jueves, 30 de julio de 2020

DETRAS DE LA ESCENA





Por Héctor N. Zinni 


- Y... así son las cosas. Pero siguiendo con tus actuaciones en Buenos Aires, dónde más estuviste? 

- Entré a trabajar en los teatros donde había que estar diez horas y media. 

- ¿Cómo era eso? 

- Entraba a la una de la tarde y salía a las diez y media de la noche, y un poco más... - ¿De cuál? ¿Del Florida? 

- Del Corrientes, el Florida, el Mitre, el Petit Tabarís... El espectáculo era para hombres solamente, se hacía strip tease y yo estaba 45 minutos contando cuentos. Llegó un momento en que contaba cuentos a pedido, porque por ahí venía un tipo escéptico en la primera fila y yo me preguntaba: ".Cómo lo muevo a éste? Porque éste viene a ver mujeres, no me viene a ver a mi.' Entonces yo le decía: "Señor, ¿qué cuento quiere que le cuente? Deme un tema, porque yo lo veo con un "ataché", ¿quién le dice que no le sirva como argumento de ventas?, deme un tema". Y él escribía en un papel "Ninguno". 

- Y así buscabas entretener... 

- Yo he hecho un montón de cosas que hoy son anecdóticas. El inglés lo hablo muy bien. Había una vez un yoni en la tercera fila y lo veo. Era rubio y llevaba como la marca encima, faltaba que en la frente tuviera escrito: Made in USA. Lo veo y le digo: "Señor, ¿qué cuento quiere que le cuente?" y el tipo nada. 

- ¿Vos le hablaste en inglés? 

- No, en castellano: "A usted, el de la tercera lila, ahí...!" Entonces uno que estaba adelante se da vuelta, lo mira y me dice: "Flaco, si es yoni, no te entiende". "Ah, lo que pasa es que de acá no se ve bien, - le digo - por las luces. You speak English?" "Ves", me dice el tipo. Y el otro mete la cuchara: ',Y ahora cómo te las vas a arreglar, qué sabés inglés como yo?" "Bueno, yo sé un poquito - dije - ustedes perdonen, vamos a agasajar a alguien de afuera. Yo sé un poquito y voy a hablar lo que sé. Vos traducí mientras tanto, porque los demás tienen que saber lo que yo digo". Y entré a hablar del tiempo, del humor, de la gracia y me olvidé de los demás. Por ahí le digo al otro: "Y vos, ¿qué hacés que no traducís?" 

- Quedó planchado. 

- "Vos sabías, eh?", me dijo. Otro tipo, sobradamente, me pidió que le contara cuentos egipcios, con mala leche porque yo no tenía. Adentro, entre nosotros, nos hacíamos bromas para resistir las diez horas y pico de trabajo. Por ahí salíamos un poquito a la calle, hablábamos con el diariero, tomábamos un café, pero otra vez volvíamos a enchufarnos ahí adentro. 

Con vista al mar 

- ¿Y las condiciones de salubridad? 

- Eran fenómenas. En el Teatro Florida había un extractor de aire de un tipo de arriba de la galería que hacía hamburguesas. Entonces, todo el olor de las hamburguesas y todo el humo venían adentro del teatro. Era un humo, una niebla, Londres parecía el teatro. Entonces yo aparecía fumando en el escenario y le decía a Marta Ledesma: "No le importa que fume?" 

- ¿Qué recuerdos tenés de las chicas y los muchachos de las compañías en que actuaste? 

- Muy buenos. Con la gente de El Nacional fuimos a Colombia. Estaban Hellen Grant que medía un metro ochenta, Silvia del Río, Romerito y otros. Estuvimos un mes, pero cada cinco días viajábamos de un lado al otro en avión. Vos sabés que allá los aviones son a leña, pero con unos pilotos que son maravillosos. 

- Los aparatos esos no son de mucho confiar... 

- Vos ves cuando. se te meten en las nubes que empiezan a cabecear por falta de estabilidad, de plafón. 

- Vos ibas por obligación, pero ¿quién tiene ganas de viajar así? 

- Era la necesidad. Pablo Pablitos era el cabeza de compañía, después veníamos Silvia del Rio y los demás, pero con unas ganas de terminarla todos. 

- Hacia fines de los sesenta y principios de los setenta ya habías hecho televisión, me contaste... 

- Sí, con Pipo Mancera y con Juan Verdaguer. Después estuve con Alfredo Barbieri y Don Pelele en un programa de Canal 9 que se llamaba Los Mosqueteros de la Risa y tenía libretos de Miguel Coronatto Paz. Actuaba con nosotros Susana Rubio que era rosarina como yo y estuvo de vedette en el Maipo. 

