lunes, 26 de octubre de 2020

Borges ¡Halaga Rosario!

 


Por Julio Chiappini 


1.Borges y Rosario 


Borges vino varias veces a Rosario. Desde ya a dar conferencias. Creo que la primera fue el 24 de abril de 1964. Alberto Carlos Vila Ortiz lo entrevistó en el hotel "Italia" , Maipú 1065. Ya la calle corría, como ahora, de sur a norte. 

Lo cierto es que la última charla fue el 22 de noviembre de 1983 en el Jockey Club. Lo asistió María Esther Vázquez con competentes preguntas. Y daba la sensación de que no estaban preparadas. Cuando terminó la conferencia, se congregó un grupito y quien esto escribe, aunque más que escribir es garrapatear, ante un silencio le pregunté algo sobre Victoria Ocampo. Me contestó con una rápida cortesía. 

Con los años supe que habían entablado una simbiosis fenomenal. Pero que en el fondo no se querían. Por algo V. O. le dijo a Roger Caillois, en una carta, que Borges "tiene más talento del que se merece". Lo que sí, probablemente se admiraban y se necesitaban. Lo cual no es poco. Y naturalmente que tras la muerte de Ocampo, Borges pronunció variedad de panegíricos. Ocurre que la muerte es un ascenso. Que el muerto ya no molesta ni compite más. Ponderarlo es entonces ponderarnos nosotros mismos, exaltar nuestra piadosa grandeza. Una grata frase que dijo Borges fue "Personalmente le debo mucho a Victoria Ocampo; pero le debo mucho más como argentino". En realidad, y ahora respecto a la cotización que hizo Ocampo, Borges tenía más que talento, tenía genio. Los talentos, por organización cerebral, gobiernan sus obras. Los genios no sé. Acaso los estimulan fuerzas extrañas, asumen relámpagos de genialidad. Al menos es el criterio de Fernández Moreno: "el genio es una larga paciencia y una súbita impaciencia": Como si nadie pudiera ser genial todo el tiempo. Hasta la maldad a veces descansa. Lo único que no descansa nunca es la estupidez. 

En fin: ser genial seguramente es algo muy gratificante (para los demás) Pero también seguramente algo qu acarrea problemas y hasta desdichas Y no digo "infelicidad" pues, me dicen, la infelicidad es insita al genio. Por eso, y si sacamos bien las cuentas. mejor ¡ser un burro como uno! 

Cuando la reseñada visita en 1983. Vila Ortiz también entrevistó a Borges. La nota se titula "Borges y su individualismo". Este reportaje, más comprobaciones propias del periodista, fueron publicados en la Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario de diciembre de 1983. 


2. Gary y Borges 

Desde un poco antes de los años setenta, Vila Ortiz y yo compartíamos "locura" por Borges. Y teníamos una obsesión: conseguir una fotocopia de la primera edición, en rigor hasta ese momento era la única, de "El tamaño de mi esperanza". Libro de ensayos de 1926 que Borges, dado que le hacían bromas de mal gusto acerca del título, se encargó de no lanzar demasiado a la venta o de obsequiar; y al mismo tiempo destruir cuanto ejemplar tenía a mano. A tal punto que quedan pocos en el mundo y, en buen estado y con dedicatoria hológrafa, supongo deben valer unos 60.000 dólares. Cada uno, claro. Y vendidos en el hemisferio norte. Y por supuesto que por hablar de dinerillos no debéis creerme un fenicio cuando uno es, casi exactamente, lo contrario. 

En aquellos años setenta, y retomamos, tuve una suerte increíble. Pues en el Instituto de Letras de la Facultad de calle Entre Ríos, cruzando el patio a la izquierda, revolviendo unos antañones papeles encontré una copia fotostática. antigua, de "El tamaño". Me temblaban las manos (ahora también pero por geronte). Pedí el manojo de hojas para tomar una fotocopia. Me dijeron que si a condición de que dejara como prenda un documento de identidad. Crucé la calle e hice dos copias. 

Encontré a Gary donde trabajaba: el suplemento literario de La Capital. También estaba Jorge Laborde, que había sido compañero mío en la secundaria en 1960. Le di la fotocopia a Gary y nos reíamos de contentos. De todos modos lo extorsioné: que me dejara tomar unas notas de libros sobre Borges que yo no tenía. Quedamos y, siempre recuerdos en conserva, fui a su casa en Fisherton y con su esposa Silvia me atendieron a cuerpo de rey. Pese que nunca dejé de ser un pobre gaucho. 

