martes, 1 de abril de 2014

MAGALDI, Agustín. CANTOR [1898-1938



El Zorzal Rosarino



Por Rafael Ielpi



Su vida no estuvo exenta de episo­dios que lo vincularon a nombres perdurables: Enrico Caruso, con quien compartió escenario desde el ano­nimato del coro en 1915, en "La Opera" rosarina; Rosita Quiroga, figura legen­daria del tango reo, que lo protegió a su llegada a Buenos Aires y grabó a dúo — con él; Eva Perón, con quien tuvo -se afirma- una relación sentimental en los comienzos artísticos de Evita.

Apenas iniciada la década del 20, la lírica dejaría paso a las canciones criollas, en suce­sivos duetos con otros cantores rosarinos, en los cafetines de Súnchales y Pichincha. En 1923 se radicó en Buenos Aires, con el mismo "repertorio y la misma propensión a los dúos: primero, con Rosita Quiroga, que le abrió las puertas de la discografía, y después con Pedro Noda, con quien cantó, actuó y grabó durante diez años, y con el que compuso un tema em­blemático: "El penado 14".
En 1935 inició su carrera como solista, des­pués de filmar "Monte criollo", y se convirtió, con Ignacio Corsini, en el nombre más impor­tante del tango después de Gardel. Sus actua­ciones radiales, en teatros y clubes se convir­tieron en una apoteosis popular, cimentada tanto en su personalidad interpretativa, su voz brillante y su técnica y afinación, frutos de su paso por las academias donde se honraba a la escuela italiana de canto, como en un re­pertorio heterogéneo que incluía desde tangos como "La muchacha del circo" o "Acquaforte" a temas camperos del tipo de "Dios te salve m' hijo" o excentricidades como "Nieve", una balada rusa que afirmaba: "Moscú está cubier­ta de nieve y los lobos aúllan de hambre".
Los tangueros tradicionales nunca lo apro­baron, por no responder al modelo de canto gardeliano; los que ya apuntaban a la renova­ción que estallaría en el 40 tampoco, porque les parecía una rémora del pasado; muchos crí­ticos le enrostraron, en vida, la fragilidad de su repertorio, poblado de temas melodramáticos : .irsis. Sin embargo, las clases populares, la gente de ciudades y pueblos del interior, llegó a la veneración de su figura y de su voz.
Lo ayudaban su apostura, que atraía a las mujeres – a las que Magaldi, en una sociedad y un tiempo de machismo, reivindicó en tangos como "Levanta la frente" o "No quiero verte llorar"-; su bonhomía y rectitud, virtudes alejadas de la imagen que mos­trara la película "Evita", donde se lo refleja como un vividor taimado y de ética escasa en su relación con Evita. También lo amaban los pobres y los explotados, que sentían como propias las penurias e injus­ticias presentes en muchos de los temas que él entonaba, a veces llorosamente pero siempre con una emoción que ellos sentían sincera. Por eso lo llamaron "la voz sentimental de Buenos Aires".

Afecciones hepáticas permanen­tes, que desatendió por años, se extendieron al páncreas y lo lle­varon a operaciones y sanatorios donde peleó sin suerte hasta el 8 de septiembre de 1938, cuando su muerte enlutó a cientos de miles de hombres y mujeres que lo amaban y admiraban. Esa fidelidad irías desapareciendo poco a poco con i los años y los nuevos gustos de  la música del tango, para los que  él es ya definitivamente, una rareza. Sin embargo, los "magaldistas" (cada vez menos nu­merosos, es cierto) continúan emocionándose con sus discos y venerando su nombre.
Fuente.: Extraído de la Revista del diario “La Capital” 140 años – (1867-2007)