martes, 21 de marzo de 2017

CRIMEN EN EL SENADO

Por Héctor N.Zinni




Los hechos en el Senado ocurrieron de esta forma. La iniciativa de Lisandro de la Torre sobre el problema de las carnes argentinas, partiendo del controvertido acuerdo Roca-Runciman, derivó en la constitución dé una comisión investigadora que debía determinar, entre otras cosas, si los precios que pagaban los frigoríficos en la Argentina guardaban relación con los que obtenían en sus ventas en el exterior. Finalmente, el organismo parlamentario produjo dos dictámenes. Uno, el de la mayoría, reconoció la existencia de una combinación monopolista en el comercio de la carne al exterior.

El otro, de la minoría, firmado por Lisandro de la Torre, fue mucho más lejos, alegando que la perpetuación de dicha política servía al interés de los frigoríficos extranjeros y contrariaba el interés nacional. El pronunciamiento del político demoprogresista argumentaba que "la industria más genuina de! suelo argentino, la ganadería, se encuentra en ruinas, por obra de dos factores principales: la acción extorsiva de un monopolio extranjero y la complicidad de un gobierno que a veces lo deja hacer y otras lo protege directamente".

Toda la dialéctica de Lisandro de la Torre se vuelca, posteriormente, en el recinto del Senado: allí lo esperan, para rebatirlo, el joven ministro de Hacienda del presidente Justo, Federico Pinedo, y el ministro de Agricultura, Luis Duhau. Las sesiones de la Cámara —están en el recinto Alfredo Palacios, Mario Bravo, Eduardo Laurencena, Robustiano Patrón Costas y Antonio Santamarina, entre otros— se han venido desarrollando por largos días en este mes de julio de 1935, un año en que, entre otros hechos —como el descubrimiento de la vitamina K por el norteamericano E. A. Dais y el dinamarqués C. Dam—, Benito Mussolini ataca a Etiopía, se incorpora a la gobernación de la provincia de Buenos Aires —tras la abrupta salida de Federico Martínez de Hoz—el doctor Manuel A. Fresco, y, la Argentina obtiene el segundo puesto en el Campeonato Sudamericano de Fútbol, detrás de Uruguay.

De la Torre zahiere implacablementea los ministros de Justo, percibiéndose el clima de la tragedia en el recinto del Senado, inusualmente desbordante de público. En el palco bandeja de la izquierda están los dos actores fundamentales de lo que ocurrirá después: Bordabehere y Ramón Valdéz Cora, víctima y victimario. El encrespamiento en el recinto ha llegado a su punto más agudo. Las expresiones "insolente", "cobarde", están en los labios de de la Torre y de Pinedo. Alfredo Palacios trata de apaciguar: "Si las injurias se siguen contestando con injurias no va a acabar este debate..

Por fin, una expresión irreproducible de Lisandro de la Torre, genera un tumulto y el desplazamiento del legislador hasta el hemiciclo donde están Pinedo y Duhau. Se advierten empujones: de la Torre y Duhau caen al piso. Las manos de más de un legislador buscan el revólver guardado en a cintura. Al acercarse el senador electo por Santa Fe, Enzo Bordabehere, con el fin de ayudar a de la Torre a incorporarse, es seguido por un individuo que se ha adelantado desde el estrado presidencial y que, por la espalda, dispara a quemarropa varios balazos. Los fogonazos del revólver del asesino espantan al público que sigue las alternativas del debate desde los palcos altos. Más de un periodista se guarece detrás de las columnas del recinto. La esposa de Federico Pinedo, presente en un palco, sufre un desmayo.1

En medio de la confusión Valdez Cora trata de escapar, dirigiéndose a la sala de periodistas del Senado, lugar hasta donde llega el vozarrón de Palacios: "¡Detengan a ese asesino.! .1". "En plena sesión del Senado sonaron cuatro tiros y cayó herido de muerte el doctor Bordabehere alcanzando una bala al ministro de Agricultura", anuncia La Nación al día siguiente, informando luego en varias páginas que a las cinco y diez de la tarde fallecía en el hospital Ramos Mejía el senador electo, que Duhau había sido herido en una mano sufriendo además la fractura de tres costillas, y que el asesino, identificado como Ramón Valdez Cora, ha sido atrapado cuando trataba de escapar del Congreso.

