lunes, 30 de junio de 2014

LA DANZA DE LOS RIÑONES



"Loz—Decidme, señor, esas p. , o cortesanas, como las llamáis, ¿son
todas d'esta tierra?
"Baliff— Señora, no; hay de todas las naciones; hay españolas, castellanas, vizcaínas, montañesas, galicianas, asturianas, toledanas, andaluzas, grana­dinas, portuguesas, navarras, catalanas y valencianas, aragonesas, mallor­quínas, sardas, corsas, sicilianas, napolitanas, abrucesas, pullesas, romanas, calabresas, aquilanas, senesas, florentinas, plsanas, luquesas, boloñesas, modenesas, venecianas, milanesas, lombardas, ferranesas, breclanas, man-tuanas, raveñanas, u.rblnesas, paduanas, vicentinas, perusinas, vercelesas, bergamascas, plamontesas, saboyanas, provenzanas, bretonas, gasconas, borgoñonas, marsellesas, inglesas, flamencas, tudescas, eslavonas, albane-sas, bohemias, húngaras, polacas, judías,' árabes, tramontanas, africanas, egipcias, hindúes, griegas, chinas, rusas, turcas, americanas y japone­sas ..."
Manuel Gil de Oto. La Argentina que yo he visto.
Pág. 133. Barcelona. 1914
    Pero, ¿cómo era un prostíbulo?. Generalmente, dice Tulio Carella, "por un zaguán se pasaba a un patio de vastas proporciones. Se percibía ya desde la calle un tufo característico de casa pública, mezcla de perfu­me, desinfectante, tabaco y querosene. Si el patio no era techado se pro­tegía a los concurrentes con un toldo; a veces una parra permitía entrever las estrellas; una palmera servía para sostener hilos eléctricos con bombi­tas, farolitos chinos o largos adornos de papel de colores.
"A derecha e izquierda se abrían numerosas alcobas donde las pelan­duscas recibían a la clientela. En el centro, una pianola automática: se echaba una moneda y se obtenía una pieza musical: tango, romanza de ópera, vals, milonga, shimmy, paso doble, habanera, mazurca, fox trot, polca.
"—Era comisario por aquel entonces, Ignacio Romeo Rota, mi padrino de confirmación. Yo le tenía un miedo bárbaro, porque si me llegaba a aga­rrar en Pichincha ... Una vez le ful a hacer el cambio a Manuel Vega, que tocaba el bandoneón en el Mina de Oro. —No sabía que los prostíbulos tuvieran orquesta aquí... —El Mina de Oro tenía. Enfrente estaba El 90, pero ese no tenía.
¿Que orquesta tocaba en el Mina de Oro?
La de Manuel Vega, que tenía cuatro músicos. En ese tiempo se estilaba terceto o cuarteto. Lo que más valía en una buena orquesta típica era un buen guitarrero; después se puso la batería por la cuestión de que del tan­go nunca vivió la orquesta típica, a excepción de cuando empezó D'Arienzo, Di Sarli y todos esos. Aquí era difícil. Bedrune tuvo que po­ner batería para mantenerse y ahí tocábamos desde milongas hasta valses vieneses...
¿Y los que se mantenían?
—Bueno, está el caso de Rezzano que no por eso dejaba de tocar algunos fox trot y pasodobles".1
     "Arrimados a las paredes laterales, unos bancos sin respaldo, oscurecidos por el uso. Al fondo, algunas habitaciones privadas donde vivía la en­cargada con el compañero; una cocina y un mingitorio para el visitante. Además de hacerlo cuando lo pedía el cuerpo, se orinaba después de la cópula, a modo de precaución. Era creencia difundida que la orina actua­ba como antiséptico y, lo mismo que el jabón amarillo, se le otorgaba más crédito que al permanganato de potasio.
"Si el acto de la micción provocaba un ligero ardor, era buen síntoma. En la parte anterior del prostíbulo había un reservado de fausto notorio: mesitas con manteles, flores de papel "crepé", sillas de Viena y palqulto para los músicos. Allí solían darse fiestas con champagne, orquesta típi­ca, baile, cuerpos condescendientes, monte criollo, pase inglés e intencio­nes políticas no confesadas". Lo de las fiestas con orquesta típica, etc. no eran corrientes en Pichincha, con numerosos cafés concerts, una casa que monopolizaba el juego —la de Pedro Mendoza—, un teatro —el Casino— y numerosos cafés, boliches y casas de comida donde se podía escuchar música a discreción. Los prostíbulos de Pichincha cumplían su función en forma estricta, que en eso radicaba el giro del negocio. Por otra parte, los payadores y cantores abundaban y hacían su agosto, pero siempre fuera de las casas de tolerancia. Uno de los tantos lugares típicos y re­nombrados era El Forastero.
"—Al lado de la parrilla La Carmelita estaba El Forastero donde tocaba Luis Acosta García su guitarra y cantaba, de su cosecha, "Los hambrien­tos de Rusia", "Dios te salve m'hijo" y otras composiciones. El dueño era el finado López que después fue propietario del cabaret que se llamó Sport y que estaba en el centro, en la calle Santa Fe entre San Martín y Sarmiento, de la vereda de los impares .. .
