miércoles, 30 de enero de 2019

EL SALDO DE UN DESCENSO




Por Andrés Bossio


Apagados los ecos de la eu­foria desatada en la ciudad por la obtención del título, los asociados auriazules fueron convocados a elegir nuevas autoridades. Rodríguez Araya y algunos de quienes le acom­pañaron en su exitosa gestión de 1942 —cumpliendo la pa­labra empeñada— volvieron a sus respectivas ocupaciones dejando la conducción del club a quienes eligieran sus asocia, dos. El comido realizado el 31 de enero de 1943 elevó a la presidencia del club a otro ro-sarino notorio, el doctor José E. Celoria, a quien acompañó el ex secretario de la comisión anterior, don Erland N. Ross, quien se erigiría a través de los años en uno tíe los diri­gentes más activos y lúcidos con los que contó Rosario Cen­tral. 

Al concluir su mandato un par de años después esta co­misión presidida por el doctor Celoria y trazar un esbozo de la institución que encontra­ron al recibirse en sus cargos, no faltó la mención —como correspondía a su condición terriblemente defi­citaria aquella incursión cen­tralista en la "B" de 1941, tanto como lo es ésta de 1985. Porque Central —que es un grande— beneficia con el aporte mayoritario de su pú­blico a entidades que están más abajo, mucho más abajo, en arraigo popular. Por eso aquel retorno a la primera di­visión en 1943 no trajo apa­rejado grandes cambios en el plantel, por eso no hubo obras espectaculares y por eso de­bieron postergarse muchas as­piraciones. 

Pero Central siguió crecien­do. Creció en medio de tantas carencias y necesidades. Por­que creció en la medida del afecto de su gente a su divisa, aunque ese rubro —el más importante de todos— no pue­da figurar en los balances ni se contabilice en las frías es­tadísticas. Central volvió a co­dearse con los grandes. Y los campeones del torneo de la "B" —como veremos en nues­tra próxima entrega— siguie­ron hasta más de la mitad del campeonato con el envión ga­nador del año anterior. 
Fuente: Extraído de la Colección de Rosario Central. Autor: Andrés Bossio