- Bueno, los rosarinos siempre hicieron época en Buenos Aires. Me acuerdo de la película Puerta Cerrada, donde entre Sebastían Chiola y Libertad Lamarque hicieron una trampita para que pudiera trabajar con ellos Agustín Irusta. Los tres se lucieron en aquella película y hasta hay una parte en que se pelean Chiola e Irusta y uno de ellos le mete un tiro a Libertad Lamarque. De los rosarinos en Buenos Aires habría mucho que contar y no solamente en la faz artística. A propósito, lo supiste ver al Negro Olmedo allá? 

- No. Con el que más me encontraba yo de gente de acá era con Pancho Guerrero, con Olmedo no me encontraba porque él andaba por otro lado. Cuando yo salía del teatro, me encontraba con Juan Buryuá Rey casi todas las noches. Era inamovible la historia. Nos íbamos a cenar y de allí a un café de Montevideo y Corrientes que era un estaño en aquel entonces. Nos sentábamos con vista al mar, como decíamos, porque la puerta se corría y parecía que estábamos en la calle. 

Amigos rosarinos 

- La pasaban tranquilos. 

- Miré, veíamos de todo. Por ejemplo un tipo que salía corriendo sin pagar del restaurante Pico de enfrente y los mozos corriéndolo. 

- Era otro un espectáculo. 

- Sí, era otro. Un lustrabotas que media como dos metros y tenía el cajón solo para que vos pusieras el pie, pero no tenía asiento para él que lustraba parado y con un palito. Una enana que aparecía con una guitarra cantando el vals La vieja serenata a grito pelado: "Muchachos esta noche, saldremos por los baarri0000s..." y con una caja de polvo Coty tiraba la manga de mesa en mesa. Después otra a la que decían La Argentina, que al parecer provenía de una familia de militares, andaba melindrosa y pedía vino. Entonces al florero que Bachin ponía en las mesas, Buryuá le sacaba las flores que eran de plástico, le ponía vino y ella empinaba el florero... 

- Yo iba a Buenos Aires esporádicamente y paraba en la pensión que tenía mi tía Rosa en Talcahuano 52. Por ahí alguna vez me lo encontré, sabés a quién? a Miñosi. 

- Ah, si. Marcelo Miñosi trabajó en aquel programa radial de Roberto Gil que se llamó Calle Corrientes, y después trabajó en el Radioteatro Palmolive, y después, no sé qué más, y después se vino. Después se fue de nuevo y al tiempo regresó. 

- Nos conocemos de pantalones cortos con Miñosi. Aquella vez yo pasaba por la vereda frente a un café de la mitad de la cuadra donde vivía mi tía y el salió de adentro, me conoció, me dio mucha alegría. Siento detrás mio con esa voz profunda que tiene, decir: 'Qué hacen los rosarinos, acá, en Buenos Aires?", me di vuelta y era él. Estaba Verdaguer también, pero fue todo casualidad. 

- Buryuá era un caso, buen amigo pero te tiraba el ánimo al suelo. A él lo saludaba todo el mundo pero no le daban trabajo, por ahí conseguía algo. Uno que lo ayudó fue Olmedo que lo hizo trabajar en alguna de sus películas. Yo una vez le dije: "¿Cómo 

Es posible, Juan, que a vos te salude desde el portero de la radio hasta el presidente del directorio y no enganchés nada duradero...?". Es que era muy criticón. - Me acuerdo de Buryuá también, no sé si lo he puesto en otra parte. Me acuerdo cuando estaba en el Banco Municipal. Yo trabajaba en Valores, en la Municipalidad de Rosario allá por 1952 y él estaba en Receptoría, ubicada en planta baja. Buryuá trabajaba allí como empleado del banco y el receptor era don Julio Torres que usaba sus buenos sombreros. Yo lo veía a Buryuá sumando y sumando con una maquinita a manija. Me decía "No veo la hora de retirarme con la mínima para irme a Buenos Aires. Con dos mangos y una empanada tiraría hasta conseguí trabajo en la radio o en el teatro". 

- Hizo radioteatro acá. 

- Sí, ya había estado en Buenos Aires como extra de algunas películas. Después volvió y se casó con la hija de un alto jefe del Ferrocarril que hacía pareja con él en la radio: Blanca Harrison. Entre las obras que puso en la radio había una de época donde abundaban unos duelos bárbaros a espada, que se hacían con los atriles de la orquesta para simular el sonido. 

- Sí, y también enseñó e hizo teatro y hasta bailó tangos teatralizados con su señora, linda pareja hacían... 




Tomando los tiempos 

- ¿Qué más hiciste en Buenos Aires? 

- Trabajé en el Teatro Marconi, haciendo espectáculos para niños con Victrolita, Ana María Gutiérrez, creo se llamaba. Terminaba eso y me iba corriendo a El Nacional. Antes de irme a Colombia trabajé en seis programas de televisión con Delfor. 

- ¿Ajá? ¿En La Revista Dislocada?, porque ellos antes hicieron radio. 

- Con La Revista Dislocada yo estuve en televisión. Estaban, entre otros, Agustín Castro Miranda y un grandote que cantaba tangos, se casó después con Susana Rubio, pasó a hacer comicidad y era muy pero muy burrero: Calígula. También Mario Sánchez integraba aquel elenco que, en realidad, era un elencazo. Yo le dije a Delfor que si me salía la gira a Colombia lo iba a tener que dejar, pero él me dijo que no importaba porque lo que yo hacía eran sketchs y podría reemplazarme. 

- ¿Con quién no trabajaste vos?, habría que preguntarte. 

- Con Adolfo Stray estuve en un programa que se llamaba High Life, una especie de Agente 007 en broma. Yo hacía del que iba y le traía los secretos, los informes. A mí me quería mucho Stray y yo lo quería mucho a él. Tenía una personalidad interesante... 

- Y sabía reconocer al que valía, no? 

- Pero aparte de eso a mí me hicieron un artículo en una revista, donde dijeron que yo era alumno de él, protegido de él. Bueno, también era porque yo lo conocía y congeniábamos. Pasaba por el camarín y le decía: "Buenas, don Adolfo", si contestaba con un seco "Hola, qué tal", yo sabía que no tenía ganas de hablar y seguía de largo. Si decía "Qué hacés flaquito, cómo te va?", entonces ahí entraba y conversaba. Tenía que estar tomándole el tiempo a cada uno. 

- Y, claro, la única manera de llevarse bien con todos. 

- Barbieri, por ejemplo, estaba muy sugestionado con el tema de la vida y la muerte. - Si, justamente yo he observado que al cabo de los años eso se le fue acentuando, cada vez más. 

- Vos sabés que cayó al hotel un papel que tenía publicidad de panteones. Yo agarraba y se lo dejaba en el camarín, ahí. Y entonces él salía y se paraba en el pasillo diciendo: "Quién fue!?" 

Sopa de locos 

- Yo me acuerdo que hablaba del padre y cada vez se emocionaba más. Hablaba de 

Gardel y del padre que habían muerto en el mismo accidente de Medellín y se lo notaba muy sensible. Al final se fue a morir en Puerto Rico, donde habían hecho las actuaciones casi finales Gardel y sus guitarristas. - 

- Y te cuento esto: yo apenas abría la puerta del camarin, pasaba el brazo y le dejaba el papel encima de la mesa que terna para maquillarse. Como esto era de todos los días le llegó a decir a Verdaguer que mirara a ver quién era, después le dijo al del bar también. Ponía una pandereta arriba de la puerta, cosa que si uno la movía se caía la pandereta. No obstante, yo igual pasaba el bracito y se lo dejaba ahí. Y él salía y decía cualquier cosa. 

- Se volvía loco. 

- Se volvía loco. 

- Yo tenía observada su personalidad, pese a no conocerlo sino a través de sus actuaciones y reportajes periodísticos en diarios, revistas, radio y televisión. 

- Mirá, yo pienso que, bueno, es un pensamiento muy mio y me atrevo a decirlo... Como era muy moreno ¿viste?, no era blanco ni negro. Entonces, por ahí, cuando se ponía en blanco era bueno, y hablaba de los blancos, hablaba bien. Cuando se ponía en negro le tenía bronca a los blancos y hablaba de los negros. Estaba en el medio. - Fue un tipo muy interesante Barbieri que, con todo, fue un muy buen capocómico. Yo pienso que quedó muy traumatizado con la muerte del padre, porque, además y en cierta forma, llevaba adelante la casa ya que era el mayorcito. De ahí arranca el problema. Después hizo sus cosas, su mímica, su comicidad. Pero lo que llevaba adentro, lo acompañó toda la vida. 

- Aparte le faltaba cultura sobre todo, como a Marrone también. Entonces te daba un botón y alardeaba: "El botón lo tiene por mi, porque yo se lo di...!" y en el escenario te lo decía, viste? Por ahí hacía sopa en el camarín y vos: "Aaahhh ... r, te entraba unas ganas de comer sopa y qué sé yo. Yo no tenía mi casa allá, viste?, y cuando estaba tomando la sopa que me había ofrecido, él decía cantando: "A los gritos de ¡Sopa! ¡Sopa! / la gente se mata! / Miré, vengan a ver a este que no comió sopa en su p... vidal..." y entonces la sopa me caía para la mierda, viste? 


Fuentes: extraído Capítulo 4 de la cuarta parte: LA VIDA VIVIDA  del libro Rosario era un espectáculo ¿Arriba el telón! Autor: Héctor N. Zinni de 1997.