lunes, 20 de abril de 2015

ESTEVEZ FIRMA Y ODILIO (Coleccionista 1874-1964 / 1870-1944)



Por: Luis Etcheverry

Gracias a lo que se definió  como "una donación integral" de edificio y colección (primera en el país), Rosario cuenta desde 1968 con el Museo de Arte De­corativo Firma y Odilo Estévez, patri­monio cultural de valor enorme que le confiere un lugar de preminencia en el orden nacional. Cuando el 10 de marzo de 1964 se leyó el testamento de Firma Mayor de Estévez, fallecida dos días antes, se tomó conocimiento de su última voluntad, que fue legar a la ciudad, en memoria de su esposo, la casona de Santa Fe 748 y su valiosa colección de arte, alcanzada en más de 40 años de viajes y subastas, hoy exponente acabado de una próspera burguesía.




Odilo Estévez Yáñez nació el 4 de marzo de 1870 en Galicia, España. A los 14 años emigró, estableciéndose como empleado de comercio en Colón, Entre Ríos, donde trabajó en el molino yerbatero Matías. Ra­dicado en Rosario, hacia 1905 fundó, con un socio de apellido Escalada, la Yerbatera Paraguaya, a la que convirtió en líder del ramo. Desarrolló una activa vida social y cultural, de la que no estuvo ausente la política, en tanto gran amigo de Lisandro de la Torre que era. Incluso, durante 1911 y 1912 fue concejal por la Liga del Sur. Socio fundador del Club Rosarino de Pelota, en 1921, a los 51 años, compró la casa de los De Ibarlucea frente a la plaza 25 de Ma­yo, donde hoy funciona el museo. Apoyó a distintas instituciones de bien público, in­tegrando además en 1936/37 la comisión del Hospital Español. Murió el 6 de agosto de 1944.
Hija de Antonia Taltabull y del catalán Pedro Mayor, propietario de la fundición más importante de la ciudad en la déca­da de 1880/90, Firma nació el 2 de febrero de 1874. En 1899 se casó con Estévez, ini­ciando juntos la colección de arte que hoy atesora el museo. Durante el V Congreso Eucarístico Nacional, en 1950, su casa fue el lugar de agasajo a los prelados extranje­ros. Además cedió en préstamo piezas para la Exposición de Arte Religioso exhibidas en el Museo Histórico, al que efectúe importantes donaciones. Cuando se eres asociación de amigos de ese museo, por el país, ella fue su vicepresidenta primera Miembro desde 1953 del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedad su casa damas rosarinas bordaron -la bandera que se exhibe en la galería honor del Monumento a la Bandera.
Aun en cualquiera de los tantos retornos posibles, recorrer las salas del museo recordar que en esos ambientes saturados de obras de arte vivía sólo un matrimonio sin hijos produce una sensación extraña inefable. Una sensación, en la que como  le sucedió a quien esto escribe en el momento de registrar tamaña cotidianidad, se mezcla el asombro con el abrumador sobrecogimiento por la belleza y -¿ por no reconocerlo?- la incómoda y vergonzante comezón de la envidia. ¿Cómo habrá sido dormir y despertar cuarenta años seguidos allí? ¿O un año,  un mes, o una semana o, siquiera, un día?. Imposible saberlo; mucho menos experimentarlo. Quizás se puede un poco, imaginarlo.

Fuente: Extraído de 
la Revista del diario La Capital de los 140 años.