Otra de las consecuencias del famoso debate es el duelo entre Pinedo y de la Torre, quienes han intercambiado duras frases en momentos previos al asesinato de Bordabehere. El lance, que es a pistola, se registra a las 8.27 de la mañana del 25 de julio en terrenos del Colegio Militar, cerca de la estación El Palomar. Dirige el duelo el general Adolfo Arana. "A la voz de fuego! —informa La Prensa en su edición del día 26— se volvieron, enfrentándose los dos adversarios, que realizaron la conversión con evidente simultaneidad, y las tres rápidas palmadas que siguieron marcaron el instante de los disparos. La pistola del doctor de la Torre disparó primero, cuando aún estaba dirigida hacia arriba. El arma del doctor Pinedo disparó milésimos de segundos después, cuando el brazo del duelista estaba extendido en apreciable aproximación de la horizontal, pero evidentemente desviado hacia su derecha".2

La versión que da Crítica en su edición del mismo jueves 25 de julio, difiere de la que dará La Prensa al día siguiente y que ya hemos transcripto. Dice Crítica: ". . .Una intensa emoción dominó a los presentes. El doctor Pinedo, que había permanecido sobriamente sereno, giró sobre sus talones y disparó un tiro que resultó un tanto alto. Al doctor de la Torre, en cambio, se le vio volver dos veces la cabeza, para observar la actitud que asumía el doctor Pinedo. Después forcejeó un poco agitadamente el arma, como si se le hubiera atrancado. Cuando giró e hizo fuego, su tiro resultó excesivamente alto. Dio la impresión de que el disparo se le hubiera escapado. Pero momentos después, antes las felicitaciones de sus amigos, explicó: - ¡Cómo iba a tirar sobre el cuerpo!—".

Descargadas las armas, el general Arana, con palabra enérgica y espaciada, como si se dirigiera a un regimiento, hace la tradicional invitación para que los duelistas se reconcilien. El doctor Pinedo contesta categóricamente "- ¡Me niego!...... El doctor de la Torre, contesta a su vez, y con su habitual tono vigoroso: "—Yo jamás he sido amigo del doctor Pineda—".3

El entierro de Enzo Bordabehere en Rosario es imponente. Una multitud de más de 70 mil personas forma cortejo y lleva el féretro a pulso hasta el cementerio El Salvador. En ese lugar, el gobernador de la provincia de Santa Fe, Luciano F. Molinas, encabezando una larga lista de oradores,destaca la gravedad  del crimen que ha tenido por escenario el Senado,porque un  episodio de esa naturaleza "no se conoció nunca en los recintos legislativos, ni en las horas más agitadas de nuestra organización política—. Bosqueja la vida de Bordabehere, "ejemplo de militancia nacional no obstante ser de origen uruguayo", y advierte que se infiltra "en el alma de la República una cuota de profundo escepticismo, que nos hace mirar con recelo el porvenir".

Mientras tanto, según Crítica, "el asesino Valdez Cora simula inocencia como un gran actor dramático". El diario comenta, además', que el criminal, si bien ha nacido en Santa Fe, ha pasado la mayor parte de su vida en Entre Ríos donde su padre Miguel Valdez, desempeñara funciones de jefe de policía primero en Victoria y luego en Nogoyá. Pese a tener dos hermanos abogados —José y Carlos—, Ramón había dado muestras de su poca afición al estudio. "Sólo contaba once años de edad, cuando en la ciudad de Victoria, a raíz de una incidencia por el juego de un cometa, mató a un compañero de colegio". Con el tiempo llegará a ser comisario de policía.

