martes, 28 de agosto de 2018

El principio del fin



El hombre se acercó a la biblioteca, buscó un libro entre un caleidoscopio de lomos dorados, y por ultimo lo abrió sobre el escritorio: de- acuerdo al algo pasado de moda Nobiliario del Río de la Plata, un mamotreto que ocupó varios años a Carlos Calvo, los orígenes de su familia se remontad al Perú, y desciende nada menos que del azteca Moctezuma. "Hemos perdido la fortuna —confiesa Augusto Fernández Díaz (72 años)—; hace doce años, teníamos unos campos muy valiosos, que vendimos para colocar el dinero en acciones e hipotecas: en la actualidad, no valen nada. Por otra parte, la mayor parte de la clase alta, si existe, está en la misma situación: de cada diez apellidos que figuran, sólo a uno podemos incluirlo dentro de ese rubro.


Pero los infortunios de Fernández Díaz apenas disimulan su origen: la nueva clase empresaria parece ser la responsable de los descalabros económicos que azotan al patriciado. "El empresario es el producto de una injusticia —pontifica, mientras juguetea con el libro—; gracias a la fe de los accionistas, se produce el auge de las sociedades anónimas, que sólo enriquecen al empresario o al ejecutivo. El inversionista solamente recibe una parte mínima de las ganancias". Para al aristocrático Fernández Díaz las relaciones entre las clases alta y los nuevos industriales no están sujetas a ningún tipo de discrirninación, y la aceptación de los últimos responde a pautas concretas: 'Una clase alta en decadencia, como es la rosarina, no puede oponerse a una clase empresaria que tiene el poder del dinero. Además —agrega—, por el progreso industrial, las redes se han vuelto menos cerradas. Hoy en día, se realizan muchos casamientos entre miembros de la clase alta y de la clase empresaria, en última instancia, entre el apellido y el dinero".


Para algunos, sin embargo, la clase alta sigile manteniendo sus privilegios como si la hecatombe que la sumió, a partir de 1930, en la decadencia económica y política, fuese un fenómeno ajeno a este grupo. Bajo la mirada de un antepasado en lienzo, el empresario Gonzalo Colombres (56 años, casado, 5 hijos) defiende frenéticamente los bastiones de la clase alta: para el ejecutivo Colombres, que combina tradición con capacidad empresaria (una mezcla algo insólita para un miembro de la clase alta), las familias tradicionales son las que van a seguir adelante. "Los estratos altos —proclama, mientras se desplaza hacia una chimenea encendida, en su despacho de San Luis al 4800—, son un grupo cerrado, una gran famili... todos, en alguna medida, estamos emparentados, nos movemos en un mismo círculo y nos relacionamos con personas que pertenecen al mismo. La diferencia está en que la clase alta es más reducida". Definir a la high liTe rosarina, y las condiciones que se requieren para pertenecer a la secta, no ofrece dificultades para Colombres: lo principal es la "educación". A pesar de que una familia haya transitado del esplendor a la pobreza (un fenómeno de los últimos 30 años), si conserva la educación y la tradición familiar no deja de pertenecer a la aristocracia. "Aquí existe un señor de apellido tradicional —interrumpe el ingeniero Carlos Colombres—, que tiene un kiosco de cigarrillos; todo un caballero que perdió su fortuna: sin embargo, es más representativo que los miembros de la clase empresaria actual".


Hoy en día, se realizan muchos casamientos entre miembros de la clase alta y de la clase empresaria, en última instancia, entre el apellido y el dinero.


"Aquí existe un señor de apellido tradicional —interrumpe el ingeniero Carlos Colombres—, que tiene un kiosco de cigarrillos; todo un caballero que perdió su fortuna: sin embargo, es más representativo que los miembros de la clase empresaria actual".


Las dudas de Gonzalo Colornbres, en cuanto a los límites del-'huevo empresariado, son precisas, casi categóricas: la publicidad los ha llevado a un promoción desmedida que no coincide con sus verdaderas posibilidades. Hay que tener cuidado cuando los mencionamos: algunos son puro bluff'. La discriminación, no obstante, no parece ser una actitud del tradicional Colombres, que se apura en agregar: Los acepto socialmente, mientras sean individuos correctos, con ambiciones sanas, y que hayan logrado el éxito con méritos propios". No todos, sin embargo, están de acuerdo en cuanto a la definición exacta de la clase alta: para algunos, simplemente no existe, y se trata, en todo caso, de una definición abstracta que no coincide con la realidad. "En realidad no hay clase - irrumpe Alfredo Pirucho Rouillón Echesortu (65 años, casado, tres hijos); en esta ciudad la única que hay es la de los pesos. Además, los cambios no han sido radicales: los hombres actuales tienen las mismas responsabilidades de los que crearon esta ciudad".


Los candelabros, las mantillas ylos platos atiborraban la sala; los objetos antiguos reptaban por las paredes, mientras un bargueño japonés, en una esquina del salón, ostentaba una colección de estatuillas. "La clase alta está decididamente en decadencia —asegura Fernando Schlleper (59 años, soltero), en su casa de Fisherton—: ha perdido la fortuna. Sólo quedan escasas familias con dinero, y las que sobreviven, se arreglan con muy poco". Para el categórico Schlieper, la explicación de la hecatombe responde a causas específicamente económicas: el gobierno no ha sabido reconocer la ayuda que prestó el patriciado rosarino a las sociedades anónimas comprándoles las acciones, que a causa de la inflación, han perdido el valor. Los que invirtieron en bienes inmuebles y campos, por el contrario, se han enriquecido. El peronismo, curiosamente, no parece haber sacudido las estructuras de la clase alta; aparentemente, los 12 años que el movimiento político imperó en el país apenas fueron percibidos por algunos integrantes de las grandes familias. "A Perón se lo ignoró" —asegura Schlieper.


La indiferencia hacia el régimen peronista también envuelve a una testigo ancestral de la historia de Rosario: Amanda Carreras de Palenque (89 años), recalcitrante enemiga del justicialismo. "A Perón lo ignoró la clase tradicional —sentencia, mientras se acornada en un sillón Luis Felipe, tapizado de rojo—; pero no olvidamos que algunas instituciones de bien publico fueron peijudicadas por él, en la segunda presidencia. Yo lo he vivido de cerca: hace cincuenta años que pertenezco al Hospicio de Huérfanos; Perón nos quitó las subvenciones obligándonos a vender campos, que habíamos recibido como donación, para poder mantener alas niños". Sin embargo, para la dinámica Palenque, las injusticias sociales no se limitaron a la era peronista: en la actualidad, al-gimas oprobios se desploman sobre la clase proletaria. "El obrero debe tener participación en las ganancias de la empresa donde trabaja —pontifica, moviendo el dedo indice—: estoy con la socialización de la industria y del comercio". La descendiente de José Carreras, propietario de inmuebles hectáreas en el sur de la provincia de Santa Fe, se resiste, no obstante, a la socialización de las tierras. "¡No, no! —vocifera, moviendo la cabeza—; la socialización del campo llga después: primero la industria y el comercio".


Fuente: Extraído del Libro " BOOM La revista de Rosario Antología". Edición de Osvaldo Aguirre. La Chicago Editoria. Año 2013