viernes, 4 de mayo de 2018

Cuaderno del alumno

Los cuadernos de los niños, no podía ser de otra manera, resul­tan coherentes con la documenta­ción del adulto. Son verdaderos documentos personales. Leemos los variados ejercicios de aplica­ción y nos detenemos en las expre­siones: -yo opino..., -Después de estar en la biblioteca yo pensé..., -Con mis compañeros estudia­mos..., -Mi conclusión es..., -Ano­che escuché la radio y me enteré..., -Con nuestra señorita leímos en el periódico que...
Con la misma naturalidad de la expresión escrita los niños se mue­ven en el espacio de la hoja del cuaderno, nada detiene al pincel que pinta directamente olvidado de los renglones y falsas convencio­nes. Esta libertad, estimulada por el reconocimiento que se tributaba al trabajo hecho con dedicación y amor por parte de maestros y com­paneros, sin compulsión horaria ni temor por evaluaciones arbitrarias trajo, según podemos ver en los cuadernos de clase, prolijidad, ca­ligrafía cuidada y buena ortografía. No se observan correcciones que resaltan el error; suaves marcas hechas con lápiz por la maestra señalan algunas incorrecciones (sólo las faltas de ortografía más serias y reiteradas, o errores de concepto). Encontramos, eso sí, notas escritas y allí sí la maestra se evidencia: son mensajes com­prometidos, alientan pero no esca­timan la critica franca y directa. Percibimos el compromiso mutuo maestra-alumno por superar la ca­lidad del trabajo. No tienen doble mensaje ni agresión, apuntan a marcar situaciones concretas su­giriendo las posibles soluciones. La nota no es castigo ni motivo de vergüenza, es un alerta para bus­car ayuda entre sus compañeros, maestras, amigos o un llamado a la propia responsabilidad. Causa admiración leer en estos excepcio­nales cuadernos de clase, las autocorrecciones de los niños; espon­táneamente se escriben mensajes exigiéndose mayor atención o "autocastigarse" con la realización de alguna tarea extra para fijar algún conocimiento ("...debo hacerlo en casa hasta que me salga bien"... "repetirlo tres veces asi no me lo olvido"...). Son cuadernos poco vo­luminosos, verdaderas herramien­tas de trabajo y no "constancias del aprovechamiento del tiempo". No observamos rutinas de fechas, tí­tulos y materias, no hay datos superfluos ni copias mecanizadas. Existe coherencia y continuidad en el registro y elaboración de los da­tos o temas estudiados. Calenda­rlos del tiempo, registro de la direc­ción del viento, fases de la luna, descripción de plantas y animales, sensaciones y recuerdos persona­les estimulados por música o pin­tura, funciones de títeres, entre­vistas a vecinos, planos de excur­siones... todo lo que ofrecía, suge­ría y enseñaba la escuela, está de­tallado en estos cuadernos con el lenguaje de cada niño y para su gozo o disgusto personal.
Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario Historias de aquí a la vuelta. Fascículo Nº 19. Autora. Amanda Paccotti de marzo 1992