Por otra parte, "es un individuo adiposo, cuyo exterior aparenta ser el de un más o menos buen padre de familia. Pero observándolo más detenidamente, se encuentran en él los rasgos que un psiquiatra clasificaría de característicos en los mitomaníacos. A falta de una cultura especial, la reemplaza por una burda expresión que le permiten sus gestos. De vez en cuando, cuando se siente, observado, inclina la cabeza con aire de gran pesadumbre. Luego la balancea de un lado para otro, como denotando su propia incredulidad ante las circunstancias en que se encuentra.

Esos dos gestos, los únicos que ha visto hacer, ya a los culpables, ya a los inocentes, en los calabozos de sus comisarías, los repite hasta el cansancio, pero falta en el aire de los gestos ese dejo de sinceridad que se ve en los inocentes verdaderos, ese balanceo recio que tiene mucho de llanto y mucho de rabia. Valdez Cora no tiene rabia ni llanto. Su estampa es la de un hombre ufano y confiado, que sabe que es necesario fingir inocencia, aunque las pruebas lo lleven al terreno de las paradojas, tales como las de, siendo un ex policía, no detener al autor de un hecho sino luchar con él para arrebatarle el revólver y guardarlo. ....4




Entretanto, el gobierno produce un acto singular: acepta la renuncia de Federico Pineda por un decreto y a continuación, por otro decreto, lo vuelve a designar en el mismo cargo fijando el día 26 a las 17 "para que el designado preste juramento". Ese mismo día, Ramón Valdez Cora confiesa ser el autor del crimen ante el juez Miguel Jantus, afirmando que ha obrado "por impulso propio en un momento de ofuscación y en defensa de amigos políticos". Por otra parte, el matutino Libertad, órgano del partido Socialista Independiente al que pertenece Pinedo, inicia una campaña para demostrar que Bordabehere ha sido un provocador descontrolado, protagonista de hechos de violencia cuando quería salvar situaciones personales insostenibles.

El Senado designa una comisión integrada por Mario Bravo, Juan R. Vidal y Albero Arancibia Rodríguez para investigar los hechos. Esta comisión toma declaraciones a todo el personal de la Cámara, a la policía del servicio permanente, a empleados de investigaciones y a las personas que han presenciado los sucesos. Un dictamen expedido el 2 de setiembre dirá que no es posible "fijar responsabilidades de orden parlamentario". Mario Bravo, aclarará que, fuera de toda duda, Valdez Cora es un matón de pésimos antecedentes, guardaespaldas y activo militante del partido Demócrata Nacional, concurriendo al Congreso con una misión específica. La discusión del despacho ocupará cuatro reuniones, y, en su oportunidad, Lisandro de la Torre habrá de decir que la conclusión que de él se desprendía, constituía una forma de lavarse las manos y de transferir las responsabilidades de la investigación a la justicia del crimen. Puntualizará, además, las facilidades para desplazarse de que había disfrutado Valdez Cora; su amistad con el ministro de Agricultura; las visitas que hizo al domicilio de Duhau según el testimonio de vecinos; la actitud de Duggan, secretario privado del ministro, instando a los taquígrafos, poco después del crimen, a que declararan que Bordabehere esgrimía un arma. También dirá de la Torre: "En la forma en que se produjo el asesinato, el esclarecimiento de los hechos pudo ser quizás cuestión de horas. Hoy, en el expediente nadie sabe nada, nadie ha oído nada, nadie ha ordenado. Los testigos rehúyen las declaraciones temiendo persecuciones y venganzas provenientes del gobierno. Es sin duda curioso que se haya formado el ambiente de que el gobierno no quiere que se sepa más de lo que se sabe.

Para terminar, diré que sería absurdo pensar que el debate sobre la investigación del comercio de las carnes pudiera Continuar con mi intervención mientras subsistan en mi espíritu las dudas que mantengo acerca de que se trajo a este recinto un guardaespaldas, extraído de los bajos fondos, para gravitar sobre su resultado.

Los indicios que existen son tan vehementes, que no es posible prescindir de ellos. Si lo hiciera, faltaría al respeto y al afecto que debo a ¡a memoria del doctor Bordabehere, y autorizaría a cualquiera a poner en duda la sinceridad de mi indignación.

