miércoles, 20 de mayo de 2015

Crónicas desde el Sur... Postales de identidad en el barrio "Las Delicias"


Por Felipe Demauro



"La panadería más famosa del sudoeste"
Su nombre que aún refulge en la me­moria del vecindario es "Panadería y Confitería Fanny" y está ubicada en el corazón de "Las Delicias". Siempre se mostró "como oculta", tal vez porque se había insertado en un sector conocido otrora con el nombre de "Carreras" y en un remoto pasaje que en principio no te­nía nombre, que luego se llamó Tehuelche y actualmente Tabares, a la altura del 5841 "B". Esta Panadería ubicada a unas dos cuadras y media de la Aveni­da Manuel Arijón y a escasos cincuenta metros de la calle Callao, sus referen­cias más notorias, contiene una serie de vivencias que permanentemente son contadas por su dueño don Waldo Fari­ña (mucho más conocido con el apodo de Tatón), y algunos miembros de su noble familia.
Los pormenores de este sueño que ya lleva la nada despreciable suma de cua­renta y seis años, comienza a vislum­brarse a través de su oficio de "maestro confitero" con muchos años de perfec­cionamiento en otras verdaderas insti­tuciones del mismo ramo como La Eu­ropea; Confitería Imperio; La Nuria; La Jockey Club y La Perfección.
En su relato don Waldo se jacta y con mucha razón, de su oficio artesanal ape­gado a las antiguas formas y a los in­gredientes y alimentos naturales. A los budines y pan dulce de antaño, donde su marca registrada le había redituado la fama de hoy.
Y ni hablar de aquellas tortas con co­lumnas que alcanzaban varios pisos, o aquella otra, la más imponente que lo­gró crear de cuarenta y cinco kilogra­mos de peso y en su base algo así como la escenografía en miniatura del Parque de la Independencia con el propio Lago central donde se insertaron pececitos de colores.
La misma que decoró una gran fiesta realizada en el Club Atlético Defenso­res de Peñarol. Y aunque parezca un de­lirio irreal todo fue así y lo atestiguan las fotos que se pueden mostrar.
Las primeras urbanizaciones del barrio "Las Delicias"
Aquí en el Sudoeste, puntualmente en "Las Delicias", existen aún muchas fa­milias cuyos ancestros se localizan en las primeras urbanizaciones del barrio que sucedieron a partir de 1923, lo que equivale a decir "todo un mérito". Entre dichas familias está la integrada por Nélida Quinteros y Orlando Mariscotti que han tenido a su cargo dos sitios que se han constituido en emblemáticos de nuestra "patria chica". Lo son desde hace ya diez años, el "Bar y Comedor Tranvía 26", y un refugio y parada de colectivos ubicado en la ochava sudeste de la intersección de las avenidas Ovidio Lagos y Manuel Ari­jón. A este último sitio deseo referirme porque era realmente ejemplar.
Digamos que en principio se trataba de una perfecta construcción de ladrillos y cemento, dividida en dos ambientes, donde en uno de los cuales funciona­ba un kiosco muy surtido que atendía Orlando con una deferencia propia de aquel que está habituado a las "gau­chadas". Ya que dicho lugar servía de receptor de comisionistas y envíos de recados que los diversos ómnibus de media distancia que solían pasar por allí, cumplían en transportarlos a las di­versas localidades aledañas a Rosario. Y la otra función de este refugio, de espaldas por entonces a la farmacia de Armando Boggione y a la peluquería de "Chiquito" (Raúl Julia), era albergar a algún pasajero en alguna de esas noches espantosas de lluvia y frío que nos suele deparar el destino.
Lamentablemente hacia mediados de los años "70", como ocurre con los hechos que no tienen explicación en nuestro país, el refugio fue totalmente demolido.

El enigma de "Puente Gallego"
A partir del título puntual, bien podría ser la historia de un sector del sudoeste rosarino. con múltiples aristas cinemato­gráficas.
Días pasados y a raíz de una nota publi­cada por el diario "La Capital", que daba cuenta de futuros arquitectos que preten­derían alguna vez recrear aquel famoso balneario "Los Angeles", se me ocurrió realizar una visión "in-situ" pero es muy poco lo que pude descubrir. Nadie pudo decirme con certeza, si exis­tió alguna vez una ya arcaica construc­ción, "con aire de bodegón", donde a través de los resabios de una familia con raíces en la península ibérica, se podría comenzar a destejer la leyenda que ate­sora el nombre del mencionado puente. Lo único cierto era el arroyo. "El Sa­ladillo", ahora canalizado y por ende más profundo. Y tras de sí donde con­cluye el municipio, el monte de encum­brados eucaliptos.
Y  respecto del balneario y el puente ori­ginal solo hallé conjeturas.
Excepto una antigua foto ilustrativa de la nota del diario y un par de nombres de vecinos ilustres, emprendedores que ata­ron su alma al progreso de este lugar de extramuros. Tal los casos de don Crisólogo Garzón y don José Rosario Grillo, este último también propietario de un "almacén y despacho de bebidas", y due­ño de varios terrenos por entonces ven­didos en la zona. Además homenajeado de acuerdo a versiones de familiares, a través de una placa recordativa colocada sobre la fachada de una comisaría con apariencia de "control caminero", con­trol que hace tiempo ya no existe.
Y  el resto son solo resabios y escombros de algunas glorietas, en torno a las pile­tas y los vestuarios del original emprendimiento de don Pablo Borras.
Cierta atmósfera de tertulias y jocosas anécdotas de lejanos pic-nic. Y el paso cansino de los carros contratados por la municipalidad, cargados de residuos que iban a engrosar montañas que se apilaban detrás del arroyo.
Fuente: extraído de la Revista “Rosario y su historia y Región” Fascículo N• 91 de Noviembre de 2010

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