lunes, 22 de junio de 2015

ENTRE PIRANDELLO Y GARDEL



Por Rafael Ielpi


Ese mismo año de 1927, la ciudad asiste a la llegada de uno de los dramaturgos más importantes del siglo XX, el italiano Luigi Pirandello, en ese momento exponente de un real "nuevo teatro", algu­nos de cuyos títulos, como Seis personajes en busca de autor o Vestir al desnudo, conmocionaron a auditorios aún adheridos a los modelos teatrales del clasicismo.
Pirandello, a quien la presunción de la amistad y protección de limito Mussolini le valieron rechazos en muchos sectores de la Italia progresista, viajó a la Argentina, y a América del Sur, dirigiendo una compañía teatral italiana que representaba su producción. Según cuenta Carpentiero en sus memoriosos apuntes, el Duce estaba interesado en que la obra del dramaturgo siciliano, que ya era admirada en su patria, .('conociera en América.
Una estadía temporal en Italia del infatigable empresario del Olim­po y del Colón rosarinos fue aprovechada por el delegado del Ente Fascista del Teatro Italiano, Paradossi, para proponerle ser el empresa­rio de esa gira, que abarcaría Argentina, Uruguay y Brasil.
Las renuencias y dudas de Carpentiero, un tanto temeroso del éxito comercial de esa empresa, por los altos costos que demandaba la movilización del elenco y los gastos consecuentes, fueron aventados por Paradossi con una estrategia contundente: una entrevista con el mismísimo Duce, a las 11 de la noche, en el Palacio Venezia de Milán, en la que durante diez minutos, el bueno de Carpentiero debió res­ponder las preguntas de Mussolini sin tener autorización para pre­guntar a su vez. Entrevista de la que saldría, aún con prevención, con la gira en el bolsillo.
Guibourg, entonces periodista teatral en Crítica, de quien Piran­dello sería amigo entrañable a partir de aquella llegada del dramaturgo a la Argentina, disentiría con esa versión: Vino con su compañía al Teatro Odeón; allí comprobé que lo que Botana decía (que venían con apoyo del gobierno fascista) era falso. Escribí una página de elogios a él y le tuve que dar a Botana una larga explicación...
La misma fue artísticamente relevante pero un escaso negocio económico, no tanto en la Argentina, ya que la temporada en Rosario tuvo siempre mucho público, lo mismo que en Buenos Aires, aunque allí tuviera la inesperada competencia de otra compañía italiana, la de Tatiana Pavlova, pese a que se había convenido, por propio designio del Duce, que ningún otro elenco saldría de Italia hacia “l’ América" mientras el de Pirandello estuviese actuando. En Montevideo, en cam­bio, una huelga casi revolucionaria arruinó la temporada teatral, mien­tras que en Río de Janeiro la falta de público hizo que apenas se sal­varan los elevados gastos.
Pirandello y sus artistas, el actor Lamberto Picasso y sobre todo la gran actriz Marta Abba, de la que el dramaturgo (cuya esposa termi­nara sus días en la locura, a causa de sus celos) estaba enamorado y que fuera su pareja y su sostén afectivo y artístico por muchos años, traje­ron a Rosario un teatro de ideas complejo y distinto a las obras del cla­sicismo italiano de Novelli o Zacconi de comienzos de siglo, que tam­bién impactara, en su momento, desde los escenarios de la ciudad.
Apenas seis años antes, en 1921, el estreno de Seis personajes en busca de autor, en Milán, había provocado un real escándalo, con rechi­fla unánime de un público reacio a aceptar ese "nuevo teatro". En 1927, en cambio, sus obras, que bien pueden calificarse como existencialistas, fueron recibidas con interés y admiración en la Argentina. Había absorbido, en sus estudios en Alemania, toda la filosofía, la misma que le sir­vió a Sartre a través de Heidegger. Pirandello ya había digerido la filosofía que iba a crear el existencialismo. Era el hombre de la paradoja. Pirandello com­pleto es silogismos. Aparte, era un hombre dialectal y quizás la mayoría de sus comedias están tomadas de sus propios cuentos, porque era un cuentista extraor­dinario, afirmaría Guibourg más de cuatro décadas después.
Mientras tanto, aquel Politeama, cuya intensa vida teatral se clau­surara en 1917, para proseguir albergando en su terreno a eventuales tablados circenses o a teatros de verano, iba a tener sin embargo su con­tinuidad en el tiempo con otro gran teatro levantado en el mismo sitio, en la antigua calle Progreso, desde 1905 llamada Bartolomé Mitre, entre Córdoba y Santa Fe: el Teatro Odeón, cuya construcción fue finan­ciada por Enrique Astengo y proyectada por los hermanos Tito y José Micheletti.
En enero de 1927, La Capital informaba sobre la sala, que aun no ha sido inaugurada, y sobre sus cualidades e infraestructura. La función inaugural demoraría en verdad hasta los primeros días de octubre de ese año, y la protagonizaría Lola Membrives con La mariposa que voló sobre el mar, obra del Premio Nobel Jacinto Benavente.
