lunes, 9 de mayo de 2016

"Don Chicho" hay uno solo

Por Rafael Ielpi


A la cadena de hechos mafiosos se agregarían otros eslabones tenebrosos, siempre en 1932: el secuestro (el 31 de marzo),en las cer­canías de Arroyo Seco, de dos jóvenes: Julio Nannini, de 19 años, hijo de un comerciante que había amasado unaconsiderable fortuna v que ya había sido amenazado dos décadas atrás por La Mano Negra, v Carlos Gironacci, de 15 años.

Los secuestradores tenían una larga militancia mañosa y se contaban entre los hombres de Chicho Chico, aunque algunos de ellos ya habían iniciado sus actividades delictivas antes de la llegada de este: Santos Gerardi, Romeo Capuani, Francisco Campeone, Juan Vinii, José Frendajosé Consigno y José La Torre. La casa de otro italiano, Carlos Buttice, en una zona suburbana de Rosario, sería utilizada tomo primer alojamiento de los dos secuestrados, a los que trasladaron luego a Marcos Juárez mientras esperaban la respuesta de la familia Nannini al pedido de rescate de los jóvenes, que los mafiosos habían fijado en 200 mil pesos.

Esta vez fue la vivienda de José Piazza, otro de los cientos de "colaboradores", la que sirvió de forzado albergue en la ciudad cordobesa, en la que la mafia tenía también sus fieles adeptos. La precariedad de la seguridad del lugar y la ineptitud de Buttice y Piazza, en quienes se habían delegado la custodia y vigilancia, posibilitaron la fuga de Nannini y Gironacci, quienes con ayuda de un vecino pudie ron dar con la comisaría y denunciar a sus raptores.

La policía rosarina iba a contar con un valioso aliado para avan zar en la investigación inicial del secuestro: el mañoso La Torre, 1 quien se conocía como confidente y amigo de dos de los jefes relevantes: el sospechado De la Fuente, especialmente, y Ernesto Carreras. Sería La Torre quien actuaría como oficioso intermediario entre los secuestradores y la policía hasta que se produjo la huida de los dos jóvenes y se tomó conocimiento de los implicados. De éstos, sólo Buttice, Piazza,Vinti y Frenda serían detenidos. Poco después los dos últimos, más algunos de los que consiguieron eludir larazzia policial, serían notorios protagonistas de hechos mucho mas resonantes.

Al secuestro de los dos jóvenes se suma el 4 de octubre de 1932 el del doctor Jaime Favalukes, en la Capital Federal, un prestigioso médico, vinculado asimismo a las organizaciones judías que luchaban contra la trata de blancas, que paga el rescate y es liberado en medio de una profusa cobertura periodística del caso, que iba desde la vieja Caras y Caretas al sensacionalismo de Crítica. La operación fue diri y planificada por el propio Chicho Chico con la participación del "clan siciliano" de rigor, integrado esta vez por Miguel Ángel Amorelli, Nicolás Traiana, Francisco Ferlisi, que aportaron el dinero para alqui­lar la vivienda donde estuvo secuestrado el médico; Felipe Tomaselli, Simón Samburgo, José Canicatti, Juan Giardina y Salvador Chiarenza, a quienes se agregaría un ruso, Nathan Goldberg, quien actuaría como entregador de su connacional. La mafia había incursionado por pri­mera vez, de modo notorio, en la propia capital argentina.

A estas acciones típicas de la organización se sumaría el 8 de octu­bre, coincidentemente con la liberación de Favalukes, el asesinato del periodista Silvio Alzogaray, un cronista del diario Crítica asignado a Rosario para cubrir los hechos de la mafia y de paso alejarlo de las represalias de la Zwi Migdal, la sociedad de rufianes judíos denunciada por él en una serie de notas publicadas en ese medio.

