martes, 12 de septiembre de 2017

GARDELLI, Raúl. Periodista y escritor ( 1916-2002)

Por Marcelo Castaños.
CUANDO EL OFICIO
Hombre de profunda cultura, fue jefe de Redacción de La Capital  y autor de textos entrañables, donde el rigor se abrazaba estrechamente con la erudición y una inconfundible ironía
Mil novecientos noventa y dos. El hombre ingresó a unidad coronaria (no era la primera vez que sorteaba la muerte ni sería la última), y muchos, él entre ellos, pensaron que no viviría diez años más como ocurrió. Pidió papel y esbozó lo que sería más tarde una nota conmovedora sobre las enfermedades de la infancia, publicada el 13 de octu­bre de 1992 en La Capital y rememo­rada el día de su muerte.


Raúl Gardelli fue así de auténtico, y la anécdota lo pinta de cuerpo entero como un hombre que no podía dejar de generar escritos, plasmar ideas, moldear figuras, recordar historias que se volvían textos. 

Fue periodista y escritor, dicen que em­pezó su carrera de escritor siendo grande, algo que es verdad sólo a medias, porque sus columnas ya estaban llenas de litera­tura aunque se volcaran en papel prensa. Se lo recuerda como un gran cultor de la amistad, del diálogo franco, de la enseñan­za, aunque siempre tuviera la capacidad de poner a su interlocutor en un plano de horizontalidad intelectual. 

Era un hombre ávido de diálogo, sobre todo con los más jóvenes, un hombre —en palabras de Mario Acoroni— de personali­dad discreta, despojada de acartonamien­tos, de fina inteligencia y cortesía. Luis Etcheverry lo definió alguna vez como un hombre "admirado y respetado por todos los que lo leen y los que lo conocen, mucho más todavía por aquellos que hacen periodis­mo", que aprendieron "los secretos de un oficio que nunca termina de develarse en plenitud para quien lo asume con responsabilidad y mente abierta".
Nació en 1916 en la zona rural de Carmen del Sauce, pero a los tres años ya era rosarino. En 1939 conoció La Capi­tal, donde empezó a trabajar, llegó a jefe de Redacción y tras retirarse siguió como colaborador. También dirigió La Tribuna y fundó la Revista de Artes e Ideas. Fue director de Cultura de la Municipalidad y trabajó en el área cultura de la  Bolsa de Comercio.
De sus columnas en este diario se destaca la sección "De un quizá vez con reflexiones que iban desde a la vejez, de la literatura a filiales, o sobre las cartas que le enviara Victoria Ocampo, con quien tuvo amistad.
Y es cierto que ya pisaba cuando publicó su primer libro “El árbol, el yermo y los libros", elogiado por Manuel Mujica Láinez, César Tiempo y Arturo Capdevila. Y que pasaron 27 años hasta "Memorias olvidadas" (1991). Los últimos años de su vida terminaron por ser los más fructíferos de su literatura, con “Esa prueba  soledad" (1996), "La botella compartida” (1997) y "Conmovida memoria”(20029
 Un año antes de su último libro volvió a terapia y allí surgió "Memoria inciertas casi irreales", otro texto profundo que plamó en  "De un quizá vano discurrir. Cuando presentó "Conmovida memoria” a despedirse. Dijo que era el último libro inició un itinerario de llamados a muchos para que no dejáramos pasar  un café . Falleció el 30 de septiembre de 2002.
Dejó textos para el disfrute pero dejó mucho más para su entorno, que lo escuchó hablar con frecuencia de las cosas más hondas y con profunda chipa de cotidiano. En palabras de Fernando Toloza "la imagen que lo seguirá definiendo para siempre es haber leído a Borges por primera vez en una caja de fósforo, cuando era un niño. Esa magia de saber encontrar destello de belleza y emoción es su mejor herencia.

Fuente: Extraído de la Revista de la Capital del 140 aniversario - 2007