viernes, 13 de octubre de 2017

ALGUNAS CALLES

Por Héctor N. Zinni



Aparente desorden


Del crisol vital que las calles representan, siempre nos interesó en forma especial el ambiente de las cortadas y pasajes. Allí todo parece más intimo - con sus ventajas y desventajas -, todo es más "de uno". El microclima se favorece en su constante mostrarse. Las cortadas son verdaderos refugios urbanos en el bullir sin pausa de la ciudad.

¡Cuántas variantes...! Qué de expresiones...! ¡infinidad de realidades! Rosario es una ciudad en la cual la presencia de cortadas y pasajes es protagonista fundamental. Hay barrios enteros cuyo trazado casi se resuelve en la alternativa rítmica de calles y cortadas: Arroyito, Tiro Suizo, Echesortu.

La posibilidad de mostrarse a la gente no tiene fin en sus diversas variantes, y, si bien no es posible conocerlas a todas o al menos eso lleva mucho tiempo, muchísimo tiempo, si en cambio podemos tentarnos con citar a algunas de ellas sin un orden de prioridades, sin un orden de preferencias: simplemente dejándonos llevar por ese aparente desorden de vivencias múltiples que significa recorrer y conocer la ciudad...

Hay aquellas que parecieron sensualizarse en la curva de su trazado. En una ciudad resuelta casi en su totalidad con calles de eje recto, encontrar aquellas que se desenvuelven al ritmo de una curva es un signo distinto. Cuando ese signo se implanta en una cortada, y es absolutamente único, su impacto es mucho mayor.

Secas y ajardinadas


En el viejo pasaje Rosarino, que nace en 24 de Septiembre al 1000, cumple con el capricho de hacerlo según los dictados de una media luna que, apuntando al sur, cambia en noventa grados su direccionalidad para cruzar con Sarmiento y continuar por algunas cuadras, recto y sin desvíos, hacia donde se pone el sol... Otra variante de este tipo une la calle Córdoba con la intersección de Santa Fe y el bulevar Avellaneda.

Hay cortadas "secas", y otras ajardinadas. Las hay amplias, mientras algunas semejanzas se complacen en expresar su estrechez. Algunas parecieran no tener fin, contrapuestas al breve recorrido de otras cuya fuga se resuelve en el telón de fondo que les presta una pared de cierre. Otras muestran en el horizonte culminaciones visuales inesperadas, insólitas, no habituales.

Las cortadas de Arroyito, algunas con sus aún visibles y cálidos adoquinados, se resuelven según las reglas de la máxima aproximación entre sus lineas municipales acompañadas por sus veredas angostas.

Telones de verde

El pasaje Amelong, en Ocampo al 1000, resume en sí mismo tres o cuatro de las características apuntadas. La amplitud visual basada en lo insólito del ancho de sus veredas para una arteria de sólo cien metros de vida, la alegría de sus árboles y su persistente pulcritud general fijan desde el vamos su carácter.

La cortada Marcos Paz también se caracteriza por su angostura, mientras que casi pierde su condición de "cortada" ya que su vida transcurre de este a oeste por más de veinticinco cuadras. En cambio el pasaje Rouillón, en Callao al 500 es un bolsón de único ingreso: su solución en "cul de sac" y su ancho exiguo le dan características únicas, aunque no es excluyente en la ciudad. Quienes viven en las casas que marcan su comienzo, son verdaderos guardianes de su acontecer. Ingreso y egreso se resuelven en un solo punto.., la pared de fondo es pantalla en donde se reflejan las expectativas de su vida interior.

El pasaje Madrid entre Mitre al 3300 es seco, descarnado, prolongado hacia el oeste por varias cuadras, pero en cambio en su cierre este, muestra un telón de fondo insólito, creemos que único en la ciudad - al menos hasta ahora no conocemos otro igual - ya que culmina en la vista de la torre de la Iglesia San Antonio...

Otras cortadas rodean plazas y se enriquecen con el verde de su espacio, con la alegría de sus flores: en San Martín y Ayolas, en Alberdi (Santos Dumont), en Sarmiento al 2900 frente al Hospital de Emergencias, en la cortada Barón de Mauá, junto al Centro Cultural.

Cortadas de niñez

Quizá el único cruce de cortadas en la ciudad está en su mismo corazón: Ricardone y su transversal el pasaje Araya caracterizadas por el extraño telón urbano conformado por las espaldas del Teatro La Comedia...

Y así podría continuarse y seguramente lo haremos en futuras ocasiones. Por su intimidad, por su calor humano, rendimos nuestro modesto homenaje a las cortadas de la ciudad corporizadas en la que nos sirviera de abrigo en nuestra niñez adolescente... Por eso, nuestro "Poema para mi barrio", hablaba de ellas de este modo:

"Barrio de cortadas y pasajes que dibujan un alto en el camino del que va, y es sin serlo, un solitario, un recuerdo, un remolino...