El primero en lamentar que mi contrarréplica, que por otra parte estaba muy avanzada, quede inconclusa, soy yo, pero tengo la tranquilidad de haber producido tales pruebas y haber hecho tales demostraciones, que no necesito más para afirmar en la conciencia pública la razón de todo lo que he sostenido en este debate.

Nada sería el daño que ha sufrido el prestigio del gobierno, si en adelante pudiera evitarse que continúe el otro daño, que hiere de muerte a la fuente de riqueza más importante de la Nación, enfeudada conscientemente al interés del capitalismo extranjero. ....5

Las deliberaciones sobre el comercio de las carnes habrán de prçseguir en las sesiones del 12 y 13 de setiembre, hasta que se aprueben los despachos de la mayoría. El proceso judicial contra Valdez Cora también seguirá su curso, esclareciendo muy poco en cuanto a los motivos del crimen, porque el procesado se mantendrá en lo afirmado durante su confesión. Finalmente, será condenado a 20 años de prisión. Beneficiado por una reducción de penas saldrá en libertad en 1953, sin que de su boca saliera jamás nada que pudiera aclarar los entretelones del asesinato de Bordabehere 6

El 3 de octubre, el Poder Ejecutivo interviene a la provincia de Santa Fe donde se reimplanta la constitución vieja. Ipso facto quedan sin efecto los cambios institucionales. Esta vez la intendencia electiva ha durado dieciocho meses escasos. Los vecinos asisten al sepelio de su carta magna con la misma indiferencia que tuvieran al verla nacer, y, dijéraselo cosa providencial: el decreto de intervención apareció 24 horas antes de celebrarse en Rosario una ceremonia pública, prestigiada por el gobernador, para conmemorar al mítica don Francisco de Godoy. No quiso Dios se colocase entonces la piedra furdamental del monumento a un fundador que nada había fundado. Cabe consignar , asimismo, que esa intervención nacional —segunda en poco más de cinco años— puso fin a la influencia política de Lisandro de la Torre en el gobierno provincial.7

Llega así el 12 de octubre donde, en Buenós Aires, el presidente Justo y todos sus ministros asisten a la función de gala que se realiza en el teatro Colón donde se pone en 'escena la obra de Enrique Larreta Sarta María del Buen Ayre. Entre los ministros, se encuentran dos futuros presidentes: el doctor Roberto M. Ortiz, actual encargado de la cartera de Hacienda, y el doctor Ramón S. Castillo, de Interior. De ellos me ocuparé más adelante. Volvamos ahora a Rosario, donde es jefe de Policía Eduardo Paganini8 y los caudillos políticos siguen trenzando y destrenzando situaciones que constituyen el comentario obligado en los corrillos com ¡ten les.

"A Cepeda se le dio vuelta el lazo en la Sección 7a. Después apareció Otro que lo secundaba, Pita. A éste lo vimos por primera vez en una convención que se hizo en Santa Fe, donde fuimos con aquellos primeros ómnibus que por ahí se le rompían las ruedas y quedábamos varados en cualquier loma del camino. Hace tiempo que no comentaba esto que nos sabíamos acordar con Fosforita en el comité. . .Fosforito después fue peronista. En la Sección 'le. también había un caudillo capedista que también fue peronista. . . ¿cómo se llamaba. . .?, era un hombre alto. . ., Tito Gibelli, que estaba separado totalmente por una discrepancia de aquel doctor tan conocido. . .Bossano Ansaldo. Claro, Gibelli era de Cepeda y Ansaldo respondía al doctor Ricardo Caballero, que también era un señorazo. Cuando vino la intervención, los dos eran senadores nacionales.

—Y por qué vino la intervención?

