jueves, 4 de junio de 2015

EL SUEÑO DEL ESTADIO PROPIO HECHO REALIDAD EN ESTA DECADA



El actual "Gigante de Arroyito", como lo bautizó un día la feliz ocurrencia del presidente Vesco, tiene antecedentes jugosísimos. Ya al editar el club la revista del cincuentenario, en 1939, un muy bien documentado articulo ("De: portón N? 4 al estadio de ce­mento"), del que hemos ex­tractado esta síntesis, daba cuenta de lo siguiente.
Desde su iniciación, por e apoyo que recibieron de dos ca­balleros de la empresa ferro­viaria —W. O. Lucas y T. G. Russell— los esforzados fun­dadores y propulsores de Cen­tral consiguieron un sector de terreno ubicado entre los por­tones 3 y 4, a la altura del ac­tual pasaje Celedonio Escala­da. Alrededor de 1896, a sie­te años de "andar", la cancha debió trasladarse a avenida Alberdi y Jorge Hárding, pero al ser luego esta esquina lo­teada y vendida debió afron­tarse un nuevo traslado, esta vez (ya se ha dicho ello) a la Quinta Sanguinetti, en la que fue denominada "la cancha del cruce", por su ubicación en el Cruce Alberdi. Hasta 1918 se escribieron allí páginas glorio­sas para el fútbol auriazul, en­tre las que se recuerdan las memorables campañas de 1915 y 16, pero un nuevo re­clamo de la empresa ferrovia­ria determinó otro traslado, mucho más cercano: hasta las proximidades de la estación Castellanos, a metros de la avenida Alberdi.
Ya por entonces (desde 1918, con una pequeña inte­rrupción en el 21 y 22 que ocupó la vicepresidencia) era titular de Rosario Central Fe­derico J. Flynn. El pujante y por entonces joven presi­dente desconocía la pala­bra "no". Para él todo era po­sible y con esa persistencia logró convencer a Míster M. F. Ryan, alto funcionario del Fe­rrocarril, para que facilitara . toda la madera que la empresa no utilizaba. Ocurría eso en 1923 y con la contratación de algunos peones especializados y cientos de socios y simpatizantes centralista que prestaron su desinteresada colaboración  se construyó una tribuna con cien metros de gradas de unos diez escalones, de cada lado de la cancha, con le que se dio comodidad a unos quin­ce mil espectadores. Fue un alarde extraordinario de auda­cia que bien pronto halló res­puesta en el público. Los dis­conformes de siempre tuvieron que callar ante esa fantástica obra, que bien valía la fabulo­sa suma invertida: nada más y nada menos que quince mil pe­sos ($ 15.000).
La visionaria actitud de Flynn y quienes le acompañaban en la comisión directiva comenzaría a dar sus frutos pronto: en 1924 el club cuen­ta con un capital propio de $,33.782,43, toda una fortu­na para aquella época. Pero un año después debe''afrontar un contratiempo" que, en principió, parecía insuperable: el fe­rrocarril necesitaba los terrenos donde se levantaba el es­tadio auriazul con sus modes­tas gradas de madera. Don Fe­derico Flynn aceptó el desafio que el inminente desalojo le impuso a la institución. Junto a Venancio Fuggini, Mariano Morales, Ré, Casagrande y Rossi, integrantes de una comisión especial designada al efecto, comienzan una tremen­da lucha para conseguir la nueva sede centralista. Van de un despacho a otro, entrevis­tan a cuanto gobernante y fun­cionario pueden. Finalmente, la titánica tarea se ve corona­da por el éxito. Gracias a los buenos oficios del ministro de Hacienda de la Provincia, doc­tor Félix Roca, del intendente de Rosario, doctor Manuel Pignetto, y de los concejales Ca­sas Duchenois, Bollero, Garavagnc, Nirich, Stoisa, Morcillo, Caramutti y Cepeda, en­tre otros, logran la concesión, a título precario, de un terreno ubicado en la intersección del boulevard Avellaneda y la ave­nida Central, actualmente ave­nida Génova, es decir, el mis­mo sitio donde se encuentra enclavado el monumental y co­queto "Gigante de Arroyito".
Mientras tanto, Central arrienda las instalaciones del desaparecido Club Bolsa de Comercio —donde juega al­gunos partidos oficiales—, cu­yo estadio se levantaba en la manzana formada por las ca­lles Ovidio Lagos, E. Zeballos, 9 de Julio y Callao
En tanto comienza la fami­lia centralista a trabajar febril­mente en el nuevo tiempo con­cedido por las autoridades mu­nicipales. La memoria del año siguiente 1926indicaría que todas las obras fueron eje­cutadas por administración, habiéndose logrado con ello importantes economías que —dice— si no fueron apreciables, en todos los casos representaron un aporte al caudal social. Es que —agregamos nosotros— cada peso en aque­llos años tenía un valor funda­mental. De allí que entre esas pequeñas economías y la ayu­da personal de socios y sim­patizantes, el estadio fue te­niendo poco a poco su campo de juego sembrado y sus tri­bunas se fueron levantando lenta pero inexorablemente, lo mismo que las instalaciones sanitarias y demás.
  Allá por noviembre de 1926 —el 14, para ser exactos— Centra! no pedía utilizar el es­tadio del club Bolsa de Comer­cio y había que jugar contra los tradicionales rivales. Febril­mente se pudo poner el nuevo escenario en condiciones minimas para que se jugara el fundamental encuentro, en lo que fue una especie de pre-inauguración: ganó Central por 4 a 2, recaudándose —nada más y nada menos— que 2.515 pesos. La inauguración oficial se produciría recién el 27 de octubre de 1929, oportunidad en que Rosario Central invitó a un club amigo de toda la vi­da: Peñarol de Montevideo, para cotejar fuerzas con el elen­co local.

Fuente: Bibliografía de la colección Rosario Central Autor : Andrés Bossio