viernes, 4 de octubre de 2019

Escuela Normal No 3 de Maestros



Por Miguel Angel De Marco *





Mi ingreso a primer año de la enseñanza secundaria en la Escuela Normal N° 3 "Mariano Moreno", en la calle Entre Ríos entre La Paz y Viamonte, en un pulcro edificio hoy bastante desvencijado, se produjo en 1952. Los chicos aún vestíamos el tradicional traje gris y algunos todavía usábamos a disgusto los pantalones cortos. Era toda una odisea conseguir que los padres aceptaran que había llegado la hora de "ponerse los largos", quizá porque dar el permiso significaba para ellos reconocer que sus hijos abandonaban la niñez y entraban en el complejo camino de la adolescencia. Finalmente, supongo que a mediados de año, ya todos habíamos cumplido con esa fundamental ceremonia y concurríamos a clase sin tener que soportar las bromas de los que ya los usaban.

Algunos de los compañeros venían del ciclo primario y aun del jardín de infantes de la escuela, lo que los convertía en "veteranos", conocidos por todos los porteros, y también por el aparentemente severo pero bondadoso y hasta paternal mayordomo, "señor Cardoso". Sin ¿hibargo, todos emprendíamos la aventura de cursar cada materia con un profesor distinto, en vez de hacerlo, como hasta sexto grado, con una sola maestra.

El director de entonces, Daniel Wagner, hombre que amaba el deporte yen particular el voley, era el jefe de una familia de maestros. Su esposa, doña Delia Kaip, dirigía la Escuela Normal N° 1, y su hijo Adolfo se desempeñaba como docente en nuestra misma escuela. Tenía un trato afable, y la insolencia de algún "desorejado", como se decía entonces, lo había bautizado con el mote de "zapallito", por su tez rosada y sus cabellos pajizos. Como todos los profesores, vestía con pulcritud y se empeñaba en que ; sus "muchachos" respetaran los símbolos, honraran a los próceres y conocieran la historia y las tradiciones del instituto, cuyo primer director, en 1917, fue Aníbal Chizzini Melo. En esa misma línea estaban los demás en docentes -habrá habido alguna rara excepción- varios de los cuales habían sido alumnos en la vieja casa de la calle Mitre.

A- Wagner lo sucedió el profesor Emilio Parma, a - quien recuerdo como un hombre alto y atlético, bondadoso y comprensivo, pero quizá excesivamente amante de la

acción directa, como que cuando algún celador hacía comparecer en la dirección a dos alumnos que se habían molestado o insultado, los invitaba a dirimir sus diferencias a - puño limpio en el patio trasero de su despacho. Después de la caída de Perón, se hizo cargo de la conducción el profesor Francisco Armadá, de rostro achinado, que Eusaba cuello duro y anteojos © Quevedo. Bajo su dirección nuestra promoción concluyó sus estudios. Hace pocos meses cumplimos medio siglo del egreso.



Más allá de las bromas, algunas crueles, a ciertos docentes, y de las mil travesuras propias de esa etapa de la existencia, sabíamos que al comenzar 4° año recibiríamos una especie de investidura que nos obligaría a actuar con circunspección y responsabilidad: es que a partir de entonces seríamos "alumnos-maestros". Pondrían en nuestras manos, bajo la atenta mirada de las maestras de la escuela primaria y de las profesoras del ciclo pedagógico, la enseñanza de los niños. "Las prácticas" implicaban preparar cuidadosamente las carpetas de temas, dar clases, idear juegos, y, sobre todo, actuar como personas que constituyeran un ejemplo.

A lo largo de mi existencia me encontré con muchos de aquellos otrora pequeños alumnos que, respetuosamente, aunque nos separasen pocos años, me decían: "se acuerda cuando..." Experiencia que habrán tenido mis demás compañeros, bastante de los cuales se dedicaron a la docencia en distintos planos, practicando los principios que se cuidaban de inculcar todos y cada uno en el viejo instituto.

Muchas veces he pensado que fue un gran error eliminar el normalismo del sistema educativo. No sólo porque año a año egresaban chicas y muchachos con un titulo que les permitía ganarse el sustento, sino porque en aquellas escuelas se velaba por transmitir valores que hoy parecen adormecidos.

Como tantos, le debo a mi Escuela Normal N°3, a sus enseñanzas, a su espíritu democrático e igualitario, al temple, la seriedad, el desinterés y el patriotismo que se nos inculcaba, mucho de lo positivo que he logrado a lo largo de la vida.




*Expresidente de la Academia Nacional de la Historia. Ciudadano ilustre de Rosario.

Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia”. Fascículo N.º 59. de Diciembre de 2007.