—La pidieron ellos porque las cosas andaban mal. Se debían hasta siete meses. Fue cuando Culaciati hizo la intendencia aquí... durante la intervención, que cuando ésta vino estaba de intendente un doctor de apellido Alvarado. El asunto es que Culaciati pone al día la administración y dice: Con respecto a los vales que a ustedes les han entregado, tienen que venir persona/mente a canjear/os por dinero, con sus documentos de identidad. Entonces, sonaron los usureros que habían comprado los vales por poca plata, porque los empleados de la administración les exigieron la devolución de los mismos, devolviéndoles la .plata, claro está. Los reventó bien reventados a todos esos Culaciati. Fue el mejor intendente, después de Galieri Infante. ....9

Actividades concordes del intendente Miguel J. Culaciti, nombrado en noviembre de 1935, agregan el embellecimiento de las bajas al río en las avenidas Puccio y Pellegrini, la fuente luminosa de plaza Belgrano, el ensanche del parque Independencia. Un bonito palomar ofrece horas de grato esparcimiento: a las bandadas de aves que habitualmente picotean granos en el puerto deslizando su nota amable por entre las rudas labores de la estiba, sumánse otras bandadas, que vuelan con alas coloreadas de azul y blanco, cual insignias vivientes de la patria, o bien mostrando fantásticos plumajes rojizos, verdes, violáceos, para solaz de niños y de adultos.10