—Si, recuerdo que tenía un gran cartel luminoso y giratorio con una pare­ja ballandot él de saco smocking blanco y pantalón negro; ella con traje largo de fiesta.
—Eso es. Bueno, López murió y Luis Acosta García murió, no se si de la leña que le dio la policía porque parece que era socialista . .. Entre aque­llos payadores estaba el Zurdo Rico, que vive todavía. —Si, vive en Pérez.
—Después estaba el payador Colovin¡2 cuyo hermano estaba en Investiga­ciones, en la Jefatura de acá" .3


"—Los primitivos dueños de El Forastero se llamaban Rodríguez y Taibo. Allí payaban Federico De Marco y Enrique Boris a quien amasijaron en el Uruguay. Resulta que Boris estaba parando en una pensión en Buenos Ai­res y unos cosos entraron a afanar . . . Cuando llegó el momento, el can­tó: fue fulano, fulano y fulano. Un día, estando en el Uruguay lo mata­ron los chorros aquellos. Era un gran payador. -¿V El Oriental?
—No era payador, era cantor .. . rústico, pero supo tener una voz vibran­te, ¿no?. Era improvisador malo, no sabía nada ... Siempre tenía la mis­ma consonante. Cuando cantaba se ponía la mano acá, en la oreja . .. —Y con un lápiz ...
-Con un lápiz marcaba el compás. Si no había lápiz agarraba un palillo, ¿no?, y él hacía el compás así . . . ¿Sabe como se llamaba El Oriental? -No.
—Salvador Guerrero.
-También estaba El Tuerto Guimond . ..
—Cuando cantaba Lorenzo Guimond, El Tuerto, venían todos los canto­res a escucharlo. Yo lo traje a Carlos Gardel dos veces a El Forastero. Yo vestía ropas de paisano, todo de negro, y estaba con los Taibo que eran cantores estilistas nativos. Gardel, era por ese entonces bajito y gordo, ve­nía con el Negro Ricardo y Riverol .. . —Habrá conocido también al Negro Lapido ...
—Me acuerdo que era un negro mota. Cuando llegó a Pichincha cantaba con el Negro Cabeza. El Negro Cabeza improvisaba ... él decía una cosa y se reía. Después preguntaba: "¿Que te pareció?". Y yo le contestaba: "Fenómeno, seguí así que el doctor Fracassi te va a dar pensión vitalicia" — ¿Y de Cogote, que recuerda?
—Bueno, otro excelente cantor, no payador, era Cogote. Cantaba muy lindo el tipo ese. El apellido de el era Del Carril. Era del tiempo en que Juan Colombo cantaba en La Carmelita con la orquesta de José, que esta­ba Bedrune y también Rezzano con el fuelle. También había un payador uruguayo muy bueno que se llamaba Reina. Era encarador el tipo .... yo lo dejaba correr. Porque a los uruguayos cuando los apretás te salen con el patriotismo y agarran para el otro lado".4
En cuanto a las pupilas, "la mayoría de las perendencas vivía en el burdel como en un internado. Por ese motivo se las llamaba pupilas ...". Las mujeres ocupaban alcobas "de proporciones regulares, con espacio para la cama, unas mesitas de luz, un ropero, un tocador, un par de sillas y poco más. Cortinas opacas y postigos cerrados, en contraste con la ban­derola siempre abierta, tanto para la ventilación como para dar la alarma si ocurría algo desusado. La cama, de dos plazas, cubierta por una colcha verdosa, deshilachada por el continuo roce de botines, botas y zapatos. La prisa no permitía refinamientos tales como el descalzarse. Lo único que se quitaba el hombre era el sombrero, el saco y el chaleco. Se bajaba los pantalones y los canzoncillos, y se levantaba los faldones de la camisa y la camiseta. Con los tirantes colgados y las ligas que sujetaban los calce­tines, el pretendiente perdía su aspecto heroico para adquirir cierto aire ridículo, de vodevil o doméstico.
"Una bombita eléctrica pendía de un cordón. La iuz estaba suavizada por una pantalla o tulipa —no se apagaba—. A la cabecera, un crucifijo. Estampas religiosas enmarcadas o simplemente clavadas con chinches a la pared, medallas e imágenes de yeso coloreado o de antimonio, indicaban que las pebetas conservaban sus creencias y mantenían la fe intacta. En la mesa de luz, un velador, un quinqué, un alfiletero, horquillas para el pelo, un portarretratos, cajas de polvos y cisnes, flores artificiales ... Las pare­des pintadas o empapeladas al gusto de moda, con listas o florones.Cua-dritos convencionales colgaban del muro -marinas, paisajes-, con trivial sentido decorativo.
"Algunos aposentos tenían adornos de lujo de pobre: frascos de perfu mes con moños de seda, muñequitos primorosamente vestidos, cajas de cartón imitando cofres, o alhajeros adornados con caracolas. En el toca­dor, una jarra de loza que contenía un líquido purpúreo. En un trébede, en una silla o en el suelo, una palangana. Era obligatorio el lavaje una vez consumado el acto.