El diario de Bottana encabezaba una fuerte campaña en pro de la eliminación de la mafia, operativo que Galiffi atribuía a su negativa a venderle al magnate periodístico su caballo Fausto. El "Negro" Alzogaray, que se alojaba en una vivienda familiar de Montevideo 2302, fue avisado por la encargada, cerca de las nueve de la noche, que un hombre lo reclamaba en la puerta de calle. En realidad, se trataba de un grupo que había arribado en un automóvil, a la usanza habitual de los mafiosos, del que se desprendería uno para hacer el llamado. Al salir a la puerta, desprevenido, el periodista fue literalmente fusilado de cinco balazos.

Los responsables eran, una vez más, los mismos: Carlos Cacciatore, como chofer, y Micheli, Campeone y Cacciato, que serían los encargados de los disparos. Poco antes, en septiembre, el periodista de 38 años había publicado en Crítica algo que sin duda era preocupante para la "hono­rable sociedad" con sede en Rosario: La organización está formada por asesinos que matan porque se sienten amparados; cuando desaparezca la complacencia, se terminará su actuación. Detengan a uno solo de los grandes y se verá como "cantan"los nombres...

La repercusión del hecho a través del diario y la sanguinaria eje­cución desataron, como nunca antes, la indignación en Rosario mien­tras arreciaba la presión de la prensa. La policía rosarina, con sus jefes Carreras, Félix de la Fuente y Martínez Bayo al frente, activa una serie de procedimientos que hacia el 17 de octubre permiten la detención de casi un centenar de mafiosos que van quedando libres durante la semana. El dato no debe extrañar si se tienen en cuenta los testimo­nios que denunciaban entonces, por ejemplo, la intervención ante jue­ces y policías del propio ministro del Interior Leopoldo Meló en favor de más de un prominente miembro de la organización, o el trato defe­rente y preferencial que algunos altos jefes policiales, como el men­cionado Martínez Bayo, se dice tenían con Juan Galiffi.

Decía Stéfano Bardelli que decía la leyenda que el comisario Martínez Bayo era el inventor, o más exactamente, el descubridor de uno de los ingenios más difundidos y temidos de la historia argentina: la picana eléctrica. Decía igualmente que había encontrado su fuente de inspiración en el campo, donde se empleaba un instrumento de parecidas caracterís­ticas, aunque de mucho mayores dimensiones, para imponer disciplina en el ganado y facilitar los arreos. La idea era sencilla: se trataba de gober­nar a los animales mediante descargas eléctricas de baja intensidad. Quienquiera que haya sido el que inició su empleo sobre seres humanos, perfeccionó el aparato, reduciendo el tamaño del electrodo para que pudiera aplicarse en zonas pequeñas (el glande o el interior de la vagina, las encías) y haciendo regulable la intensidad de las descargas, en cualquier caso mucho más fuertes que las de la picana de las bestias. Quizás Martínez Bayo no haya sido el gran ingeniero del mal, pero sifué el gran precur­sor de su uso...
(Vázquez-Rial: Op. cit.)



Otra vez González, colega de Alzogaray en Crítica, aporta datos diferentes, y sorprendentes: Chicho Grande todavía estaba en Rosario cuando un periodista llamado Alzogaray, corresponsal de Crítica, que había reunido muchos antecedentes sobre la mafia, trató de extorsionarlo pidiendo determinada suma para entregar los papeles que destinaba al diario. Simularon aceptar. Convinieron una entrevista y cuando se disponía a entregar los pape­les lo acribillaron a balazos. En cambio, otro corresponsal que mantuvo relacio­nes con los mafiosos salió electo concejal...

La versión consignada, que encontraría también propaladores rosarinos como La Tribuna, habría tenido un objetivo preciso. Osvaldo Aguirre, en su investigación sobre la mafia en Rosario, consigna datos sugerentes: El propósito de la calumnia resultaba obvio: desviar la investi­gación. Menos claro resultaba su origen. Las denuncias de Alzogaray también habían alcanzado a la policía santafesina, de la que La Tribuna era entonces vocero y ardiente defensor. Había informado sobre apremios ilegales a obreros en el barrio de Arroyito, y un mes antes de morir, a propósito de la mafia, escribió como se mencionara: la organización está formada por asesinos que matan porque se sienten amarados; cuando desaparezca la complacencia, se terminará su audacia... De donde no es difícil deducir que su muerte tranquilizaba a más de uno.