NOTAS
1 Clarín. 26.7.1976. Pág. 2
2 La Prensa. 26.7.1935, cit. por Oscar A. Trorcoso, en La Argentina de los años 30. Revista Panorama. Bs. As., 13.4.1971. Págs. 41/45.
3/4 Crítica. 25.7.1935. Págs. 3/4.
5 Oscar A. Troncoso, id. id.
6 Un día antes de que finalizara este dramático 1935, se presenta por última vez el dúo Magaldi-Noda en LR8 Radio París y en el cine Astro, de La Plata (Agustín Magaldi hará su debut como solista 45 días después en Radio Splendid, a las 20.30 del 15.2.1936). Ese mismo día, pero en otro plano, presentaron su dimisión Pmedo y Duhau. En agosto del año siguiente, Lisandro de la Torre dirá en el Senado: " . .He aquí bosquejada mi larga y estéril vida pública, ni las oligarquías, ni las dictaduras, ni el desorden demagógico, me han tenido a su servicio y por eso no he llegado a ninguna parte' Como resultado de todo el proceso, renunciará a su banca el 5 de enero de 1937. Exactamente dos años más tarde se disparó un tiro.
7 Juan Alvarez, op. cit. Pág. 653.
8 Eduardo Paganini, n. en Rosario el 5.4.1871. Fue jefe de policía desde febrero de 1932 hasta octubre de 1935. Militó primero en la Liga del Sur, y luego en el partido Demócrata Progresista.
9 Testimonio de Osvaldo Berrini tomado por el autor el 5.1.1976.
10 Juan Alvarez, op. cit. 1/ Miguel J. Culaciati, n. en Buenos Aires ci 29.9.1879, Después de graduarse como abogado en la Facultad de la Universidad de Buenos Aires, en 1904, abrió su estudio en Rosario, donde residió y actuó desde entonces en forma casi ininterrumpida, llegando a constituirse en el intendente más recordado por los rosarinos de este siglo. Militante radical, tomó parte activa en las revoluciones de 1893 y 1905 junto a sus hermanos. Por ese partido fue elegido diputado provincial para el período 1911-1915 y en este último año ocuoó por primera vez la Intendencia Municipal de Rosario, donde se recuerda aún su campaña de equipamiento de los barrios que fuera concretada por el entonces Director de la Asistencia Pública, doctor Benjamín Abalos, luego ministro de Obras Públicas en la presidencia de Yrigoyen. La negativa del intendente Culaciati a presiones políticas que él consideraba contrarias al ideario radical, produjeron su separación del cargo, hecho que provocó la solidarización por parte de la mayoría del Concejo Deliberante —representativa de la Liga del Sur— quien solicitó la intervención federal.
Diputado nacional por un período completo (1922-1926), al producirse la división del- radicalismo, se plegó al que Seria su pensamiento político en adelante: el antipersonalismo. Al finalizar aquel desempeño, actuó durante 23 años consecutivos como síndico y abogado consultor del Mercado a Término de la Bolsa de Comercio. Participó, asimismo, en el Mercado a Término de la ciudad de Buenos Aires, en la que abrió estudio y actuó muchos años como abogado del Centro de Exportadores de cereales y de grandes empresas. En 1935 el general Justo le ofreció la Intendencia Municipal de Rosario, por hallarse intervenida la provincia. En esta segunda oportunidad como intendente, desarrolló una intensa acción edilicia y social: creó salas de asistencia médica en todos los barrios, dio solución a los problemas de luz y aguas corrientes en los mismos; fundó y puso en marcha la Maternidad Martin y el Museo de Bellas Artes "Juan E. Castagnino"; embelleció el parque Independencia con la instalación del Palomar y una pista para jinetes. Hizo construir, además, el puente "Ortiz Grognet", mejorando la bajada Puccio y la Costanera; inaupró el Parque Norte en terrenos cedidos por el ferrocarril, bajo la denominacion de "Jorge Raúl Rodríguez"; tomó a su cargo la refección de los cementerios e hizo pavimentar más de mil cuadras. Por su iniciativa y como presidente de la Comisión Nacional del Monumento a la Bandera, se dieron las bases para su erección. En 1938 renunció a su cargo, dejando superávit en la caja municipal y las finanzas saneadas.
Establecido en Buenos Aires, reabrió su estudio, fundó la Asociación Patronal de Accidentes de Trabajo y se puso al frente de ella hasta 1940, en que fue llamado por el doctor Ramón S. Castillo para colaborar en su nuevo gabinete como representante de las fuerzas antipersonalistas. Aceptó la cartera de Interior —sin perjuicio de mantener siempre la titularidad de la Comisión del Monumento a la Bandera, lo que le permito en el transcurso de su mandato llamar a concurso, adjudicar la obra y comenzarla— y caracterizó su misión por una firme vocación democrática en ocasión del conflicto bélico europeo. En los aspectos sociales y laborales, creáronse bajo su gestión ministerial las comisiones paritarias, manteniéndose la paz interna en un estado de sitio aplicado con justicia ante la circunstancia internacional apuntada. Además envio al Congreso el Estatuto de lospartidos políticos, proyecto que frustro la revolución de 1943. Fue el suyo el ministerio más expuesto al riguroso juicio de la opinión pública y no pudo sorprender, teniendo en cuenta la etapa que transitaba el país, que unas veces su desempeño conquistara aplausos y otras motivase severas críticas. Era la consecuencia inevitable de las pasiones políticas de una polémica que se canalizaba en los encendidos discursos de dirigentes y legisladores y que hallaba eco amplio en diarios y revistas, con una libertad exenta de los apremios que vendrían en épocas posteriores.
Después, como lo había hecho en otros períodos de su trayectoria, el doctor Culaciati se alejo de toda actividad pública. A ese ostracismo lo acompañó la íntima seguridad de que había servido con lo mejor de sí mismo y sin desestimar que había incurrido en errores en las exigencias de su delicada función. En 1947, ya definida la contienda bélica, el doctor Culaciati abogó en Nueva York, ante funcionarios y delegados de las Naciones Unidas, por la realización de un Congreso Mundial de Pueblos Democráticos para hacer frente al peligro de una amenaza del comunismo y de eventuales brotes neofascistas. El doctor Miguel J. Culaciati falleció en Buenos Aires el 16.9.1970, a los 91 años de edad. El P.E. de la Nación dictó un expresivo decreto de honores por el cuaL entre otras disposiciones, se ordenó el izamiento de la bandera nacional a media asta en todos los edificios públicos, así como en unidades del Ejército, Marina y Aeronáutica. Los restos de este insigne ciudadano fueron trasladados al cementerio El Salvador, en Rosario, donde la intendencia municipal hizo conocer su adhesión "al distinguido hombre público desaparecido, en cuyo espíritu se destacaron nobles y altas cualidades, pudiendo ser estimado como un ejemplo de hombría de bien y de caballerosidad". La Capital. 29.9.1969, y La Prensa, La Nación y La Capital, del 279.1970.•
Fuente: Extraído del Libro “ El Rosario de Satanas Tomo II . Editorial Fundación Ross.