viernes, 6 de julio de 2012

ENTRE CARRUAJES Y AUTOMÓVILES


Por Rafael Oscar Ielpi


En las calles de la ciudad, sobre todo entre 1900 y 1920, convivirían con el tramway los antiguos medios de transporte del siglo anterior, 0 desde el caballo a los coches de tracción a sangre, a los que se agregaban las primeras bicicletas y, en poco más, los primeros automóviles. Los coches de caballos eran en el 900 y por largo tiempo más favoritos de muchas de las familias distinguidas del Rosario, cuyas residencias tenían, como era lógico, grandes espacios destinados a las cocheras, en las que se guardaban los distintos tipos de vehículos, desde los tilburys con o sin capota a los milord o berlinas, carruajes fabricados, en algunos casos, en el extranjero, pero en otros en fábricas locales como la de Leunda y Lehmann. y la de Lassus y Laborda.
Añejas fotografías de la familia Pinasco, por ejemplo, los muestran pasajeros de esos coches, en los que paseaban por el Bulevard.Santafesino. Por los años del Centenario, eran fabricantes de este tipo de vehículos Napoleón Bravo e Hijo, en San Martín 1335; Casa Dicchio e Hijos, en la misma calle al 1600, y luego Francisco Dicchio, con su establecimiento La Rosarina, entre otros. Poco antes del fin del siglo pasado, la "Gran Guía. del Rosario de Santa Fe", editada por E. Gómez Rivara, consignaba la existencia de cerca de 50 cocherías y caballerizas.
La novedad, sin embargo, con sus estrafalarios ruidos iniciales, la constituirían los automóviles. Los primeros que transitaron por la ciudad irrumpieron en sus calles en el inicio mismo del siglo XX, casi 40 años después del momento en que Etienne Lenoir lograra poner en marcha un motor de su construcción instalado en un carruaje, y casi quince más tarde de la salida del primer automóvil fabricado para la venta en los talleres de Karl Benz, en Manheim, Alemania.
Aquellos primeros autos, dos De Dios Bouton franceses, salidos de la fábrica de Puteaux -uno blanco y otro rojo-, fueron introducidos por Rene Guillemaut Despecher en enero de 1906. Los rosarinos miraban, como ocurría con los habitantes de muchas ciudades del mundo entonces, aquellos vehículos ruidosos, dotados de bocinas igualmente sonoras, con una mezcla de curiosidad y temor al verlos recorrer a los saltos las calles desparejas, muchas de ellas con adoquinado de piedra, otras con madera y muchas de tierra, en el suburbio, donde se aventuraban asimismo los primeros automóviles. La venta de éstos iba a ser parte del desarrollo comercial de algunas firmas locales, en algunos casos dedicadas al rubro en exclusividad y en otros como parte de la variada mercancía que ofrecían.
En 1904, por ejemplo, podía adquirirse un Studebaker en lo de Gabriel Pedro Díaz, en Maipú al 700, un Nash en el negocio de R. de Dominicis, que luego se especializaría en bicicletas mientras que el Buick era ofrecido por sus agentes en Rosario, Hampton, Watson y Cía., en Corrientes y Córdoba. Los novedosos Chevrolet y Oldsmobile tenían su local de exhibición en el comercio de Tomás Cadmus, en Jujuy al 1700. La aparición del Ford T, primer auto fabricado en serie, luego de 1908 lo convertiría, también en Rosario, en uno de los más requeridos por los que se decidían a la aventura de conducir aquellas máquinas casi indóciles. Entre 1910 y 1930 marcas y representantes de las mismas entablan una dura competencia en la ciudad. Fiat, ofrecida por Ramón Campos en Santa Fe 1074; Daimler y Page, que podían ser admirados en Roots, Mazza y Cía., en Córdoba al 800; el Dodge, "para personas entendidas", cuyo re­presentante en 1915 era Barnes y Gross, en Mitre 665, Chalmer, con Pratt y Cía., como su agente.
Ya cerca de 1930, aparecen los modelos imponentes como el Pontiac 6, modelo doble Faetón o el Gran Paine, que "en 1928 vendió más unidades que cualquier otra marca durante su primer año de actividad", según afirmaban sus avisos. En esos mismos años adquiriría gran popularidad el Gray. capaz de viajar "saltando pantanos, médanos, ríos y piedras.."
Las bicicletas fueron, como lo señala Juan Alvarez, una novedad sorprendente al comienzo, con sus estrafalarios formatos y diseños, y un vehículo eficaz y práctico para el transporte individual, una vez evolucionado y cuando ya el pavimento de la ciudad hacía posible un recorrido más o menos seguro. Aquellas frágiles "máquinas a pedal" se introducían en el Rosario, en los finales del siglo pasado, a través de importadores como Rouzat y Cía., en San Martín 545, que vendía las primeras bicicletas de marca: Clément, Gladiator y Rover. Hacia 1917, "Al Alto Piamonte". en Salta al 1900, promocio­nal:» la marca italiana Maino. mientras Gino Sillico hacía lo propio con la Bianchi, una de las más famosas. Otras conocidas eran Swift, Star, Alcyon y Raleigh, mientras que por 1910 ya se podía acceder a las primeras motocicletas, como la Peugeot de 3 ½  HP, mientras a esa fiebre de las dos ruedas sumaban los niños su apego y entusiasmo por otra novedad: los triciclos


Fuente: Extraído de la colección  “Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930) Editada por diario la “La Capital