viernes, 1 de julio de 2016

Fraude electoral


Las denuncias de irregularida­des parecen ser la carta de presen­tación en cada comicio, y no desentonan con los casos generali­zados de fraude electoral que vive la Nación toda en plena década infame, como suele recordársela.
Más allá de las denuncias presenta­das sobre irregularidades (doble y triple inscripción de los padrones, robo de urnas y secuestro momen­táneo de autoridades de la mesa, entre otros casos publicados desde el '35 al '40), tanto en Rosario como en la ciudad de Buenos Aires el fraude no adquiere características notorias pues las evidencias hubieran sido más fáciles de detec­tar; cobraba sí importancia en las pequeñas poblaciones del interior, especialmente en los departamen­tos más alejados. Años después Arturo Jauretche recordaría que "lo que ocurrió después de la revolución del '30 ya no fue frau­de, porque era una cosa desembozada: simplemente, no votaba. O, mejor dicho votaba otro por uno.
Bajo este marco de sospecha se realizan en 1937 las elecciones generales que designan para la presidencia de la Nación a Rober­to M. Ortiz, ex ministro de Obras Públicas de Alvear y de Finanzas del gobierno anterior del general Justo, y candidato esta vez de la Concordancia. Por primera vez ­ocho años un civil vuelve a vestir la banda presidencial, aunque sos­pechado de triunfar gracias a una elección manipulada por el gobier­no saliente.



Fuente: Extraído de la revista “ Diario La Capital de los 125 años de 1992