miércoles, 31 de mayo de 2017

LOLA MORA

Escultora, nacida en Tucumán el 22 de abril de 1867. Fue su padrino de bautismo Nicolás Avellaneda, más tarde Presiden­te de la República. Era una niña cuando perdió a sus padres, pe­ro sus condiciones comenzaban a destacarla y cultivó la pintura hasta que el gobierno provincial le otorgó una beca para conti­nuar sus estudios en Buenos Ai­res. Allí logró nueva ayuda ofi­cial destinada a solventar su perfeccionamiento en Europa, adonde viajó en 1897, con trein­ta años de edad, munida de car­tas de recomendación para el Mi­nistro argentino en Roma. Un tiempo después el general Roca intercedía para que se le prolon­gara la subvención, dada u la pro­vechosa labor que estaba cum­pliendo". La permanencia en Ro­ma influyó de manera decisiva en su orientación: dejó la pintu­ra por la escultura. Estudió con los maestros Barbella y Monte-verde, y pronto instaló en Roma su taller visitado por personali­dades como la reina Margarita y el general Roca. Se había casado con el pintor argentino Luis H. Hernández, pero su matrimonio fracasó. Tenía ya renombre con­tinental y ganó un concurso in­ternacional realizado en San Pe-tersburgo, Rusia, pero le exigie­ron **que debería tomar la ciuda­danía de ese país renunciando a la argentina". Eran las condicio­nes para firmar el contrato. Pero ella se negó rotundamente u pre­firió perder esa brillante oportu­nidad para su carrera artística. Los bocetos de la obra fueron tra­ídos a Buenos Aires y aceptados por la Municipalidad, que auto­rizó la construcción del basa­mento de la fuente de las Nerei­das en el Paseo de Julio. Las figu­ras fueron ejecutadas en Europa y la obra inaugurada en 1903.
Los desnudos femeninos origi­naron una campana contra la fuente, que fue trasladada a la Costanera, en ese tiempo desier­ta. La vida y obra de Lola Mora eran objeto de permanente críti­ca, pero ella continuaba traba­jando. En 1904 hizo dos altorre-lievespara un edificio de Buenos Aires, ubicados después en la Ca­sa de Tucumán, ciudad donde también se encuentra su gran es­tatua de La Libertad, además de numerosas obras (las realizadas para el fallido monumento a la Bandera en Rosario) disemina­das por muchos lugares del país. Su idealismo e imaginación la hicieron emprender proyectos destinados al fracaso, como ex­ploraciones mineras en Salta. Volvió a Buenos Aires con la ra­zón perdida e impedida de ganar su subsistencia. En 1935 quisie­ron reparar los daños que le ha­bía inferido la vida y la incom­prensión de su tiempo, pidiéndo­se al Congreso "una modesta pen­sión para la primera escultora argentina". Pero el proyecto lle­gó tarde pues Lola Mora falleció poco después, el 7 de junio de 1936. En 1977 sus restos fueron trasladados a Tucumán. (Diccio­nario de Mujeres Argentinas, Lily Sosa de Newton, editorial Plus Ultra, Bs. As. 1986.)

Los subrayados pertenecen al autor de este trabajo.

Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, Historias de aquí a la vuelta”. Fascículo Nº 1 . Autor. Hector A. Sebastianelli. Abril 1991