El miércoles 5, y a beneficio del Hospital de Caridad y el Asilo de Mendigos, se levanta el telón ante una sala colmada, pese a los 10 pesos que costaba la platea, cuyo precio bajaría a 4 en las funciones siguientes; la compañía española de doña Lola tendría a Benavente ( orno autor reiterado, con El hijo de Polichinela y La escuela de las princesas; a los Álvarez Quinteros, con El Duque de y ai delicado Azorín con Oíd Spain.
La Membrives, ya por entonces una figura consagrada del teatro'.pañol, condición que no perdería hasta su muerte, había actuado en Rosario en su época de tonadillera, cuando todavía zarzuelas y género hico campeaban en la ciudad. Su inauguración de aquel nuevo teatro tuvo los contornos del regreso de la hija pródiga e incluso un deta­lle insólito que consignaba el programa de la función inicial: La sala filará perfumada con "Mi Clavel",perfume de moda de la afamada perfume­an Nicolo y Cía. En junio de 1930 se menciona en los avisos un servi adicional muy atractivo teniendo en cuenta que se estaba en plenacanícula: la sala ofrece el sistema especial de refrigeración a base de hielo. Del perfume de Nicolo ya no quedaba, por supuesto, ni el aroma.
Otros teatros, o salas que funcionaban como tales, eran, entre la segunda y tercera década del siglo, el "Teatro Nacional", de Suaya y Zaraik en 1920, que sería con el correr de los años cine y teatro alter­nativamente, en San Martín 1139, y donde en enero de 1930, por ejem­plo, se anunciaba a la compañía española de zarzuelas de Nita Ibáñez. Quince días después pasaba sin transición a ser cine al anunciar: \Hoy, suceso sin precedentes! Cine continuado: "Conflictos sexuales", no apta para menores. Consagrada por la critica unánime como obra maestra de los films rea­listas; y el "Gran Cine Varieté La Bolsa", ya citado, en San Lorenzo 1231, donde cantara el mismísmo Carlos Gardel, en sus tiempos de asociación con el uruguayo José Razzano, entre 1913 y 1925.
A ellos pueden sumarse otros dos, cuyas menciones, en las pri­meras décadas del siglo, no resultan suficientes como para incorporar­los a una cronología más o menos minuciosa del quehacer teatral en la ciudad: el Teatro Cervantes, cuyo emplazamiento se consignaba en Santa Fe 630, y el Teatro Corrientes, de S. Lisconti, que funcionaba en Corrientes 124.
En realidad, la primera presentación del dueto Gardel-Razzano en Rosario fue un 1o de junio de 1914, en el Teatro Colón, formando parte del elenco de una compañía cómico-dramática española coman­dada por Enrique Arellano y Ángela Tesada. El llamado "dúo nacio­nal" participó en las representaciones de El médico improvisado. El capu­chino y El tango en París. En este último, un clásico de García Velloso, los "payadores teatrales", como los llama La Capital, vuelven a lucirse, añadiendo el diario: su éxito es merecido y desde su debut han sido ovacio­nados entusiastamente en cada uno de sus sentimentales cantos.
La experiencia con "La Bolsa", en cambio, tuvo sus vaivenes, que fueron desde el fracaso inicial, con la consecuente "mishiadura", a un gratificante reconocimiento posterior.
En salas del interior donde Gardel-Razzano cantaron por 20 pesos diarios, cinco años después ganan 800. Ahí está, como ejemplo, el local de espectáculos La Bolsa, de Rosario. En el primitivo cinema-concierto-varicté de ese nombre, trabajaron a comienzos de su carrera por los susodichos 20 pesos... y el empresario manifestó que les pagaba demasiado por lo poco que hacían mostrando tal desapego por la presentación y restringiendo a tal extremo la propaganda, que los cantores no lograron la menor atrac­ción en el público. Contaba Gardel: De la noche a la mañana, la empresa del cine retiró nuestros nombres de los programas y nos encontramos en Rosario a la ventura, en lamentable situación, con unos pocos centavitos que no alcanzaban ni para pagar un cuarto del más modesto hospedaje. Nuestro salvador fue Carlos Morganti, el buen actor y amigo, que en esos momentos también comenzaba sus zlides artísticas juveniles en una compañía de mala muerte. El nos llevó al altillo que ocupaba en una casa de vecin­dad rosarina, y en su pequeña cama de hierro dormíamos los tres, con los cuerpos atravesados, colgándonos las piernas, que tapába­mos con nuestras prendas de vestir.
(Francisco García Jiménez: Carlos Gardel y su época,
Corregidor, 1976)

Finalmente, no debe omitirse al Cine Teatro Real, en Bvard. Oroño y Salta, en el que también coexistieron en la década del 20 y la del 30, el teatro, el baile, el cine y alguno que otro espectáculo de variedades en los años sucesivos

Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo IV  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones.