miércoles, 13 de mayo de 2020

CESAR LUIS MENOTTI



Por Andres Bossio 


Fue uno de los jugadores—desde que comenzamos a ver a Rosario Central— más cuestionados de cuantos vistieron la casaca auriazul. Desde que debutó en primera división aquel domingo 26 de junio de 1960 (Central le ganó a Boca en Arroyito 3 a 1 y el último gol lo hizo él), cada una de sus actuaciones generó una áspera y polémica discusión en la parcialidad canalla. Cada gambeta del "Flaco"Menotti —que repetía golosamente una y otra vez— parecía darle la razón a quienes la criticaban sin piedad; pero a cada momento y desde cualquier sector de la cancha, el gambeteador empedernido y a veces caprichoso daba paso al goleador contundente y su disparo seco, mortífero, "teledirigido" a ángulo inalcanzable para el arquero contrario, terminaba con la discusión. El grito de gol ahogaba 

las quejas, las molestias, los enojos y hasta los insultos. Los cinco tantos conquistados en sus primeras trece incursiones en primera en 1960 anticipaban su condición de goleador extraña escasa por aquellos años en que empezaban a tornarse comunes las prácticas defensivas y la destrucción —por cualquier medio— de los habilidosos " de los creadores. 

Menctti se estabilizó al año siguiente como titular- Y en las tres temporadas siguientes—1961, 62 y 63— fue el goleador del equipo. La polémica nunca dejó de tenerlo como protagonista involuntario de dos opiniones encontradas. Y él respondía con roles: 14 en el 61; 16 en e! 62; 12 en el 63. Siempre precediendo a sus compañeros, algunos tan "amigos" de las redes adversarias como el "Gitano" Juárez y Pagani. En 1964 su nombre otra vez desató una tormenta cuando fue transferido a Rácing y generó dos posiciones casi irreconciliables en grupos directivos que más tarde utilizarían su nombre y aquella transferencia como argumento de la lucha electoral que desplazó a Flynn del poder para encaramar en el mismo a don Adolfo Boerio. Menotti, siempre Menotti, siempre la polémica, la duda, la crítica y el elogio, la aceptación y el rechazo.  

Pero hemos comentado más de una vez la sorprendente nobleza de la hinchada de Central. Y un día —cuando Menotti ya era un hombre aparentemente desarraigado de la entidad auriazul, cuando ya había pasado como futbolista por Rácing, Boca y equipos extranjeros (entre otros el fabuloso Santos de Pelé), cuando ya su nombre se había "universalizado", volvió al viejo predio de Arroyito, convertido en orgulloso Gigante. Ese día Menotti volvió a ser de Central. Y su nombre, junto al de Mario Kempes, fue rescatado por millares de centralistas aue estaban gritando al mundo el orgullo de tener a hombres con raíces en ese viejo y glorioso club. Fue el reencuentro de aquel muchacho de 8. partidos oficiales con la azul y amarilla, de 47 goles y una polémica que finalizó una noche de Junio de 1978, cuando miles de corazones centralistas advirtieron que dos hombres vinculados estrechamente a Rosario Central anticipaban —al golear a Peri— el primer campeonato mundial para el fútbol argentino, 

Pocos como Menotti oodrán profundizar acerca de los ocultos designios del destino. Cursaba los últimos tramos de sus estudios como técnico industrial mientras jugaba en Argentino de Las Parejas; allí lo descubrió el ojo atento de un "prócer" centralista, don Salvador Castiglione, quien lo trajo de inmediato a Rosario Central. Poco .antes estuvo a punto de enrolarse nada menos que en un club de Italia, el Udinese. Y muy poco antes también de fichar para Central estuvo a punto de hacerlo pa. ra Newell's, en cuya cancha había ya cumplido dos prácticas más que aceptables. Alguna vez Menotti se lo confesaría al colega y centralista de ley, don Alfredo O'Shea: "Conversamos extensamente (con Salvador Castiglione, su profesor en e! industrial Nº 4) y como en el fondo me tiraban los colores, me encontré un día vistiendo la gloriosa casaca" (de Central, por supuesto) - 

El signo de Menotti tenía marcada con gruesos trazos una línea bien definida que pasaba por Rosario Central. Como muchos pibes que llegaron a primera con el sueño de hacerse crack, debió soportar el apuro de la gente, algunas veces la incomprensión, las dudas y la impaciencia que caracteriza a quienes deben juzgar a los futbolistas hechos en el club. Muchos sucumben en tales circunstancias. Menotti no. Sacó a relucir la enorme fuerza de sus propias convicciones para seguir practicando el fútbol aue él sentía - que más de una vez no era el que convenía—; puso sobre la cancha todo lo que tenía y terminó primero por convencer a una parte, después por convencer a todos. 

Fue un hecho atípico dentro de los afectos de la parcialidad centralista. Pero una noche de junio de 1978, cuando ya muchos habían olvidado y otros ni conocido sus goles de cuarenta metros a Carrizo, se produjo el milagro: César Luis Menotti había "jugado" otra vez para Rosario Central. Su nombre estaba junto al de Kempes y ambos, para orgullo de los hinchas canallas, era la cuota fundamental del club de tantas glorias a la más grande gloria que podía aspirar el fútbol de un país: la conquista de la Copa del Mundo. 

Ese día un flaco gambeteador, tozudo y goleador —el mismo que tanto había sido discutido en sus domingos de pantalones cortos— no tuvo contras en la multitud que colmaba el Gigante de Arroyito; esa multitud —con ostensible mayoría centralista— le estaba dando la bienvenida a un hijo que retornaba a su hogar ingresando por la puerta grande de los afectos. 

Menotti y la hinchada canalla, desde esa noche, están otra vez juntos. Ya no hay polémicas, ya no hay dudas, ya no hay reproches. El sentimiento de los que quieren bien berré todo vestigio de aquella enconada polémica. Menotti, sus triunfos, sus logros, forman también parte de la mitología de Rosario Central. 

Fuente: Extraído de la colección de Andres Bossio