"Las grelas llevaban poca ropa, cualquiera que fuese la estación, y esa poca, holgada, práctica; hoy la llamaríamos funcional. El muestrario re­sultaba excitante y era menos trabajoso quitársela y ponérsela tantas ve­ces. Solían usar batas, batones y batines cómodos, que permitían entre­ver la mercadería, palparla, sopesarla, y así acelerar el trámite previo. También usaban, según la moda francesa, una especie de viso con flecos y tajo al costado, hecho en telas brillantes o traslúcidas. El escote, gene­roso; debajo, nada. Calzaban zapatos de tacón alto, zapatillas acolchadas o chinelas con adornos de marabú. Las medias, de seda negra. Las ligas, con florcitas bordadas, servían de monedero o de vaina, según.
"Durante el invierno se caldeaba el ambiente, aunque por razones de economía, sólo de noche. De tarde esos antros no resultaban muy hospi­talarios. Las percantas se defendían del frío y de la tisis con tapados de paño, mantones sevillanos, chales y pañoletas. Pero siempre —y esto pa­recía Una consigna inviolable—, dejaban al desnudo grandes trozos de piel blanqueada, como el rostro, con polvos de arroz ..."
Pero, la juventud se iba y la decadencia llegaba, inexorablemente:
"-Hace 45 años MUonguita se iba a morir . . . Cuarenta y cinco años que le dieron el pasaporte a la muerte, ¿te acordes?.
-SI.
—Todavía Vive, como algunas que todavía Van tirando sus últimos años." 5


"—Me acuerdo de esta pobre señora que era la esposa de Enrique Chatel, llamada madame Georgette. Cuando a Chatel io deportaron, esa señora quedó enferma y que esto y que el otro, quedó en la miseria ... Madame Georgette, se juntó con estos hombres que estaban con Cacciabue en el almacén y que eran dos hermanos. Al último, los hermanos murieron y la Georgette quedó desamparada y la única que la enterró fue la Gringa Aída".6
"—Cuando cerraron los prostíbulos la Pata Suda puso un café sobre ia calle Jujuy, entre Ovidio Lagos y Pichincha que ya se llamaba Riccheri; del lado de allá ... ¿ElFortín?
—El Fortín, algo así. Después ahí cerraron, entonces ella vino a Jujuy donde vivía. Jujuy y Suipacha, ahí vivía en una casita de ella. De vez en cuando hacía trabajar mujeres y, por supuesto, también era detenida en ocasiones."7
Curiosidades, rarezas, caprichos del destino o de la naturaleza, en Pi­chincha se dieron todas:
'•—Después también existió, no se si usted sabía, una famosa mujer en la calle Güemes que vestía mitad hombre y mitad mujer, llamada María An-tonieta que era una especialista en el acordeón a plano. Ella, cada viaje que hacía á Italia traía un acordeón a piano, todo de nácar . . . bueno, ella era manflor. Y cuando venían los de la junta Italiana, porque era pia-montesa la mina aquella, le daban en aquel tiempo cien pesos para ver co­mo era, nada más . . . Tenía un piquito entre las piernas. Esa mujer vivía con un piamontés y una francesa muy linda, así que el matrimonio de ellos se componía de tres. Cuando ella quería recibir, recibía, y cuando quería dar, daba.
— ¿Y estaba en la calle Güemes? .. .
—Güemes, entre Ovidio Lagos y Callao, yendo, a mano izquierda, un bo­degón que está ahí . . . Ese barrio en la época de los prostíbulos era un mundo aparte completamente, era una ciudad distinta, hasta las tiendas se abrían de noche ... Ahí vivía el manisero, vivía el lustrador de boti­nes, vivía el que vendía condones, ahí vivía todo el mundo: a las cuatro o cuatro y media de la mañana era de día; no parecía que fuese de no-che."8
Otros vendedores ambulaban por el barrio: vendedores que no eran, precisamente, los clásicos y tradicionales.
"—En una oportunidad le vendieron una mujer al hijo de un banquero que hubo de apellido Gándara, ¿lo sintió nombrar alguna vez?. Le vendie­ron una mina llamada La Chola que era la mujer de un carnicero, el que a su vez la había comprado anteriormente. Un día, cuando el carnicero que tenía puesto en el Mercado Modelo, se aviva de toda esta maniobra en que andaban con la mujer de él y que se la iban a vender a Gándara, entra a chillar y a hacer espamento. Entonces, una mañana caen al puesto dos guaperolas de ese entonces . . ., guaperolas pagados, y más o menos en es­tas palabras le dicen así: "¿Vos sos el marido de La Chola?". "Si". "¿Que andas en averiguaciones vos, de tu jermu, así y de aquí y de allá . . .". "SI —dice—, porque la han plantado y ya se que andan en conversaciones con Gándara". "Es así —le respondieron—, estáte seguro que es así. Quédate tranquilo porque un dia de estos te cuelgan en la ganchera igual que el pesceto que tenes acá . .." Mas o menos así fue la cosa, y el carnicero no tuvo mas remedio que quedarse en el molde. Fue un caso famoso".9
En la puerta de los quilombos, la policía de imaginaria —casco redon­do terminado en una punta metálica—, palpaba de armas a los visitantes. Tenía la obligación de pedir la libreta de enrolamiento a quienes no apa­rentaban edad para entrar en esos sitios. "Sin embargo —continúa dicien­do Carella— no pocas veces se mostraba benigna con los muchachos que precozmente querían verle la cara a Dios, como se decía. Benignidad na­cida de unas monedas que se le daban como soborno. Al cumplir 18 años todo individuo varón debía enrolarse. Le entregaban la libreta; con ella, la obligación de ejercer los deberes cívicos y la franquicia en los quilom­bos. Muchos jovencitos de rostro glabro, facciones aniñadas y cuerpo menudo, esperaban con ansias el entrar en posesión de tan inestimable docu­mento que les permitiría ..."

