécdotas: desde fuertes peleas hasta despedidas o reencuentros cargados de emoción.

Otras cosas suceden entretanto a nivel nacional. Síguese con entusiasmo la Campaña Internacional del Club Independiente, quien obtiene el Campeonato de América en fútbol y dirime en Europa la final del mundo, en la que resulta sub-campeón. A su vez, la Argentina logra una victoria sensacional, al hacer suya la Copa de las Naciones, que gana invicta en Brasil. En la primera rueda del fútbol profesional, Rosario Central ha goleado a Newell's por 4 a O. Das goles corresponden a Malleo y los otros dos a Borgogno y Medina. Los rivales empatan en la segunda rueda 2 a 2, haciendo Manfredi, de Rosario Central, dos goles y uno cada uno, Zuccay Cardozo, de la escuadra rojinegra. 



Fuente: Extraído del Libro “ El Rosario de Satanás” Tomo III. Editorial Fundación Ross. Año 2000.