martes, 14 de febrero de 2017

GAMBARTES, LEONIDAS – PINTOR ( 1909-1969)

Por Pedro Díaz de Brito



POTENCIA AMERICANA
Construyó una obra de dimensión continental en los ratos libres que le dejaba su trabajo en el Ministerio de Obras Públicas. Pintó la magia de la tierra sin caer en lenguajes anacrónicos ni retóricas grandilocuentes. Entre la austeridad y el hedenismo plasmó telas para la eternidad.

El pintor Leónidas Gambar­tes se lo parangona a Rufi­no Tamayo, a Portinari, al guatemalteco Mérida. La obra que lo pone en ese altísimo catálogo es la que produjo a partir de sus 40 años, cuando coinciden su madurez artística con el descubrimiento de una técnica, el cromo al yeso, que resultará clave en la elaboración de su identidad. Sobre el yeso Gambar­tes extendía el pigmento, que luego rayaba para hacer reaparecer selec­tivamente el blanco.
El esplendor cromático, el hedonismo visual, la fiesta perceptiva así logradas, se combinan con el portentoso expresionis­mo de las figuras tomadas de la mitología americana. El resultado fundamenta la talla y la fama de Gambartes. El artista se dio dos líneas de trabajo en su breve madurez: la primera, formada por figuras esencializadas de mujeres, envueltas en un silencio hondo, como el del campo a la hora de la siesta.
La paleta es aquí limitada y austera, lo que acompaña el gesto grave de la mu­jeres, plenas de "pietas" en su maciza so­lidez. La segunda línea, la más suntuosa y celebrada, es la de los payés, las mito formas, los fósiles. Acá las formas y los colores de la tierra, del agua y del cielo de América, y de los seres que la pueblan, aparecen con toda su potencia y variedad. Mucho se ha escrito sobre el indigenismo americanista de Gambartes, crecido, en contraste con el mexicano Tamayo, en una ciudad de inmigrantes europeos. La modernidad de su arte combina con sa­biduría la recuperación de las formas de la mitología animista. Porque Gambartes quiso ser intérprete de la América escon­dida sin recurrir a lenguajes anacrónicos y folklorizantes, ni caer en la retórica di­dáctica y grandilocuente del arte de Estado que practicaban los muralistas
Probablemente, resultar& tal en este paso la doctrina uruguayo Torres García Gambartes se dio cuenta entonces de que -primitivismo de la imaginería americana "pedía" el lenguaje plástico del siglo XX; que ambos, separados por abismos de tiempo, eran de la misma estirpe “Creo que pinto el sentimiento de la superstición, de lo mágico, de la memoria de la tierra.. .hablo en el lenguaje en la pintura, que es universal, pero hablo como sus mitos hombre de América, de sus m sus mitos: del hombre y de su geográfica de su vegetal y mineral; con la responsabilidad que significan para mí espíritu los signos todavía indescifrables de las viejas culturas nativas y la presencia indudable de la sensibilidad contemporánea", afirmaba el artista, con una prosa precisa y lírica. Porque Gambartes tenía claros su plan de trabajo y su estética. Hizo por todo esto una obra gran respiro, dimensión americana en el Rosario de de los años 50 primeros 60, desde su casa, en el tiempo que le dejaba el trabajo de el Ministerio de Obras Públicas.
Hace unos cuantos años 80, en la galería Krass habían expuesto en la vidriera un superlativo payé. Pasando de noche por la vereda de enfrente, la figura resplandecía como oro bruñido flotando en la atmósfera blanco la luz de mercurio del alumbrado público. Uno cruzaba la calle, inexorablemente atraído por la figura ocre y dorada, que se apoderaba de todo el campo visual. Tal es la potencia de la pintura de Gambartes.
 
Fuente: Extraído de la Revista del diario “La Capital” 140 aniversario - 2007