"_Me acuerdo que en Pichincha actuaban algunos policías como Díaz, alias Carpincho ... De Mesa, el sargento Zarate y el As de Espadas. . ., mierda, que tipo rancio ese, ¿eh?, encanaba tipos por acá y el que lo arre­glaba metía la mano como bandeja en el cuerpo de él. Para poder pasar al bolonqui cuando éramos menores .. . —... había que arreglarlo ...
—Un peso. Que para que a la gente le arrancaran un peso eran capaces de darle una puñalada a alguno. El As de Espadas chapaba ... si no, en cana. No había riada que hacer. —Los que menciona, ¿eran todos uniformados?
—Si, todos. El Carpincho no ascendió nunca, siempre fue vigilante . . . IQue iba a ascender si le tenían bronca los mismos compañeros!. Lo úni­co que hubiera faltado . .., era un tipo tan repugnante que ni los mismos superiores lo querían. Era capaz de mirarse a un espejo y mandarse en ca­na el mismo".10


"—De los comisarios que hubo en la sección 9a., conozco muy bien a Ig­nacio Romeo Rota, que fue por dos veces comisario y fue inspector de los prostíbulos cuando venía la inspección . . . esteee, para revisarle la li­breta a las mujeres. Entonces este nombre se prestaba automáticamente, como estaba coimeado, ¿eh?. Se prestaba para venir a avisar antes a la que no estuviera en condiciones, para que no se presentara en el prostíbu­lo porque tenía ésto y esto.
Rota se había hecho dueño del España, aunque el dueño auténtico era el ruso Sánchez. Allí se le sacaba la guita a la gente. Rota se hizo dueño de prepo. Cuando alguno le iba a hacer la denuncia a la comisaría, le decía: "¿Cuánto le han sacado amigo?". "Me han sacado doscientos pesos". "Muy bien, muy bien ... la ver agente, vaya con ese hombrel ¿Usted la conoce a la mujer? . . ." "Si, Icómo no la voy a conocer, señor!". "Bue . . . deténgala y tráigala presa". Entonces venía él agente, traía la mujer acá: "Ya está comisario". "Muy bien . . . ¿cuánto decís que le sa­caste?". ". . . Le saqué cien". "¿Cómo? ISI el acusa doscientos!. ¿Así que me querés trabajar a mi también? " . Y era porque iban a me­dias .. .".*1
Ignacio Romeo Rota fue, indudablemente, el comisario mas pintores­co de la seccional 9a., si bien hubo otros de renombre como Francisco Izurieta que se hizo cargo en tiempo de los demócratas, y también el co­misario De La Vega "demócrata progresista, buen hombre que luchó con los taximetristas bárbaramente”, al decir de las mentas.
