jueves, 19 de julio de 2018

¿MARGINAL O MARGINADO?


Rosario, ciudad “ GRINGA” se sintió invadida por gente de piel oscura. El proceso migratorio fue gradual, tuvo etapas, antecedentes, pero sobre todo en la segunda mitad de la década del 40 resultó casi explosivo. Se lo veía crecer cada día y producía en el ciudadano reacciones contradictorias. Según la ideología de clase, la filiación. partidaria, o la ecuación egoísmo-humanitarismo, el "aluvión" (aluvión zoológico" lo llamó el diputado Sanmartino), podía entenderse como muestra del progreso, del protagonismo popular, del acceso de los pobres a la vida moderna; o de la demagogia y la manipulación, de la remoción de la 'escoria" social, de la imprevisión estatal, del juego irresponsable con energías peligrosas y fenómenos de dirección incierta. 

En la perspectiva de los últimos 50 años, puede afirmarse de modo estimativo que entre 1946 y 1952 hubo un período de "esplendor” en términos comparativos, para los emigrados. Trabajo abundante, buenos salarios, expansión sindical, planes ambiciosos de bienestar social. El migrante neo-urbano pudo sentirse, si no respetado cabalmente, por lo menos tenido en cuenta. Pero no debía ilusionarse respecto a su status o consideración en la sociedad El mote de "cabecita negra" podía ser usado hasta con benevolencia, pero señalaba unos límites que no había que pasar. La Piel morena marcaba al pobre y éste tenía un lugar asignado que debía respetar. La burguesía urbana se beneficiaba en cierto modo con la nueva Situación porque la elevada oferta de trabajo le resultaba económicamente favorable y, si bien algunos años el servicio doméstico, por ejemplo, se puso escaso y caro, 

después muchas mujeres tuvieron que volver a trabajar de muchachas", porque entrar en una fábrica se iba haciendo cada vez más difícil. 

A pesar de ser el principal sostén de gobiernos populares y de haber emergido hasta cierto punto a la escena social, los cabecitas negras eran ciudadanos de segunda, puesto que seguían siendo ubicados en último lugar en el plano de la sociedad (más allá de los deseos o los discursos). Una parte adicional de su dificultad para ser admitidos plenamente, la constituía el hecho de que los migrantes pobres se debatían en una lucha de normas contradictorias: entre la solidaridad y la competencia, entre la relación personalizada y el anonimato institucional, entre la propiedad privada y el usufructo furtivo, entre una ley general dura con ellos y un código' local mucho más permisivo. 

Los valores y normas morales del habitante de la villa suelen ser distintos de los del ciudadano común. La prostitución, por ejemplo se considera de manera diferente. De acuerdo con un testimonio, con la prostituta hay un trato comercial muy claro: "cuánto es?. Tanto". En cambio la gente del centro tiene relaciones sexuales 'por gusto" y eso es mal visto por el villero. 

Puede afirmarse con fundamento que el migrante rural no se margina en la ciudad. Por el contrario, él se postula como ciudadano, dispuesto a aportar su trabajo ya usufructuar los beneficios que significa la vida urbana: ocupación, vivienda, salud, educación, servicios, comodidades. La sociedad urbana ordenada y pulcra se pone como modelo del recién llegado, pero le regatea algunos (muchos, todos) de aquellos bienes en juego. Lo deja en cuarentena, sin facilitarle los medios para superar su situación. Lo hace sentir distinto porque lo considera diferente, de otra condición o calidad. Y luego, con un golpe bajo, lo condena por ser distinto.
Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario Historia de aquí a la vuelta”. Fascículo N.º 6, de Noviembre 1990. Autor: Héctor M. Bonaparte