viernes, 28 de septiembre de 2012

ASTENGO, HÉCTOR IGNACIO(1895-1981)


Por Luis Etcheverry


EL HIJO  PRODIGO   Ateo militante, creía en la educación como motor del progreso personal y social. Rescató de su destino de garaje o supermercado al gran Teatro Odeón.


Con su última voluntad Héctor Ignacio Astengo acabó de cincelar la faceta esencial de su personalidad: su ateísmo absoluto, sin fisuras. Ese ateísmo que le valió la segunda mayor frustración de su vida -la primera, no poder tener hijos, pero que también resultó motor eficiente de su combate, larguísimo y personal, contra todo lo clerical y contra cualquier creencia religiosa o postura ideológica, no importaba cuál, que pudiera ser exhibida como precedente necesario, superior o más valioso que la libertad y la misma razón humana. Militante del liberalismo positivista, aplicado lector de pensadores y políticos afines a esa corriente, así como de cuanto autor anticlerical caía en sus manos, como buen sarmientino que era creía en el poder superior de la educación po­pular como cimentadora del progre­so individual y social. Por y para esa idea actuó a lo largo de toda su vida, aunque de manera más notoria en su regreso definitivo a Rosario.

Nacido en 1895, fue uno de los cinco hijos de Enrique Astengo y Antonia Saint Mane, criados como estilaban entonces las familias adineradas: con dos institutrices, una de habla inglesa y otra francesa. Egresó del Colegio Nacional N91 y cursó abogacía en la UBA. Recibido en 1918, no quiso ejercer y se fue a trabajar al campo, donde reveló un talento excepcional. Radicado en Canadá en 1947, cerca de Toronto fundó la cabana Rosafé Farmer, con la que revolucionó la cría de reproductores Holztein, raza lechera de aquel país. Tras venderla, vivió siete años en París. En la Ciudad Luz conoció a Genevieve Soria, una ex actriz, madre de la bella y famosa Anouk Aimée, quien había actuado entre otros filmes en "El puritano", con Jean-Louis Barrault. Convivieron más de seis años, el último y medio aquí, en Fisherton, hasta que Ros rio ya no pudo con París.

Decidido a legar sus bienes en favor la educación y la cultura, Astengo lucí por un canal abierto de TV cultural, laico y no comercial, pero su notorio ateísmo impidió que le otorgaran la imprescindible licencia. Fue su segunda gran frustrado en la vida. Finalmente lo convencieron d recuperar el viejo teatro Odeón, entonce cine, construido por su padre y propiedad de los cinco hijos, con el fin de salvarlo ;
crear la fundación Enrique Astengo. Al negarse los hermanos, les compró en efectivo sus partes, cambiándole el nombre a la entidad, inaugurada el 9 de julio de 1968 sin presencia de generales ni obispos. "Espero que no vengan -había advertido-, o si vienen que lo hagan de civil, porque si veo un uniforme o una sotana yo mismo los echo". Siempre cortés, modesto y antidivo. Astengo murió en 1981. Sus cenizas arrojadas al Paraná fueron su gesto postrero de rebeldía absoluta. Es probable -y si no lo fuera, lo merecería- que al escribir de puño y letra su última voluntad haya pensado: "¿Cómo justamente yo voy a aceptar que me obliguen a pasar la segunda parte de la eternidad que me corresponde como cualquier organismo viviente en un camposanto?".

Fuente.: Extraído de la Revista del diario “La Capital” 140 años – (1867-2007)