"—También pasaron Riccheri y Brocken como famosos jefes de Policía. Me acuerdo que una noche Riccheri mandó detener a todos los choferes que tenían'mujeres, entre paréntesis, yo también caí en la volteada. En la Jefatura, Riccheri nos hizo poner a todos en el patio y empezó a pregun­tar: "Usted, ¿de que trabaja?". "Yo tengo un bolichito de verdulería. ; ." "¿Y usted?". "Yo hago .. . arreglo zapatos para las mujeres de ahí". "¿Y usted?". "Yo tengo un taxi". "¿Y usted?". "Yo tengo esto". "¿Y us­ted?". "Yo tengo lo otro". . . Por ahí cae un ruso, el finado Mucchi y dice: "Señor Jefe, yo no trabajo de nada porque todos los trabajos se lo agarraron estos. lYo soy cafisho!". Entonces Riccheri dijo: "ILárguenlo a este enseguida!. Por lo menos dice la verdad .. ."12
"—Había un jefe de Policía cjue se llamaba Petit y era chiquito. Me acuer­do que el gusto de el era cerrar dos manzanas con policías, agarrar los pi­bes y llevarlos a la Jefatura. Después de hacerlos recontracagar a palos —a mi me agarrón alguna vez—, les hacía limpiar los pisos con querosén. Esa anécdota se la conté al actual jefe y se meaba de risa. Me acuerdo de Petit porque iba a caballo y parecía él Kaiser. Tenía él quepí . '. . si . .. todo como el Kaiser. Cuando pasaba, nosotros le tirábamos papas ... Es que en ese entonces los pibes no perdonábamos a nadie. Después había ün lo­co en la Jefatura al que lo encerrábamos en el ascensor. Cada vez que nos llevaban, como andábamos por todos lados limpiando, íbamos hasta don­de estaba el loco, lo agarrábamos y lo encerrábamos en el ascensor. Cada vez que nos llevaban, hacíanlos eso. El loco gritaba y siempre aparecía ün oficial que lo cagaba a palos, Has cosas que no hacíamos . . ¡ 13
    En los prostíbulos, como se sabe, el control del trabajo allí es simple. Se verifica por medio de fichas de metal a las que no tardó en llamarse la­tas. Recuérdese que el primer tango impreso se titula "Dame la lata" y es de 1880.14 Cada lata equivale a un cliente, es decir, a una suma de dine­ro. El folklore popular recoge el hecho:"Canfinfla, ándate al tambo / que ya te espera la mina / para refilarte el vento / que ha sacado de propina". Otra cuarteta, pone su acento en la mishiadura del vividor cuando la papi­rusa no gana lo bastante en el firulo.: " IQue vida mas arrastrada / la del pobre canflinflero! / el lunes cobra las latas / y el martes anda fulero". El significado de esta copla es obvio: la paica cambia el dinero que recibe de aquellos que se divirtieron con ella y entrega las latas a su propietario." El precio del tierrazo, como se decía, era de uno, dos y tres pesos. Aquel que deseaba quedarse toda la noche, después de la hora de cerrar, debía ponerse con cinco pesos. El costo de servicios extraordinarios para quie­nes pretendían' artificios de tipo ora!, se convenía en el momento. Las formas de pago variaban ligeramente. Se compraba una ficha en la caja, se pagaba a la madama o terraja. Esta, en tanto que el hombre se vestía —durante las jornadas magras—, procuraba convencerlo para que le dejara algún dinerito más como propina. La remuneración previa era lo corrien­te para evitar complicaciones.
   "El espejismo y la esperanza del deleite, son generosos para quien sabe aprovecharlos; en cambio duele pagar por algo tan efímero e inaccesible como el codiciado orgasmo. No faltaban audaces que decidían experi­mentarlo sin tener con qué pagar; arriesgaban duras represalias.Si la faena abundaba, la suripanta, al salir de su pieza, hacía pasar al hombre de tur­no para que fuera preparándose, en tanto ella iba a cambiar el dinero por la ficha. Y no siempre era dinero recibido el de los clientes, sino también de ellas, ya que las bagasas tenían sus curiosidades y caprichos y, cuando no veían otra posibilidad de satisfacerlos, se los pagaban. El novato primerizo era muy codiciado; disfrazaban ese deseo de contacto con la pureza, con la superstición: —Hacerse a uno de esos, era atraerse la suer­te..."15
"—Esto que le voy a contar podría figurar en los libros de psicología. Y me acuerdo como si fuera hoy el nombre de la mujer y todo: Celestina. Cuando por primera vez yo entro a un prostíbulo ya . . . casi al final, ya cerraba Pichincha, voy con el rengulto este, con Chanclito, y me siento en una mesa . . . Como ya más o menos yo conocía el ambiente de tanto ir a vender cosas con mi cajita, me hago el canchero con las chicas: "No, salí, vos no . . .", a las cosas que pasaban, ¿no?. Bueno, por ahí viene una mu­jer que me gusta y le digo "Bueno, vamos" y cuando me levanto para Ir a la habitación con ella Chanclito le dice: "¿Vos sabes Celestina el virgo que te vas a comer con el Rubito?", dice "Salí de ahí, que va a ser virgo el Rubito", y nos vamos. Nos encerramos en la habitación, ella estaba con un batoncito, se desnuda, y yo medio me entro a asustar ... de verdad, me quedé medio cohibido. Entonces me quedo así parado y