martes, 11 de julio de 2017

ALFREDO AUGUSTO FOGEL


Ningún centralista de ley reputaría auténtica una histo­ria de los últimos cincuenta años de la entidad si en ella faltara una mención muy es­pecial para quien fuera uno de sus más genuinos represen­tantes: el señor Alfredo Augus­to Fogel. Tuvo una vocación, el fútbol, y un destino que ja­más quiso torcer: Rosario Cen­tra!.
Desde la vecina ciudad de Pérez —entonces sólo un ca­serío, con talleres ferroviarios y gente humilde y de trabajo— llegó a Rosario Central a me­diados de la década del '30 con la ilusión de vestir la ca­saca de Rosario Central en pri­mera división. A poco de estar y tras haber jugado en la cuar­ta división, el sueño se le cum­ple: debuta en primera y con una gran responsabilidad: Al­berto Espeche, jugador tucu-mano de gran categoría, pero de equívoca conducta posibili­ta con sus intempestivas au­sencias (lo llamaban "el rey de las fugas") la irrupción de esc jovencito fornido, a quien de inmediato y por el color de su cabello la popular centralis­ta bautizó como "el colora­do". Ese era Fogel, el chico de Pérez que supo aprovechar la oportunidad.
Ya en 1939, al editarse la revista del 50? aniversario del club señalábase que "Fogel es el jugador que se hizo en base de voluntad, ya que sus prime­ras actuaciones en primera di­visión no pasaban de discre­tas". No sabemos si fue así. Lo que sí sabemos es que mu­chos años después, cuando la mayoría de los jugadores en­traban enMa curva declinante de su rendimiento, supimos ver a un colorado fogoso, leal, incapaz de hacer un lujo inne­cesario como también imposi­ble de ser sorprendido en un error. Era el jugador prototípico hecho en el club, por pinta, por presencia, por respeto de su tribuna, de sus compañeros y de sus propios adversarios, tanto como de los arbitros, que jamás tuvieron que reprochar­le una jugada brusca o una ac­titud antideportiva. Fogel lo hacía todo así, de la manera más sencilla y más derecha. Por eso Ningún centralista de ley reputaría auténtica una histo­ria de los últimos cincuenta años de la entidad si en ella faltara una mención muy es­pecial para quien fuera uno de sus más genuinos represen­tantes: el señor Alfredo Augus­to Fogel. Tuvo una vocación, el fútbol, y un destino que ja­más quiso torcer: Rosario Cen­tra!.
Desde la vecina ciudad de Pérez —entonces sólo un ca­serío, con talleres ferroviarios y gente humilde y de trabajo— llegó a Rosario Central a me­diados de la década del '30 con la ilusión de vestir la ca­saca de Rosario Central en pri­mera división. A poco de estar y tras haber jugado en la cuar­ta división, el sueño se le cum­ple: debuta en primera y con una gran responsabilidad: Al­berto Espeche, jugador tucumano de gran categoría, pero de equívoca conducta posibili­ta con sus intempestivas au­sencias (lo llamaban "el rey de las fugas") la irrupción de ese jovencito fornido, a quien de inmediato y por el color de su cabello la popular centralis­ta bautizó como "el colora­do". Ese era Fogel, el chico de Pérez que supo aprovechar la oportunidad.

Ya en 1939, al editarse la revista del 50? aniversario del club señalábase que "Fogel es el jugador que se hizo en base de voluntad, ya que sus prime­ras actuaciones en primera di­visión no pasaban de discre­tas". No sabemos si fue así. Lo que sí sabemos es que mu­chos años después, cuando la mayoría de los jugadores en­traban en curva declinante de su rendimiento, supimos ver a un colorado fogoso, leal, incapaz de hacer un lujo inne­cesario como también imposi­ble de ser sorprendido en un error. Era el jugador prototípico hecho en el club, por pinta, por presencia, por respeto de su tribuna, de sus compañeros y de sus propios adversarios, tanto como de los arbitros, que jamás tuvieron que reprochar­le una jugada brusca o una ac­titud antideportiva. Fogel lo hacía todo así, de la manera más sencilla y más derecha. Por eso vergüenza, por pu­dor centralista.
Fuente: extraído del libro de la historia de Rosario Central . Autor Andrés Bossi