Algunos testimonios suponen incluso que la propia familia de los Amato (vinculados a Chicho Chico por el matrimonio de esté ) pudo haber tenido alguna relación con la muerte de Alzogaray, pero el supuesto no pudo fundarse, hasta ahora en datos fehacientes.-

Todos estos hechos, cuyo mentor había sido aquel presunto francés, árabe o siciliano al que la "vieja guardia” mañosa conside­raba un advenedizo, habían tenido un antecedente que demostraba la personalidad de Chicho Chico y sus ansias de poder, aunque su conexión con el caso recién saldría a la luz en 1938 al ser detenidos los mafiosos que intervinieron en el asesinato de Alzogaray. Ese ante­cedente sería el asesinato de Curaba, Dainotto Y Pendino (flor y nata de esa vieja guardia comandada por Juan Galiffi) ordenado por él en 1931.

En ambos episodios actuarían hombres conocidos por su relación anterior con el delito mafioso como Carlos Cacciatore, Juan Michelh y otros como Felipe Campeona Benito Tuttolomondo, Blas Bonsignore y José La Torre, mientras que la ejecución del trío también lo haría el propio Chicho Chico. El escalofriante relato de Michelli permitió reconstruir en 1938 el simulacro de juicio a que el viejo fueron sometidos Curaba y Dainotto antes de su asesinato, y el modo en que el viejo capo Pendino fue llevado con engaños. Desde su casa de Montevideo al 1300 hasta la ciudad de San Lorenzo, bajo la promesa de una reunión que rubricaría un acuerdo de no agresión entre los antiguos jefes y el ascen­dente Ben Amar de Sharpe.

Aquel "tribunal" mafioso se reunió el 27 de abril de 1931 en una quinta de propiedad de Juan Logiá como y lo integraban además más de los nombrados, otros como Santiago Bué, Felipe Scilabra, Carlos Radussojosé Consiglio, Diego Ulino, Luis Montagna, Gaspar y Esteban Bracalera, Vicente y los conocidos Capuani y Gerardi, presididos por Chichi Chico. La reunión, que se había con­cretado con la excusa de buscar un entendimiento entre la vieja y la terminaría abruptamente ton la condena de Dainotto y Curaba, presentes en el cónclave, y su posterior ejecución a manos de Micheli, Cacciatore, Campeone, Bonsignore y La Torre.

Gerardi sería el encargado de trasladar los cadáveres en su auto v Radusso. de enterrarlos cerca de las orillas de Carcarañá, en la locali­dad de Serodino, donde los hallaría Bernardo Stábile, un vecino tam­bién de origen italiano. El cadáver de Pendino, a su vez, sería desenterrado siete años más tarde en un paraje conocido como Barrai a Rodríguez, cuando ya los esplendores de la mafia eran sólo un cer­cano recuerdo.

El diario de Bottana recogería un extenso testimonio de Micheli que incluía confesiones como éstas: Cuando dieron orden de matarlos, no hice otra cosa que cumplir con mi deber. Curaba estaba muy asustado: atando lo hicimos salir temblaba y no opuso resistencia. En cambio Dainotto, que era un hombre fuerte, se dio cuenta enseguida que estaba condenado a muerte y quiso resistirse. Alcanzó a darme unos golpes pero pronto lo dominamos. Un alambre colocado en el cuello hizo que pasara al otro mundo. Los crímenes culminarían con la ejecución de Pendino, mediante el mismo sistema del alambre; la confesión de Michelli consignaba con absoluta frialdad la vigencia de un código implacable de respeto a las órdenes de la mafia y el repudio a los flojos o delatores: Después se hicieron desaparecer los cadá­veres y nada hubiera pasado si todos fueran hombres como es debido...
 
Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo II  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones