lunes, 3 de septiembre de 2012

LOS HOTELES DEL ROSARIO


Por Rafael Oscar Ielpi

El Hotel de France et d'Angleterre -convertido hoy en el Liceo Avellaneda y despojado de su tercer piso original, en Córdoba 625-•  era uno de los que podía vanagloriarse de una clientela de cierta distinción (comerciantes, viajeros de algún lustre), en los años finales del siglo XLX y comienzos del XX. Su propietario en 1902, Herbert J. Shaw, promocionaba ese año su restaurante a la carta, y una vieja tarjeta invitación, que no precisa fecha pero que debe datar seguramente de esos años iniciales del siglo, da cuenta del programa de una velada musical en el hotel a cargo de una orquesta dirigida por José Cayano, lo que constituía, al parecer, una costumbre aceptada.
Aquel lejano concierto incluía música muy del gusto finisecular, mezclando valses, mazurcas y fragmentos de óperas, desde "Toujours ou jamáis", de Waldteufel, y "Poeta y aldeano", de Von Suppé, a las grandes fantasías de "Aída", de Verdi, o "Elisir d'amore", de Donizetti. La arquitectura del edificio, por su parte, que no escapaba a los cánones de la arquitectura mayoritaria de la ciudad, dominada por los arquitectos e ingenieros italianos, era sin embargo -para los rosarinos- símbolo de su crecimiento y poderío económico, aunque viajeros como el francés Huret pensaban distinto, seguramente fascinados por otras construcciones argentinas como el imponente y afrancesado Bristol Hotel marplatense.
El viajero aludido anotaría: "Una vez en el Rosario nos alojamos en el Hotel de Francia e Inglaterra que, según parece, es el mejor de la ciudad. Ya he tenido ocasión de explicar la disposición en que están construidos estos hoteles, donde se pagan por cierto precios exorbitantes. Se componen de un largo patio enlosado de mármol blanco y negro, donde se ven dos hileras de arbustos, a cuya sombra se mecen algunas personas sentadas en rocking chairs de mimbre. Las habitaciones dan a ese patio, en el que se oye la gritería de los muchachos..."
El hotel había sido levantado por orden de Camilo Aldao y tuvo sucesivos dueños antes de llegar a manos de Shaw: Juan Romano, que lo era en 1896, Alberto Go-liste y un francés de apellido Bourgeois. Contaba con 80 habitaciones y estaba dotado de las mayores comodidades que podía ofrecer la época, en especial a los viajeros ingleses, que lo tenían como su preferido. Una publicación de 1910 indica que "los visitantes ingleses pueden estar seguros de encontrar buena acogida; hallarán criados muy corteses y sus necesidades y confort serán atendidos con todo el esmero posible..." No escapaba tampoco a la atención de los curiosos un portero con librea que acompañaba a los huéspedes y visitantes.
En 1912/3 se lo conoce como Hotel y Restaurante Europa, con dos entradas: la tradicional por Córdoba 625 y otra por 25 de Diciembre 864. Cercana al mismo, la conocida como casa de Comas, sobre la actual calle Santa Fe, se destacaba desde la década del 70 como una de las viviendas relevantes de una ciudad poco acostumbrada hasta entonces a contemplar edificios en altura.

Anteriores al siglo XX, pero que funcionarían aún en los primeros años de éste, eran dos de los hoteles importantes de Rosario: el Hotel Universal, de Lorenzo Careac, en Córdoba al 1000, y el Hotel Argentino, en la esquina de Libertad (Sarmiento) y Urquiza, en el que se alojaban los viajeros que arribaban cuando la nueva centuria estaba todavía llegando. Sin embargo, el que establecería sensibles diferencias, desde lo arquitectónico a la infraestructura de servicios que pondría a disposición de sus clientes, sería el Hotel Italia, de Albino Pagliano, en Maipú 1051.
El edificio original, terminado en 1886, tenía una superficie de 5000 m2 y su ampliación ulterior estuvo a cargo del ingeniero Antonio Meliga, que viajó a Europa para estudiar los grandes hoteles. En 1900 se lo publicitaba mencionando que "recibe mensualmente 500 barriles de Barbera, Freixa, Brachetto, Nebiolo, Barolo, Moscato, para venta al por mayor". Contaba con 100 habitaciones en seis patios, señalándose que "está montado a la altura de los de primer orden en Buenos Aires y otras ciudades". El hotel iba a albergar, a partir de su inauguración, a la generalidad de los grandes personajes de paso por la ciudad, y en especial a los artistas más renombrados, sin excluir por cierto a políticos, emba­jadores o conferencistas de nota que arribaban a Rosario.
El apellido Pagliano se reiteraría en el rubro hotelero y gastronómico de esos años. En 1905, con el Hotel y Restaurante Pagliano, de Alejandro, en San Luis 1038, frente al Mercado Central. Antonio, por su parte, aparece entre 1909 y 1911 como dueño del Nuevo Hotel Italia, en la cuadra siguiente al anterior, San Luis 1136. Albino, a su vez, tenía a su cargo por los mismos años el Hotel Central, en Urquiza 1264, -vecino al Mercado Norte, que abastecía en la zona a este tipo de establecimientos- que en 1919 era ya de propiedad de B.Terzano y Compañía, otro de los apellidos de larga tradición en el rubro en la ciudad. Mikielievich precisa que el edificio de este hotel fue construido en el siglo XIX por el arquitecto José Soler -que sería el primer propietario del mismo- con líneas de reminiscencias
moriscas, de bello exterior, cuya remodelación, en 1978 -que lo convertiría en el actual Hotel Imperio- dio lugar a una construcción indefinida sin ningún parentesco con la antecesora.
Muchos de aquellos hoteles de comienzos de siglo respondían a las exi­gencias de un público de viajeros menos exigentes que los que se alojaban en los anteriores. Se trataba de establecimientos muy similares uno al otro en cuanto a la oferta de comodidades, servicio, comida, etc. Era el caso, por ejemplo, del Grand Hotel de la Paix, en la esquina de Libertad y Urquiza, y del Hotel de Mayo, en San Lorenzo y Sarmiento, que tuvieron su prestigio entre 1910 y 1914, este último con restaurante anexo. Luis Carpentiero, en sus memorias, lo menciona como alojamiento también de muchos de los artistas famosos, que también comían en el hotel, y cita a una doña Rosa como la dueña o esposa del dueño. En 1913, Monos y Monadas lo menciona como de Pedro Ferranti "a media cuadra de la Bolsa de Comercio, a pocas cuadras de los bancos y de las estaciones ferroviarias, cerca también del puerto y de las calles de gran movimiento comercial. En plena city, como diría cualquier rematador..."
El Centenario iba a obligar a un urgente aggiornamiento en materia de hotelería en la ciudad, como para atender la demanda de los muchos extranjeros que llegarían y de los viajeros del interior. En esa fiebre se inscribe la inauguración el 3 de abril de 1910 de otro de los grandes hoteles rosarinos: el Savoy Hotel, que además de un hecho social previsible representaría una muestra más del empuje comercial de una ciudad que se destacaría justamente por eso. La velada inaugural tendría otro aspecto, el caritativo, ya que se trató de una fiesta organizada por la Sociedad Damas de Caridad como dinner-concert. El costo del cubierto, la noche del 3 de abril, fue de 6 pesos, sin incluir los vinos ni pedidos especiales.
Los comensales fueron dispuestos en mesas de a cuatro, aunque se aceptaba un número mayor si el pedido se realizaba con dos días de anticipación. El menú señalaba los gustos de la clase poderosa del Rosario y la decisiva influencia francesa en este tipo de eventos gastronómicos: Assiete Savoy Hotel, Créme Royal, Turbans de Solé al’americaine, Supremes de pousins parisienne, Gateau Castilla, etc. La Capital indica una concurrencia de 400 comensales, "de la mejor estirpe". En 1911 se lo menciona como Palacio Chiesa y su propiedad se le asigna a Pedro Widmer. El 10 de diciembre de ese año se anuncia la inauguración de su terrase-bar, "con espléndido cinematógrafo, iluminación a giorno y dos rápidos ascensores", mencionándose asimismo como atracción adicional "una orquesta de damas vienesas".
Símbolo del crecimiento de la ciudad y de la necesidad de ir proponiendo nuevas opciones de alojamiento a los visitantes sería por su parte el Palace Hotel, que en el momento de su construcción, en la esquina N.E. de Córdoba y Corrientes -completando con su estructura un cuarteto de edificios de gran porte en ese cruce de calles- se consideraría "el más moderno de la ciudad", como lo calificaba en 1922 la publicidad del mismo.
Otros alojamientos, en cambio, exhibían menores pretensiones pero una clientela igualmente garantizada, como los miles de chacareros, provincianos, viajantes, etc., que llegaban del interior del país y descendían en la estación Rosario Central del Ferrocarril Central Argentino, o en Súnchales, como en el caso del Hotel Alto Piemonte, en la esquina de Jujuy y Wheelwright, cuya construcción -en esa especie de cuña que era la manzana que lo contenía- fue durante algunas décadas posteriores una escenografía entrañable del antiguo Barrio de los Ingleses.
Distinto tipo de clientela, esta vez integrada por marineros y gente relacionada con la vida del puerto cercano y con algunas otras actividades comerciales, era la de dos hoteles vecinos: el Hotel Hansa, emplazado hacia 1910 en Sargento Cabral 156, y el Hotel Britannia, en San Martín 360. instalado en 1892 por el escocés Duncan Cameron, mientras que la proximidad de la Bolsa de Comercio, institución que garantizaba en forma permanente una corriente de viajeros vinculados con los negocios comerciales tanto como bursátiles, posibilitaba también el surgimiento de otros 6 hoteles de distintos niveles: el Hotel y Restaurante España, de Pedro Isern, en Sarmiento 856 ; el Hotel Esperanza, en San Lorenzo 972, fundado en 1886, "casa cómoda para viajantes, y habitaciones con balcón a la calle" ; el Hotel del Globo, que en 1900 funcionaba en el número 961 de la misma calle, o el Hotel Antiguo Comercio, en San Lorenzo 969, que en 1919 aparecía como Hotel y Bar
En 1918, en la esquina de Sarmiento y Urquiza -esquina hotelera si las hubo- Angel Gambero regenteaba el Hotel Plata, mientras que el mismo año publicitaba sus comodidades el Hotel Roma, en Corrientes 719, esquina Sante Fe, edificio que fuera, en años sucesivos, sede del Jockey Club y de una de las tiendas rosarinas de la época, incendiada en los años iniciales de la década del 10. En 1922, la revista Moderna publicita sus baños calientes y fríos, mientras que hoy, reciclado con bastante respeto, yergue aún su hermosa estructura, con el viejo cartel de "Hotel Roma" en la cúpula, en el que luce la recortada imagen de la loba amamantando a los mito lógicos fundadores de la Ciudad Eterna.
La vecindad del Mercado Central era asimismo fuerte aliciente para instalar en la zona este tipo de comercios dedicados al alojamiento de personas, en muchos casos con restaurante incluido. Uno de ellos era el Hotel Primavera, en Mitre 1034; otro, el Hotel Sarmiento, que hacia 1921 se inauguraba en San Juan 1235.

Fuente: Extraído de la colección  “Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930) Editada por diario la “La Capital