ella se da cuenta: "¿Es cierto Rubito que es la primera vez que estás con una mu­jer?", le digo "SI". ¡Para que se lo habré dicho! .... lo que me hiiiizo!... Venía la madama, golpeaba la puerta, que ya era la hora y ella dale. Bue ... me dejó de cama. Entonces, después, cuando me estaba lavando, porque ellas lavaban, me dice "Perdóname Rubito por todo lo que te hi­ce", le digo "¿Por que?", dice "Mira, yo te voy a explicar una cosa queri­do, por que te hice todo esto a vos, por que me deschaveté así cdn vos", dice, "yo me paso una punta grande de tipos por día, algunos jóvenes, al­gunos jovatos que no dan más; unos que vienen con chinche porque no pueden encamarse con la mujer, otros que vienen curdas y me lanzan en­cima, otros que me ponen el chumbo y si no le hago cosas raras me quie­ren pegar un tiro, fijate todos los que me paso en el día. Entonces, agarro un angelito como vos y me desquito. Es un regalo que nos manda Dios". Esta mujer me hizo tanto, me mordió, qué se yo, que a los dos o tres días me salen como unos granos en el miembro y yo me asusto y le digo a Chanclito " i Mira Chanclito lo que me pasó con la Celestina ! ". " I Uuuuuyy I", dice, "es un chancro", dice, "es un chancro", dice "mlrá, esta tarde vamos a ir a lo de Artacho". "No", le digo, "no quiero que me vea el doctor". "Vení conmigo", me dice. "Bue . . .". En el dispensario había ün gallego que a cada enfermo que entraba le ponía una inyección. ¿Sabe cómo era el gallego?. "Bájate los pantalones, hombre", le tiraba la aguja y se la clavaba ahí nomás. De esto nunca me voy a olvidar. Aparece Artacho y me dice "Rubito, ¿que haces acá?", le digo "No se .. .", dice "A ver, a ver, vení para acá", andaba con guantes de doctor, me agarra el miembro y me dice "Uuuuuhhhh, itengo que cortar enseguida!" "¿Có­mo?". "Que tengo que cortar". ¿Sabe como me largué a llorar?. Después no me podían calmar. "No, si yo te lo dije en broma Rubito, vení", me abrazaba y yo decía: "No, no, déjeme Ir doctor, déjeme Ir con mi mamá" estaba desesperado: "Déjeme ir con mi mamá, doctor". Bue ... al final no era nada, un roce en fin, una cosita de nada".16
   "Pocos varones usaban preservativo. Dejando de lado el signo de hom­bría que implicaba contraer gonorrea, la razón era obvia: ningún lazo afectivo existía entre los copartícipes del hecho. La manceba, despojada de toda la dignidad de su sexo, era un despiadado instrumento de placer.
El hombre no podía ver a la novia ni a la mujer ideal en esas pendangas que antes del ayuntamiento examinaban y estrujaban el miembro con fuerza deshumana para ver si lloraba —esto es, para ver si manaba pus, lo cual indicaría una blenorragia—. El desencanto que provocaba en el ani­mal macho este comienzo de consultorio médico, constreñía a una tarea preparatoria, no siempre corta, para retomar el ímpetu amatorio.
"La ramera enferma era inútil. La Asistencia Pública le retiraba la li­breta de sanidad. Se las excluía del servicio. Perdía el amor de su canflin-flero al mismo tiempo que la protección de las autoridades. Se convertía en un peligro público, quedaba deshonrada y no siempre podía solventar los gastos de cuarentena forzosa. De ahí que muchas, sin permiso, institu­yeran el chistadero: la mujer se emboscaba en un zaguán y detrás de la puerta entornada chistaba al transeúnte. La cosa se hacía de pie, con rapi­dez, por pocas monedas. El chistadero solía ser una trampa donde la pai-ca era el cebo y sus cómplices escondidos despojaban al gil de su plata, después de amasijarlo".17
"—El Ñato lllia, que era cordobés, tenía una mujer de esas ... ¡chuecazas! . . ., criollas de un peso. Y el siempre decía: "lo noo quiero cooompromiso con los amigos . . . porque uno nooo sabe a quien puede haber puuunguiao mi muujer, aaasí que los aamigos mios que se busquen ootra por las duuudas, y si en una de esas va a buuuscarla a eia, ya saben eios que ¡o no quiero compromiso".18
"—Era un espectáculo imponente ver a las mujeres cuando salían para la revisación al dispensario que estaba en la calle Suipacha, donde atendía mi gran amigo el doctor Artacho, que era el capo. Bueno, las mujeres sa­lían en mateo, iban en tandas de seis: tres sentadas en el asiento de atrás y tres en el chiquito. Era un desfile de muje . .. vea, en Pichincha había como tres mil mujeres, ¡qué espectáculo!, nada de joda. Muchos que co­nocían el movimiento de tal hora a tal hora iban y se paraban para ver pa­sar las minas". 19
Otros, más recatados, menos avisados o sin tanta audacia, preferían —prefieren todavía— estacionarse en calles céntricas para ver pasar al sexo opuesto. Son los que un periódico bautizó
¡Los Babiecas!
"No son otra cosa esa legión de desocupados que todos los días se esta­cionan en las esquinas de las calles Córdoba y San Martín, Córdoba y Sar­miento, y Rioja y San Martín y otras céntricas donde el tráfico es más in­tenso y más populoso el paso de los transeúntes.