Fallecido Borges, María Kodama, un caso de veras de "viuda inconsolable", hizo reeditar "El tamaño". Pese a la veda de Borges. Fue una muy feliz iniciativa de Kodama. Tal vez desbarró, eso sí, cuando en un prólogo despotricó contra las fotocopias que había del libro: "circulara a través de nefastas fotocopias entre los que se creían integrantes de círculos de elegidos". No era el caso de Gary o el mío. Quizás ella podía haber previsto excepciones a su rotunda generalización. Creo que la mayoría de la gente cree que es buena y muy inteligente, y que los demás son malvados y tontos. También creo (creencias nos sostienen y sostenemos creencias) que todo el mundo sabe perfectamente lo que hace. Lo patentó Descartes: "La inteligencia debe ser el bien mejor repartido. Pues nadie se queja de la parte que le tocó". 

En 1994 Vila Ortiz publicó "Borges en Pichincha y otras memorias de un oficio perdido". Un libro que harto cumplió con la recomendación de Horacio: "lectorem delectando". Gary nació y murió en Rosario y sus dos fechas fueron 1935 y 2014. Tuvo la fortuna de que lo habitaran varias pasiones casi siempre correspondidas. Entre las más discretas, los libros, los discos de jazz y la presurosa amistad. Y en tamaños bailes, guardó compostura entre la persona y el personaje. 


3. Borges pondera Rosario 


Borges solía escribir "el Rosario". Y pasó que en 1968 la Dirección Nacional de Turismo le encomendó que escribiera unos textos sobre lugares atractivos del país. Fueron reeditados en 1987; y también se publicaron en un folleto de la compañía Varig: Viaco Aérea Riograndense. 

En esa publicidad dice Borges acerca de Rosario: "A orillas del impetuoso y vasto Paraná, que la separa de la provincia de Entre Ríos, está Rosario, una de las grandes ciudades de la República. La zona que la rodea es agrícola, los suburbios, industriales; ambos hechos justifican su apodo de Chicago Argentina. La ciudad, surgida de la vieja villa Pago de los Arroyos, llamada después Capilla del Rosario de los Arroyos y que, en un tiempo fue teatro de la montonera, ha crecido y es hoy una ciudad moderna y espléndida. 

"El puerto, el mayor puerto fluvial del país, acentúa la impresión febril de trabajo constante que se transforma en paz y recogimiento en el dilatado Parque Independencia o en el Parque Belgrano, a orillas del Paraná, donde se levantó por primera vez la bandera argentina. 

"Altas palmeras sombrean el Boulevard Oroño. La calle Córdoba con sus vidrieras iluminadas compite con la calle Florida de Buenos Aires. Más lejos Fisherton guarda la nostalgia de los jardines de Inglaterra. Llegan a los aserraderos lentas balsas cansadas de días y de noches. 

"Frente a Rosario está la isla del Espinillo donde los nutrieros han hecho de su trabajo una de las industrias más importantes. En los criaderos hay canales en forma de zigzag, rodeados de cuevas; todo se utiliza: la piel y la carne, cuyo gusto es fuerte y sabroso. Al norte, veinticinco kilómetros escasos está San Lorenzo y el convento de San Carlos donde la patria combatió por primera vez. La ciudad cuenta con 594.000 habitantes". 

Una versión idílica de la ciudad. Probablemente era así nomás. Tendríamos que remontarnos muchos años atrás para saberlo, y ya la memoria carece de tanto espejo retrovisor. Tal vez Rosario tuvo un gran futuro en el pasado y ahora quedó como Roma según Dimitri Merejovski: "Deja la sensación de un poderío frustrado". O en cambio, a lo mejor, lo que dijo de Grecia: "Deja la sensación de la belleza eterna". Para calcular una u otra versión, habría que recorrer la ciudad y vivir para contarlo. Y, por si fuera poco, escribir con el optimismo y el estilo literario de don Borges. 


4. Excurso: "El tamaño de mi esperanza' ¿es una maravilla? 


No a nuestro juicio, desde luego irrelevante. En rigor los seis libros de Borges de los años veinte son flojos. Recién con su biografía de Carriego (1930), con "Discusión" (1932) y con la "Historia universal de la infamia" (1935) se presagia, mejor dicho se evidencia, el escritor rutilante. Es la ventaja de quien cuenta con un sublime estilo literario: las ideas vienen solas. Y... ¿Cómo se obtiene semejante estilo? Pues es muy fácil: desde que el interesado es criatura hasta su adultez, ha de tomar mucha sopita de letras. 

De todos modos y siempre respecto a "El tamaño", urge que uno opine como Sócrates cierta vez. Sucede que según Diógenes Laercio en "Vidas de filósofos ilustres", Eurípides le prestó a Sócrates unos textos de Heráclito el Oscuro. Sócrates los leyó y le comentó a Eurípides: "La parte que leí y entendí me pareció muy buena. La parte que leí y no entendí, seguramente también es muy buena". Eran los modales de entonces. 

Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región”. Fascículo N.º 141 de Junio de 2015.