viernes, 2 de junio de 2017

MARADONA ESTEBAN LAUREANO – MEDICO ( 1896- 1995)

Por María Laura Cicerchia

Un día de 1935 eligio quedarse en un remoto paraje del norte de Formosa y Así inicio a una leyenda. Su abnegación iba de la mano de la humildad y su conocimiento. Los aborígenes lo veneraban

El hombre que perdió el tren
El tren hizo un alto en un paraje perdido en el monte formoseño. Era 1935. Unos lugareños se acercaron a la formación buscando ayuda para una mujer que agonizaba por un parto complicado y un esmi­rriado pasajero de 40 años acudió al pedido: abandonó su viaje a Tucumán y se internó en sulky entre las malezas para salvar a la esposa de un empleado ferroviario que dio a luz a una beba.
 
Esteban Laureano Maradona dejó par­tir ese y muchos trenes más de los que pa­saron por Estanislao del Campo: 52 años permaneció allí ayudando a los olvidados del poder, curando y alfabetizando a los in­dígenas. Allí forjó una tarea que le valdría distinciones (de las que renegaba) y dos nominaciones al Nobel de la paz.
 
En la vida de los hombres ilustres hay un momento mítico. En la biografía de Maradona fue cuando el­ azar tropezó con las ruedas de un tren. En la imagen de ese viaje interrumpido se revela el alcance de su elección: pudo optar por una vida cómoda, pero rechazó un ofrecimiento de trabajo en Buenos Aires para quedarse medio siglo en un pueblo sin agua ni elec­tricidad, sin aceptar jamás pago por sus cu­raciones. Se radicó entre indios y criollos harapientos, en una casa de ladrillo sin re­vocar, alero de chapa y un solo cuarto que fue laboratorio, consultorio y hospital.
 
Maradona fue el noveno de 14 herma­nos. Se recibió de médico en Buenos Aires en 1928 y dos años después instaló un con­sultorio en Resistencia. Sus disertaciones sobre legislación laboral le valieron la per­secución en la dictadura capitalistas me tenían e recordaba esos días). 

En condujo a Paraguay, a su novia a manos de la solitario, no se volvió a e paraba con el coatí, "que anda solo”
 
La selva vio envejecer asombrosa al "hombre que perdió el tren como lo llamaron. Apenas superada en medio y medio de estatura-pañuelo blanco al cuello sombrero, se ganó la confianza de los tobas, matacos, mocovíes y pilagás. Vivió pobre y rechazó premios. Escribió e ilustró libros de lingüística, sociología, etnografía, animales y plantas de la región.
 
Rosario lo recibió a los 91 años. Pasó últimos años de su vida en la casa de su sobrino nieto, en Castellano el 14 de enero de 1995. Casi cien años, la ciudad lo reconoció como hijo ilustre.
 
A pesar de su humildad, Maradona se convirtió en personaje en un escenario olvidado. El mismo que hoy ve el drama de indios expulsados por el desmonte.

Invirtió todo en mitigar la miseria de esas vidas invisibles. De quienes se consideró alumno: "Les construí a a cambio, me dieron otra visión del mundo .Yo aprendí mucho y as vida, cursando la universidad de los indios” Quienes lo bautizaron Piognak ( doctor Dios) aunque él eligiera presentarse con "el desconocido de la selva” o “ el médico zaparrastroso" del norte argentino.
Fuente: Extraído de la Revista del diario “ La Capital de los 140 aniversarios” . De 2007