"Lo íntimo se encierra en su existencia bajo el sol del verano o el gris frío... Su vida breve y cargada de misterios, guarda ecos de magias y de niños...

"¿Una curva que se envuelve en su trazado? ¿Un reflejo en un charco, que nos acerca al cielo?...

"Quizás el brío de los juegos infantiles en la casa paterna, o en el río de cantares y de voces del pasado que acunaron mis sueños sin fronteras en el vientre fraternal de algún pasaje?

"- Una reja, tal vez? ¿ La de mi casa enriquecida en un encaje? ,.Algunas llores que cual gemas resplandecen en la luz?

"El horizonte cercano que los cierra?...

"¿ Y la locura y la alegría de don Pietro, con sus rieles y martillos bullangueros atronando el aire con sus golpes en la noche despierta de Año Nuevo?

"¿ Y doña Linda barriendo la vereda?...

".Don Rossano trabajando la madera en su sagrado taller de carpintero?...

"Oigo el grito de mi madre que me llama, en el silencio de una siesta de verano... Una siesta de pelota y escondida, o una piba tomada de la mano..."

...Y pensamos que pueden ser motivo de otra nota los relatos inspirados en la realidad contrapuesta de dos de estos protagonistas: la cortada Santa Cruz y el pasaje Monroe.

Como también puede ser motivo de recordación la ignota cortada José Martín, ubicada en la calle Tucumán entre Vera Mujica y Crespo, donde el abuelo del que esto escribe plantó una casilla al fondo sombreado de higueras y formó allí su familia. Mientras sus hijos se desaparramaron, mis abuelos nunca se movieron de ahí. Cuanto más se mudaron a la Escuela Técnica de Maquinistas Carlos Gallini, que aún está en la esquina de entrada, para ocupar el cargo de caseros por muchos años, hasta que se murieron los dos. Primero mi abuela, doña Carolina Ferraris, en 1943, y en 1950, mi abuelo don Felipe Zinni, que era abrucés, oriundo de Casalbordino, provincia de Chietti, Italia. Mi abuela era piamontesa, de Alessandria y tenía el carácter fuerte, todo lo contrario de don Felipe que era tranquilo y apacible.

En aquella cortada, que se llama José Martín porque el primero que la habitó fue un vasco francés del mismo nombre y apellido, vivía doña Felisa, vecina que ofició de matrona en el nacimiento de los nueve hijos que tuvo doña Carolina quien a su vez, hizo lo propio con el alumbramiento de los vástagos de doña Felisa. Vale decir que los hijos de ambas fueron cortados por la misma tijera, como se afirmaba entonces.

El telón de fondo de aquella cortada - al decir de Bonacci -, detrás del paredón que la cerraba, de la casilla y de las higueras, era la parte de atrás de la casa de los Garassino, familia que estaba en buena posición. Todo lo contrario de mis abuelos cuya pobreza era tanta que cuando aparecían las brevas en las plantas, salían todos los hijos a vender higos.

Yo podría contar muchas más cosas, pero para no alargar demasiado este asunto diré que aún se mantienen frescas en mi memoria aquellas reuniones familiares de

Navidad y Fin de Año cuando se realizaban los almuerzos y las cenas en el patio de la casa de la escuela. La mesa larga, provista por toda la familia de comida, pan dulce, turrones, avellanas, nueces, fruta abrillantada, vinos, sidra, los infaltables sifones de soda y las castañas asadas que hacía mi abuela...

Después de tomar el clericó, los chicos salíamos a jugar a la vereda haciendo sonar inofensivos petardos que venían en cajitas, o chisporroteábamos los raspa-raspa contra la pared de afuera y también describíamos círculos luminosos en el aire con las famosas estrellitas. Años de risas y de inocencia, en aquel barrio de familias numerosas y alegres y trabajadoras, como los Masson - cuyo apellido llevaba la cortada donde vivían -, como los Heredia y como tantos otros que el tiempo fue llevando al país

Mientras templa su guitarra, Martín astro parece revivir la misma fe de otras épocas

Notas
1 Radiolandia, Año XIV, N2 640. Bs. As., 22/6/1940.
2 Mundo Argentino, Año 53, N2 2186. Bs. As., 7/1/1953. Martín Castro falleció el 7/4/1971 casi nonagenario. V. además, del autor: Prostitución y Rufianismo. 35 Edic., Ed. Fund. Ross., Pág. 162 y 166.
3 José Mario Bonacci. Cortadas y pasajes. La Capital s/f. Rpr. en SupI. N5 4 de Historias de Bolsillo, N9 30. Rosario, abril 1993.

Fuente: Fragmento extraído de Libro “Barrios de Tango y otras Yerbas de Héctor Nicolás Zinni . Ediciones Del Viejo Almacén . Año 1997