Parados como chingólos en poste de alambrados, espiando a cuantas da­mas o chicas pasan los efectos de los trasluces de las cortas faldas, o ba-beándose con pavadas de afeminados y tontos chistes, los vemos día a día con sus tontas manías de estorbar el tránsito y hasta ocasionar accidentes. Debían'las autoridades obligarles a no estacionarse donde son peligrosos estorbos, como igualmente antiestéticos pájaros bobos, luciendo sus flgu- ras de Don Juanes de lo ridículo".20

NOTAS
1     Julio Schiavone, id.id,
2     Angel Colovini. Payador nacido en Rosario en 1902 y fallecido en la misma ciudad el 23 de noviembre en 1976 como consecuencia de haber recibido cua­tro impactos de bala en la ciudad de Buenos Aires. La nota escrita por el poe­ta, periodista e historiador rosarino Andrés Ivern para el diario La Capital en oportunidad de la muerte de aquel famoso de la improvisación rimada y canta­da, dice, textualmente:
"El ambiente artístico se ha enlutado con la noticia de la trágica muerte del payador Angel Colovini Poseedor de la gaya ciencia, era Colovini uno de los pocos cultores de ese arte del buen decir, que lamentablemente, va quedando solo en el recuerdo. Prodigio de memoria, de intuición, de imaginación creado­ra y de velocidad mental, este tipo humano del payador mereció uno de los más hermosos libros de Leopoldo Lugones. En esa descripción del maestro ca­bía enteramente la imagen de Colovini
"Era oriundo de Rosario y ya había cumplido sus 74 años, en plena lucidez y dominio de su difícil, arte. Vuelve a la tierra junto a la tumba de su madre co­mo fue su deseo. De el nos quedan hermosas vivencias: su encuentro en Bue­nos Aires con Cayetano Gaglio, "Pachequito"; Catino Arias, de Tres Arroyos, y M. Echazarreta, de Entre Ríos, con motivo de la presentación del libro "El payador", del doctor Ismael Moya. Los cuatro juntos y a media letra electriza­ron al auditorio en un maravilloso torneo de destreza, habilidad, inteligencia y aguda chispa.
   "El 19 de octubre de 1951 fue sometido a dura prueba ante un jurado que in­tegraban el escribano Domingo Santoro Vülarruel, el folklorista Marcos Brods-ky, el Dr. Juan Bernardo Iturraspe y el periodista Belisario Correas. Se desarro­lló el tema "El proceso mental y la función del payador". El conductor, que era Marcos Brodsky, interrumpía al payador constantemente, haciéndole cam­biar de tema y la rima, así como la cantidad de estrofas. Se tomó la grabación en el "alambre parlante", que ese era el nombre de los primeros grabadores que se conocieron, y el jurado analizó, conforme a las reglas de la sintaxis, de la estética y de la versificación, la exposición poética de Colovini El dictamen significó un rotundo triunfo del payador, del que se hizo eco La Capital. "En su fecunda vida, Angel Colovini sostuvo contrapuntos con los más famo­sos payadores, entre los cuales merecen citarse, Gaglio, García, Coruvellier, Arias, los orientales Martínez, Montanez, Urpierez, Lagos y los rosarinos Bus-tamante y Rico, entre otros. En 1951 obtuvo el primer premio en el Concurso de Payadores de la ciudad de Córdoba, con un jurado que integraban Santiago Rocca, Julio Díaz Usandivaras e Ismael Moya. En la televisión fue asesor y ac­tuante en "La pulpería de Mandinga", que se mantuvo mucho tiempo en el Ca­nal 9, en "Volver a vivir el tango" por Canal 7, y en "Fortín Fiesta" por Canal 13. Con Chela del Río integró el dúo "Los Llaneros", de recordada actuación y vasta popularidad. Deja una última obra "El canto del payador", en ritmo de vals, aún no conocida por el gran público, que está llamada a tener éxito. "Sorprendió la muerte a este gran cultor de un arte tan difícil, en momentos en que se hallaba compilando sus poemas y versos costumbristas que segura­mente alguna piadosa mano recogerá para deleitamos con un libro inolvidable. Con Colovini pierde el folklore nacional una gran figura y la ciudad un ar­quetipo del buen decir". V. La Capital. Rosario, 24.11.1976. "Murió uno de los últimos clásicos del arte de payar". 3   Calixto Gallo, id.id.
Rico, cuyas actividades artísticas se desarrollaron durante prolongado lapso, con amplio éxito de público y en toda clase de espectáculos, así como en radio y televisión donde se lo consideró de una manera especial, fue entrevistado por el autor de este libro en el bar y restaurant Chilecito, ubicado en la esquina NE de las calles Avenida Francia y Córdoba, de Rosario, el 12 de enero de 1976. El recordado payador falleció en Rosario un poco más de siete meses después, el 23 de agosto de 1976.
5   Osvaldo Berrini, id.id.
6/8 Calixto Gallo, id.id. Visitación Leontüial Almada Vda. de Alonso, ó Estela Alonso, ó La Pata Sucia falleció en su domicilio de calle Jujuy 3020, el 17 de febrero de 1978^ 9  Jorge Ross, id.id. 10   Osvaldo Berrini, id.id. ll/12Calixto Gallo, id.id.
13    Julio Schiavone, id.id.
14    Otros tangos prostibularios son: "Hacele ele ... ala vieja", de Ernesto Zóboli, compuesto alrededor de 1905 y llamado después de algunos años: "Hacele el rulo a la vieja"; "Echale Bufach al catre", de José Manuel Tagle, escrito circa. 1905; "Queco", de autor anónimo, atribuido al clarinetista Lino Galeano por el cieguito Eusebio Aspiazu, compuesto en la década del 80 con versos de Vi-lloldo, quien también es autor de "La Budinera" (1905) dedicado al escritor y autor teatral rosarino Tito Livio Foppa; "La concha de la lora" que se abrevia­ba "La c ... de la l..." y se deformaba "La cara de la luna' de Manuel C. Campoamor, compuesto en 1901; "Dame la lata", de Juan Pérez, comp. en 1880; "Lunes", de José Luis Padula; "El fierrazo", de Carlos "Hernani" Mac-chi; "Sacudime la persiana", de Vicente Loduca; "El choclo", de Angel Villol-do; "Bartolo", de Francisco Hargreaves; "Entradaprohibida", de Luis Teissei-re; "C.T. V.", de Agustín Bardi; "Cuidado con los 50", de Angel Villoldo; "Tó­came la Carolina", de Castrlota; "Toca lo que me gusta", de A. Mazzoni; "Tó­calo y verás",) de Lagardere ... La lista, incompleta desde luego, incluye ade­más los siguientes tangos de la Guardia Vieja: "Dos sin sacar"; "Va Celina en la punta"; "Déjalo morir adentro"; "La clavada"; "Chiflóle que va a venir"; "La pata de catre" y una composición que causó desconcierto cuando fue anotada en la pizarra de los músicos por primera vez: "Emad le elaniru". Cuando algu­nos bailarines creían ya en un tango con nombre árabe, alguien despejó la in­cógnita leyendo al revés el título es "Dame el urinale". Posteriormente el tan­go cambió de título y pasó a llamarse "Señor Comisario". Con los años —dice Tulio Carella— muchos títulos primitivos fueron alterados o sustituidos. O simplemente esos tangos cayeron en el olvido.
Señalo, finalmente, que los cinco primeros títulos mencionados en esta nota han sido grabados en 1974 por el sexteto de "La Guardia" bajo la dirección de Emilio Branca, en el larga—duración editado por Huinca. Serie de tangos. H.1000, bajo el título La Mala Vida. Tangos de La Guardia. Producciones Edic. de la Reconstrucción. Asesor Héctor Ernie. El tango "Dame la lata" fue registrado en 1969 por el Cuarteto Centenario dentro del larga—duración La Historia del Tango. VoL 1. RCA. 6008.
Es de hacer notar que uno de los tangos que hizo furor en la década del 10 fue el conocidísimo "Cara Sucia" de Francisco Canaro. Esta composición, cuya música es un plagio fidelísimo de "Heroico Paisandú", de Gabino Ezeiza, lla­móse originariamente "Concha Sucia" y tuvo por letrista en la segunda versión al penodista bahiense Juan A. Caruso, quien debutó así en las lides taneuera<¡ Expresa Andrés Chinarro en El tango y su rebeldía (Ed. C^tSdTvlct






13    Otros tangos prostibularios son: "Hacele ele ... ala vieja", de Ernesto Zóboli, compuesto alrededor de 1905 y llamado después de algunos años: "Hacele el rulo a la vieja"; "Echale Bufach al catre", de José Manuel Tagle, escrito circa. 1905; "Queco", de autor anónimo, atribuido al clarinetista Lino Galeano por el cieguito Eusebio Aspiazu, compuesto en la década del 80 con versos de Vi-lloldo, quien también es autor de "La Budinera" (1905) dedicado al escritor y autor teatral rosarino Tito Livio Foppa; "La concha de la lora" que se abrevia­ba "La c ... de la l..." y se deformaba "La cara de la luna' de Manuel C. Campoamor, compuesto en 1901; "Dame la lata", de Juan Pérez, comp. en 1880; "Lunes", de José Luis Padula; "El fierrazo", de Carlos "Hernani" Mac-chi; "Sacudime la persiana", de Vicente Loduca; "El choclo", de Angel Villol-do; "Bartolo", de Francisco Hargreaves; "Entradaprohibida", de Luis Teissei-re; "C.T. V.", de Agustín Bardi; "Cuidado con los 50", de Angel Villoldo; "Tó­came la Carolina", de Castrlota; "Toca lo que me gusta", de A. Mazzoni; "Tó­calo y verás",) de Lagardere ... La lista, incompleta desde luego, incluye ade­más los siguientes tangos de la Guardia Vieja: "Dos sin sacar"; "Va Celina en la punta"; "Déjalo morir adentro"; "La clavada"; "Chiflóle que va a venir"; "La pata de catre" y una composición que causó desconcierto cuando fue anotada en la pizarra de los músicos por primera vez: "Emad le elaniru". Cuando algu­nos bailarines creían ya en un tango con nombre árabe, alguien despejó la in­cógnita leyendo al revés el título es "Dame el urinale". Posteriormente el tan­go cambió de título y pasó a llamarse "Señor Comisario". Con los años —dice Tulio Carella— muchos títulos primitivos fueron alterados o sustituidos. O simplemente esos tangos cayeron en el olvido.





Fuente: Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor Nicolás Zinni, el Capitulo 2, del Tomo II . Editorial Fundación Ross. Año 2000